VA DE...Batiburrillo literario

viernes, 18 de febrero de 2022

AL AMOR DE UNA TERTULIA

 24/2022

(…y nunca mejor dicho)

Lo nuestro es sacar virutas literarias de cualquier madero a la deriva con el que nos topemos mientras navegamos por la vida, sin pararnos a mirar si el madero está aún verde o ya apolillado.

         Está Madrid infectado (infectado = sinónimo de colérico, entre otros).

       Lo que trato de decir es que anda Madrid contagiado de centros y círculos de nombre grandilocuente, rimbombante e histórico que, esgrimiendo la espingarda de un pasado más o menos glorioso o infernal, como si ese nombre no fuera un certificado de sótanos anegados de sangre azul (o de la del color verdadero, que para el caso es lo mismo), y aparentando y aspirando a ser logias de culto al mandil más que al candil, encubren avaricias bicéfalas de tenderete en liquidación, donde los conservadores pacen, los progresistas medran y los que no son ni lo uno ni lo otro, sino lo que se diga y convenga a la ocasión, dentellean y ramonean a diestra y siniestra mientras que, aprovechando que unos y otros andan a la gresca, se llevan ellos a sus casas los muebles que van quedando sin apolillar, envueltos en el yute de un “ista” de última hora con marbete utilitario.

        Un poner: ser y poseer carnet con número de socio de Ateneísta, “CirculoBellArtista”, “RealCasinista”, “Esgaista”, “ClubCampista”, “RealAutomobilClubista”, “DehesaVillista”, o por disfrazarse de caballerista de cualquiera de esas órdenes de capa de nilón, espada mellada, y cruz de tarta de Santiago en la pechera, parece que a los de siempre se les mantuviera incorrupta la pátina acreditativa de descender de la pata de Babieca, el caballo del Cid de toda la vida, y a los advenedizos, recién renegados de la del rucio de “SanchoPanza”, y mal que bien envueltos en platilla de tableta de chocolate del bueno por méritos propios, los inicia en el noviciado de aspirantes a herederos legítimos de la cincha de Rocinante; lo cual que a mí, que siempre me he rebullido entre el aquí y el allá sin acabar de encontrar acomodo, ni que me lo den sin pedirme algo a cambio −y no precisamente mi mano−, me tiene y mantiene en vilo y a la escucha.

        Dentro de esos centros de poder, caducado cual lata de atún en escabeche marca “La Pureza”, aguantan unos pocos reductos donde se guarecen y perseveran ciertas actividades incorruptas, custodiables cual fiestas de guardar, y semejantes a jaculatorias goteadas en mitad de una mancebía. Hablo de esas tertulias y de esos tertulianos que promueven, mantienen y sostienen puntuales encuentros, en los que sus más o menos asiduos se intercambian sapiencias, gestos de afecto profundo y miradas de “qué-pocos-vamos-quedando”, que redimen al conjunto, −continente y contenido−, de tantísima ambición de medio pelo y doble gomina prestada como la que se husmea por los pasillos de esos recintos.

        En la sala “El Torito” del Real Casino de Madrid se mantiene una veterana tertulia semanal, la tertulia “Natalio Rivas”, presidida por su creador, don Andrés Valverde Sánchez, cuya sabiduría y discreción compiten entre sí sin tregua, y oficiante del bautizo de su lema: ”ÁGORA DEL PENSAMIENTO Y LA PALABRA”, enunciado que ya por sí mismo da que pensar hasta extraer de algún tertuliano lo de que “una cosa es lo que se piensa; otra, lo que se dice; y otra, a veces muy distinta, lo que se entiende que se ha dicho”, como nos soltó a bocajarro ayer nuestro intermitente tertuliano, don Basilio Rodríguez Cañada, tan habitual hacendoso y facundo cultural él, tan editor de sueños escritos él; tan cercano él sin acabar de saberlo.

        Con esto de la pandemia, y mientras se normaliza el siempre ansiado regreso de los más sabios, eruditos e ilustres timoratos, se nos está dando voz a personas tan osadas como yo, criaturas que, por aquello de no tener con quien hablar en casa que no sea una minúscula perrilla tipo Herta Frankel, o el puñado de gorriones pancistas, que andan a codazo limpio en mi jardinillo disputándose los curruscos de pan duro con los que los corrompo, chantageo y comprro su voluntad y compaña, siempre estamos dispuestas a soltarles el rollo a quienes amaguen querer escucharnos con cara de querer hacerlo.

        Hablaba yo ayer de Mediación familiar, y escuchaban los habituales y ocasionales tertulianos con caritas de criaturas de calcetín tobillero delante de un teatro de marionetas. Lo que, bien mirado, viene a ser la forma más tierna de ponerse a escuchar y sentirse escuchada.

        En un momento determinado, y emocionada como estaba una servidora con lo de tener semejante audiencia, se me pasó por la mente una idea luminosa: aquellas hermosas gentes me escuchaban como si NO fueran de mi familia.

        ¿Qué eso qué es lo que es? Pues es eso: sentirse escuchada, que viene a ser algo así como constatar que casi siempre se nos escucha más y con más condescendencia en mitad de la calle que dentro de nuestras casas.

        Lo cual me llevó al gran descubrimiento:

    ¿Y si nos escucháramos los unos a los otros como si NO fuéramos de la familia?

        ¡Eso mismo! Sin hacernos pasar por los sufridores del fastidioso discurso de la parienta cuando nos embosca contra la “CajaTonta” con lo de lo del “AntonioDavid-y-la Rociíto”.

        Sin acosar con la mopa ni ensañarse con las pantuflas del pariente, mientras el “pobretico” está absorto en sus sesudas cavilaciones de rellenar las casillas de la quiniela…

…Sin atajarnos los unos a los otros, en seco y de mala manera, con lo de “…pero, so cansino,  ¿no te acuerdas de que eso que me estás diciendo ya me lo has dicho mil veces?

        (Entre nosotros: espero que nunca tengáis que decir: ¡quien no tuviera otras mil veces para NO acabar de escuchar nunca lo que la muerte silenció a mitad de conversación!)

        Pero… así parece que es la familia.

        Y es que tal parece que lo de ser de la familia diera licencia para tomarse confianzas que no nos damos ni siéndolo.

            Y que duelen.

        ¿O no?

 

En CasaChina. En un 18 de Febrero de 2022

 

martes, 15 de febrero de 2022

¡QUÉ PELIGRO!

 

23/2022

         Hasta ayer mismo como quien dice estaba yo clamando contra este diálogo de sordos que es no tener con quién cruzarse por el pasillo −un decir− de esta casa mía, que más que pasillo tiene no mucho más de una zancada desde el salón −otro decir− hasta la cocina, ese lugar de engorde al que no hay manera de exorcizar para que los demonios del frigo no se me aparezcan agarrados al muslamen.

        Dicho de manera menos propia de mí: que, hasta ayer mismo como quien dice, estaba yo penando por lo de haberme quedado sola después de haberme trabajado con tanto primor lo de apañarme un marido tan ilustre y tan lustroso.

        (Eso de morirse uno antes que el otro debería ser delito).

        De repente, ayer, −día de los enamorados por más señas− mientras escuchaba desde detrás de las puertas a ver que pillaba, me descubrí a mí misma escuchando nada menos que <LA CABALGATA DE LAS VALKIRIAS> de Wagner.

        ¡…! Vaya: una algarabía.

         Nada más sorprenderme en semejante reniego, me agarré de la pechera y me llevé ante el tribunal del espejo dispuesta a interrogarme:

         −A ver, nena −me dije a bocajarro− ¿tú no eras de boleros al estilo de “ponme-la-mano-aquí-Macorina”, el “Sin-ti”, y esas cosas?

         −Era −me respondí sin miramientos.

         −¿Entonces?

         −Entonces ¿qué?

−Pues que no es día de amazonas, walkirias y mujeres solas.

−¡Anda ésta! −me mofé de la del espejo sin piedad. ¡Total…!− …Como si tuvieras tú alguna posibilidad de encontrar arrime a estas alturas.

−¿Sabes lo que te digo? −me dije−, que te estás convirtiendo en un peligro para ti misma con esto de quedarte en casa como si lo de “el buen paño en el arca se vende” no hubiera prescrito. Ya mismo estás poniéndote la mascarilla y echándote a la calle en plan galopina. Y ya, de paso, pasate por la peluquería, a ver si te matizan el canerío.

−¿La mascarilla? ¿Pero si ya no es obligatoria? −me escabullí de la insinuación sobre mis canas de quita y pon.

−Tú hazme caso. Ponte la mascarilla, y ¡a la calle! No querrás que te vean la cara de “yo-me-mi-conmigo” que se te está poniendo, cuando todavía te rebulles pensando en principesos.

 

Me voy a la calle; que ayer no quise salir por no verles las caras de “miel sobre hojuelas” que sacan a pasear todos los 14 de febrero los adoradores de San Valentín, y que, para ser justa, tengo que agradecer que tantísimo trabajo me hayan dado en los tribunales de divorciarse cuando se les pasa el trastorno mental transitorio, sin aprender a encontrar lo que yo encontré durante tantísimos años de “dejarás-a-tu-pedre-y-a-tu-madre”.

         ¡Quién sabe! Todavía recuerdo el refrán de aquella cocinera de mi infancia cuando le decía: “tu, con los años que tienes, ya no vas a encontrar novio”; a lo que ella contestaba: “siempre habrá un ramalillo con el que atarse”.

¿Lo habrá?

Aunque, bien mirado, tampoco soy tan mala compañía para mí misma.

         ¡Qué peligro!

En CasaChina. En un 15 de Febrero de 2022

https://youtu.be/Clg1IbQ7sNY

ACEITUNAS −QUE NO “OLIVAS”− DE CORNACHUELO

   (Periodiqueando) 160/2024         ¡Pero qué listísimos son esos del Diario Jaén! Mira que lo que maquinan hoy en la página 4…: ¡que ...