VA DE...Batiburrillo literario

domingo, 10 de diciembre de 2023

EL ÁRBOL DE MÁGINA

(Jaeneando)

       Tiene Jaén muchas cosas que nos llenan de orgullo a los nacidos en esta tierra, tan fronteriza al más puro estilo José-Luis-Sampedro como “desfronterizada”; tierra en la que cabemos todos porque esta tierra nuestra es de todos y de nadie. Un poner: en Jaén tenemos un firmamento desmontable, en el que por las noches ponemos estrellas a granel tamaño XXL y por el día apañamos condumios de tal enjundia que hasta la Guía Michelín echa el freno y nos suelta tres estrellas de las suyas como tres soles, que hablan por sí mismas de lo nuestro.

       Jaén, en su diversidad ancestral, es como un puzle de diez piezas, diez comarcas que, una a una, son diez primores capaces de ofrecer de todiquitico. Juntas, son como una España en miniatura.

       En ese Jaén del que hablo hay un árbol categórico cantado por Miguel Hernández en plan inquisición distributiva: …de quién son esos olivos, andaluces de Jaén. Olivas, en femenino, llamamos por aquí a ese árbol vareado y ordeñado sin piedad por los hombres, mientras nuestras mujeres, de rodillas en los ruedos a sus pies, recogían, una a una, las oraciones moradas que en realidad son las aceitunas −que no “olivas”− con las que el árbol por excelencia nos sostiene y nos iguala.

       Si hay algo mágico en la vida, algo que simbolice la dualidad de la existencia, ese algo es un árbol. Un árbol hunde sus raíces en lo telúrico de la tierra hasta donde ningún ojo humano alcanza, y se eleva hasta el cielo como anticipo del último vuelo de las criaturas, que nos abrazamos a su tronco como si fuera nuestra verdadera patria: la patria vegetal. Pienso que Juan Ramón Jiménez estaba abrazado a un árbol cuando escribió aquello: Mis pies, qué hondos en la tierra/ mis alas, qué altas en el cielo. / Y qué dolor de corazón distendido.

       ¿Será por eso por lo que las mujeres de mi comarca, las que han adoptado como santo y seña el rótulo de “enganchadas de un hilo” se han empeñado este año en tejer lo que ellas llaman El Árbol de Mágina?

Miradlas. ¿No son admirables? Mientras que unos pocos necios se desgañitan tupiéndose por un pues-mi-pueblo-es-mejor-que-el-tuyo, ellas, desde hace unos años, tejen todas juntas hilos de colores para darnos las Pascuas.

Si Rafael Alberti levantara la cabeza, en lugar de preguntarse eso de ¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?, se asombraría a sí mismo escribiendo ¿Qué hacen las mujeres andaluzas de ahora?

       Ellas, las mujeres de Mágina, con ese talento que sólo las mujeres rurales tienen, este año han tejido nada menos que un árbol. Un inmenso árbol, con una plataforma por cada pueblo de la comarca, sobre la que han colocado lo más emblemático de sus lugares.

       Indira Gandhi decía: No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño cerrado. Nuestras enganchadas abrieron sus manos para que de ellas salga la luz.

       Si yo fuera una “mandamasa”, o una política de esas que deciden hasta donde le llegan los dineros del presupuesto, o, simplemente, si tuviera una agencia de viajes, ¿saben ustedes lo que organizaría sin pensármelo dos veces? Pues organizaría algo así como la ruta de las tapas, sólo que, en lugar de ir picoteando, engullendo y “ligando”, como se dice por esa comarca, me embarcaría en la ruta de las enganchadas.

       Queríamos mantenerlo en secreto, pero somos muchas y nos gusta hablar entre nosotras en lugar de partirnos la cara. Y, claro, ya se sabe que el día 12 estaremos en Jaén presentando nuestro árbol. Y que allí cantaré yo a esas manos, que igual acarician un hijo que tejen con un lúcido hilo lo mejor de nosotras.

Motivo de las mujeres enganchadas de Jódar

MANOS DE MUJERES ENGANCHADAS DE UN HILO

Se afanan, se encanillan, se aceleran

enganchadas del hilo de la vida.

Punto a punto, suturan esa herida

en la que las ausencias perseveran.

 

Son manos de abundante sementera,

manos hechas al duelo en la partida

que tejen sin descanso la acogida

en ese hogar de paso y de frontera

 

Son manos de agasajos habitadas,

de entrega y de tesón en oleaje,

de abrojos y de aceite laceradas.

 

Son manos de mujeres porfiadas

que convierten el hilo en un paisaje

y el paisaje en utopías saciadas.

En CasaChina. En un 10 de Diciembre de 2023

miércoles, 29 de noviembre de 2023

NOS QUEDA LA PALABRA

(Jaeneando) - Pág. 10/ 29.11.2023

154/2023

Susto me da salir a la calle sin bastón, lo use como lo use. ¡Hay que ver cómo se ha puesto lo de ahí afuera!

Con lo costosísima que es la munición de la palabra, una servidora no entiende cómo se desperdicia en salvas de plaza de armas o en tiroteos barriobajeros, sin echarle cuentas a lo hiriente que puede resultar una palabra o a lo letal de una falta de puntería.

Con lo que se aprende escuchando y lo bien que se está callado.

Lo que pasa es que, cuando la vida se espesa como una bocanada de terral y rozna con jerga portuaria, lo cabal es dejarse de primores, ponerse en jarras si es preciso, salir, incluso en chanclas y sin traspasar el escalón, y lanzarse a decir lo que se tenga que decir.

Quien me conoce sabe que no voy yo por la vida de valiente. Más bien al contrario. Intento no llevarle la contraria a nadie porque, además de saber que en un cuerpo a cuerpo encanallado llevo las de perder por falta de preparación, pienso que hasta en la mayor sinrazón hay una parte de razón respetable y metempsicótica.

No les resultará extraño, pues, que, en esto de la tan manoseada “amnistía”, esté yo atrincherada en mi tan absorto como expectante silencio, mayormente por no molestar. Pero, con tanto ruido como el que se está armando ahí afuera, se me ha removido a mí aquí dentro, en las entrañas, aquella vieja y deslenguada juventud, y se me ha ido bajando y subiendo, desde el cerebro hasta las tripas y desde las tripas al cerebro, la indigestión de la cosa esa del “aquí-no-ha-pasado-nada”, hasta convertirse en rescoldera.

Lo cual que, como todo lo que fermenta en el buche sin acabar de digerirse reclama desalojo y desahogo si no se quiere acabar con las mucosas escaldadas, me armo de valor y tomo una decisión, heroica en mí: me meto los dedos en la boca y agarro lo que más a mano tengo −que es un teclado−, dispuesta al vómito, consciente como soy de que hasta los más incondicionales acaban por apartarse con disimulo de quien vomita por la boca lo que no logra transferir a las tripas y evacuarlo por sus conducto natural, allí donde nadie alcance a escuchar el pedorreo adjunto.

¿Grosería estilística? Sin duda. Pero si hay algo verdaderamente grosero, aunque incontrolable, es lo de vomitar. Lo que pasa es que, cuando llegan las náuseas, no se pueden aguantar y acaba una soltando su propia inconveniencia.

Ahí va mi particular grosería especulativa, aunque en forma de pregunta para no perder mis formas: ¿Qué pasaría si el director de un penal amotinado echara mano de la excusa de “pacificar” la asonada para negociar con los presos una excarcelación sin condiciones, fueran cuales fueran sus crímenes, a cambio de seguir conservando su puesto de director de la cárcel?

Porque esto empieza a parecerse a una cárcel. ¿O no?

Entenderé que, después de semejante “insolencia”, tan carente de sutileza como lo que acabo de vomitar, se me alboroten, se me encrespen, se me enrijen, y me tilden de lo que a bien tengan. Entenderé que los de “la diestra divina” me saquen banderitas con agujero central por el que entiesar el dedo índice, o que los de la siniestra más arriscada me manden al lazareto de los apestados.

¡Váyase usted a…!

¡Vaya! Lo que usted diga. Pero así, no.

Porque una servidora, desde su electa atalaya de La Gauche Divine, piensa que todos tienen derecho a decir lo que quieran y cuando quieran. Como quieran ¡no! No señor. No todas las formas valen.

Pero, si deciden que sí que vale, voy yo y me vuelvo a envolver en el silencio de aquello de “si dicen, que dizan; mientras no hazan…”.

O mejor, en plan poeta más o menos maldita, (o maldecida a diestro y siniestro por los empecinados) me busco cuartelillo en uno de los de La Gauche Divine, me vuelvo a mis cuarteles de invierno en los que, como decía Blas de Otero, “Nos queda la palabra”, y me pongo a clamar por las esquinas, verso a verso, hasta agotar y agotarme en el poema: …Si abrí los labios para ver el rostro/ puro y terrible de mi patria/ si abrí los labios hasta desgarrármelos/ me queda la palabra.

 

TRES ESTRELLAS MICHELÍN PARA JAÉN

159/2023

En mi tierra, al paso de una procesión, lo mismo se suelta a voz en grito un “viva-la-Virgen-de-Cuadros” que un “viva-la-madre-que-te-parió”.

Hablando de lo de parir… En mi tierra, −hablo de antes−, una vez rotas aguas, se avisaba a prisa y corriendo a la comadrona para aligerar el alumbramiento, tarea confiada a mujeres, generalmente abundantes en hechuras y poderosas en ademanes. No vayan a creerse que ese “antes” del que hablo pusiera a las mujeres por delante de los hombres a la hora de darles empleo. Los nombramientos mujeriles se hacían por falta de pretendientes del género opuesto para semejante tarea de precisión: y la concesión a la abundancia obedecía al hecho de que ser un alfeñique no era buena carta de presentación para asistir y meter mano en espectáculo tan prodigioso como un nacimiento, en el que un titubeo en lo que hacer o un aspaviento ante cualquier emergencia podía dejar huérfanica a la criatura por nacer, o de cuerpo presente al recién nacido aún antes de estrenarse respirando dentro del nuevo cuerpo que amamantar, alimentar y mantener en condiciones de buen servicio.

Ahora, aún antes de romper aguas, se apaña un coche, se alarga la comitiva al hospital más cercano, se deja una llevar en camilla a ese sitio de nombre tan provocativo como “paritorio”, y, encaramada a un moderno potro de tortura cubierto con mantelillos verdemanzana, empuja y jadea al ritmo marcado por la batuta de cualquier voz paritaria hasta que se escucha la gloriosa melodía del lloro.

Una vez iniciado el camino de la vida, pasa como con los coches cuando se echan a la carretera: hay que “repostar” cada x kilómetros si no quiere el personal quedarse en la cuneta y convertirse en chatarra.

Quiero decir que las personas podemos hacer o dejar de hacer muchas cosas. Pero lo que nunca podremos hacer es prescindir del yantar, a riesgo de que semejante elección nos conduzca a la meta antes de haber agotado todas las etapas del circuito señalado por el invisible encargado de la vida y de la muerte.

Tantos rodeos para llegar a lo que MiSanto proclamaba, a manera de “bendice-Señor-estos-alimentos” cada vez que empuñaba la faca y la forca: “dignifiquemos lo forzoso; hagamos arte de lo que no queda más remedio que hacer”.

Y es que en mi tierra, en la que todo lo que tenga que ver con el arte de lo imposible se toma muy en serio, se ha convertido en arte esa perentoria necesidad de comer. A ver, si no, qué provincia consigue de una tacada nada menos que tres Estrellas Michelín, que es algo así como tener asegurada la imposibilidad de conseguir mesa y mantel en esos tres lugares de lujo paisano durante más tiempo del que va a tardarse en que baje el precio de nuestro aceite de oliva.

Pues eso: que, a la hora de los condumios, sois/somos muy grandes las gentes de Jaén.

(En lo demás, también).

 

En CasaChina. En un 29 de Noviembre de 2023

 

lunes, 27 de noviembre de 2023

ESCRITURA POLIFÓNICA - Comienzos

 


Hace doce años el escritor colombiano, Juan Revelo Revelo, y yo misma iniciamos la aventura de la ESCRITURA POLIFÓNICA, obras escritas por varios autores como si se tratara de uno solo. 

De entonces a acá, se publicaron varios libros bajo esa metodología de escritura polifónica (MEP) inigualable. 

Hé aquí lo que una de nuestras participantes polifónicas opinaba: 

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TU DERECHO A DECIRLO

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