(Jaeneando)
00/2024
No soy urbanista, ni paisajista, ni política.
(Aquí iba a escribir y no lo hago esa palabra obstructiva, castradora y
adversativa gramatical que detesto tanto como evito: “pero”). Lo que sí que
tengo, más o menos en uso discontinuo, es algo de sentido común. Por tanto, mi
opinión sobre el tranvía de Jaén carece de cualquier base científica, pictórica
u oportunista que la sustente. (¡Oh, cielos! Otra vez me acosa un “pero”
dispuesto a desmentirme a mí misma como si, cada vez que me pongo a hablar por
escrito, me convirtiera en mi peor enemiga).
Bueno será que
antes de seguir adelante repase las conjunciones adversativas españolas con las
que me contradigo, me acoso y le pongo cerco a mis propias convicciones como si
estuviera continuamente haciéndome perdonar por ser una librepensadora libertaria.
Si no me equivoco, eran estas: mas, pero, aunque, sino,
sin embargo.
El “mas”
conjunción, sin acento, no es que me inquiete demasiado, porque, ni suelo
usarlo, ni va por ahí en plan petulante y adverbial, queriendo hacer de menos a
su entorno “menos” a quien más se eleva. Lo del “aunque”, con su chispa
de vacilación, lejos de incomodar me aporta un respiro para pensarme dos veces
lo que se me viene a la boca, entre otras cosas, con lo del tranvía de Jaén. “Aunque”,
bien mirado, alguien tendrá que decir algo sensato sobre semejante insensatez
como la de cablear el cielo raso del universo para impedirle el paso a los
pasos de Semana Santa entre otros inconvenientes paisajísticos. Lo del “sino”,
por su hermanamiento con la idea de “oposición”, parece que sea indispensable
en el acontecer político parlamentario del día a día. “Sin embargo” es
la única conjunción adversativa que necesita de dos palabras, como los seres
humanos necesitamos de dos piernas para salir corriendo después de tropezar dos
veces en la misma piedra. Pero el “pero” … ¡Ay, el “pero”! La
cantidad de bofetones sin manos que podemos llegar a dar con un simple “pero”
aunque vaya precedido de un “sí” que se convierte en “no” antes siquiera
de haber nacido.
Cosa corregida
y aumentada a efectos coloquiales son las llamadas “locuciones adversativas”
que, con la ayuda de un manual cibernético, me permito enumerar sin ánimo de
exhaustividad: sin embargo/
no obstante/ antes bien/ al contrario/ a pesar de/ si bien/ con todo/ más bien/
antes bien. Todas ellas
vienen a ser como navajazos verbales con los que algunas personas instaladas en
la eterna contradicción petulante se dedican a eviscerar −por llamarlo en plan
finolis− el ánimo de cualquier interlocutor que ose aseverar algo en su
presencia.
Tornemos a la idea inicial, que no es otra que la de
la toma de posiciones ante lo del tranvía de Jaén, visto desde el lugar
de una persona con sentido común, que ni es urbanista, ni paisajista, ni
política.
No necesito ser urbanista para añorar aquel Paseo de la Estación de mi
infancia, con bulevar central capaz de ofrecer a la chiquillería un espacio sin
peligros de railes traidores.
Como potencial paisajista prefiero los carrillos de “PatatasPaco” fritas en
aceite de oliva a precios convenientes, antes que ese cableado en plan tela de
araña gigante que agobia lo suyo.
Lo de imaginarme “política” en ejercicio es punto y
aparte. Pertenezco a
la época del “aquí-mando-yo”, “usted-no-sabe-quién-soy-yo”, “y-ya-está”. Y,
tras la llamada “transición”, tan llena de la cautelosa generosidad del
tenemos-que-hablar, he desembocado la vejez, casi sin darme cuenta, en un “y-tú-más”
para quienes, según las malas lenguas, se está empleando a conspicuos
académicos a sueldo en fabricar un diccionario de sinónimos de insultos ad
hoc que da miedo abrirlo.
Con mi sentido común, concluyo que esto del tranvía de Jaén es cosa de políticos.
Y, por lo que tengo visto, en esta post-transición tan ramplona como
“adversativa” y navajera que nos ha tocado sufrir, el paisaje es lo de menos;
la urbanidad es un arcaísmo y el sentido común está de sobra. Así que, a ver a
quien se le ocurre opinar.
¡No hay “pero”
que valga!
En CasaChina.
En un 7 de Enero de 2024