(Periodiqueando)
62/2024
Como cada mañana, nada más despertarme y ponerme la gota de colirio en el ojo izquierdo (que, desde hace algunos meses está diagnosticado como “ojo seco”, pero que me da a mí que su padecimiento es “exceso de uso”), me lanzo como una obsesa sobre el teclado del ordenador, y escribo "DIARIO JAÉN", a ver si me sale la edición digital, aunque sea con esa “marca de fábrica” con la que identificar intrusos y espantar plagiarios.
Ahí sigue, con sus recovecos de colorines chillones y sus espacios en discreto blanco y negro, con su tozuda vocación jaranera/jaenera envuelta en fanales, zahones y faralaes de nuestros festejos locales y con su imaginería, presidida por Cristos dolientes, calcados a cincel y garlopa desde modelos agonizantes y agitanados; con sus aparentes desperdicios dadivosos de papel prensa, tan repartido a destajo en cualquier evento provincial que hasta las esquelas parecen titulares. Pero, sobre todo, con esos resaltes en color… yo diría que color ¿“ochío[1] con pimentón”?, que desde siempre le da un toque tan propio como el que tiene.
Hago mi diario recorrido por sus páginas como si estuviera dando un paseo por toda la provincia a lomos de mula, con un cierto dolor en los riñones del alma a fuerza de tanto caminar sin opción a detenerme, y saltar en un pispás (de pasapágina) desde la foto que lleva un título tan inquietante como su misma imagen: “el valle de los olivos”, en pleno desierto de Jaén −página 11−, al jaraneo procesional de Garcíez, y sus fiestas San Marcos, que tan buenas calderadas de guiso de habas propicia, (páginas 24 y 25), para desembocar, −¡cómo no!− en el “qué-hay-de-lo-mío” de la página 53, donde vuelven a recordar a todo trapo que una servidora, este año de 2024, es la ganadora del Premio Internacional PERIÓDICO JAÉN de Poesía. (Y yo que me alegro de seguir viva en los papeles. ¡Para qué voy a disimular!).
Pero hoy donde quiero detener mi reata es en la página 59, en la que, también sin escatimar espacio, dan cuenta de uno de los proyectos más luminosos que haya podido echar a rodar un periódico. Me refiero al 36 Concurso de Redacción PrensaEscuela, a través del cual el periódico de nuestra tierra se ocupa de nuestra verdadera TIERRA DE PROMISIÓN: LA INFANCIA.
De buena tinta sé que en esa actividad se está empeñando algo más que papel, medios materiales y propaganda.
Tanto es así que, el otro día, cuando cumpliendo con las mejores normas de cortesía, me telefoneó el director del Periódico para comunicarme la concesión del Premio de Poesía, y antes de que me dijera el motivo de su llamada, creí yo que este era el de convidarme, como antigua MaestraEscuela de Jaén, a ir a una de esas aulas rurales a embelesarme con la chiquillería mientras él, con cuatro recortes, media docena de gorros de papel, treinta lanzas de lápices de colores y una labia propia de quien ama las palabras, la embelesa, en plan Flautista de Hamelín, para que lo sigan por las veredas del periodismo que el lleva en la sangre como una ameba.
Y la chiquillería, inmersa desde lo lúdico en ese proyecto PrensaEscuela, se lanza al juego de escribir como si escribir fuera el atanor inevitable por el que evacuar lo que se lee.
¡Cuánto talento lo de invertir en infancias!
La infancia, más que nuestra patria como dijo Rainer Maria Rilke, es nuestra verdadera tierra de promisión. Y quienes, como el Diario Jaén, la convierten en su propósito, están bendecidos por el maná de la palabra.
En CasaChina. En un 27 de Abril de 2024
[1] OCHÍO: para mis colegas de África y de América, que tanto me han escuchado hablar de estas cosas de mi tierra, les recomiendo que, mientras vienen y no vienen a catar este manjar tan nuestro, le echen un vistazo a la Wikipedia: