VA DE...Batiburrillo literario

lunes, 5 de agosto de 2024

ARBUNIEL 2024

 

121/2024

Eran pasadas las siete de una tarde de verano agosteños en un lugar de Sierra Mágina llamado ARBUNIEL,  cuando sonó el trompetín de órdenes, esta vez en forma de aplacamiento de voces concurrentes, hasta convertirse en un murmullo vecinal expectante por debajo del escenario y en una cálida compañía encima de él.

Me había llegado mi hora.

Había llegado la hora de decirle a esas gentes lo que yo sentía, y cómo me sentía, en Arbuniel, y lo iba a hacer flanqueada por dos mujeres que, a estas alturas, cualquiera que las conozca sabe que son únicas: CRISTINA VICO, la que ejerce como eficaz “Técnica de ADR”, siendo como es muchísimo más que “eficaz técnica”; por decirlo de la mejor manera entendible, siendo su “alma mater” entre todos sus “páter” que en SM existen, tan imprescindibles para nuestra singular comarca como nosotras mismas; y ANAMARI GARCÍA, a la que conocen como “alcaldesa pedánea” de Arbuniel, siendo como es su “locomotora” femenina entre algún que otro “motor de arranque” masculino de cada día, sin cuya puesta en marcha se para el carro.

Con una mirada me bastó para descubrir “entre todas las mujeres” a una tercera mujer, −que entre nosotras nunca hay dos sin tres−. Una mujer de esas que hacen recapacitar sobre la errata ancestral de llamar “género humano” al personal cuando es una evidencia que, a la hora de estar en algún lugar solidario, habría que usar el femenino: “génera humana”, que es el concepto “humanidad”. La tercera a la que me refiero es a MANUELA ROSA JAENES, la adjunta a la dirección del DIARIO JAÉN, dispuesta ella a dar a la pedanía de ARBUNIEL la visibilidad que merece el tremendo esfuerzo de un pueblo tan lleno de hidalguía como ella misma: Garbo y elegancia/ de una raza vieja/ que gasta diez duros/ en vino y almejas/ mercando una cosa/ que no vale tres.

Manuela Rosa: la mujer que atesora información que no sé de dónde la saca, y luego la reparte como quien reparte con sus propias manos una hogaza de pan recién cocido.

 

Y en el entorno, mujeres, mujeres, mujeres…

 

      Y, a mi espalda, mujeres, mujeres, mujeres… esas fotos tomadas a las mujeres de la pedanía por un muchacho, DANIEL SERRANO GARCÍA, capaz de entender con sus escasos veinte años la grandeza madurada en rostros, captada en su esencia de cuidadoras del tiempo, y a cuya exposición le ha dado un título tan lleno de sabiduría: ¡MADRES! Y no porque la función de la mujer sea la de madre, −me aclaró el muchacho− sino porque LA MADRE, como concepto, es la poderosa guardadora de la especie. La engendradora inmortal de vida eterna y no perecedera.

NADA EXISTE SIN LA MADRE

 

Miré hacia el público y, tras musitar para mis adentros un “benditos seáis entre nosotras las mujeres”, me reconfortó comprobar que también había hombres: esos compañeros nuestros −que no amos− que nos acompañan en esta tarea de amar que es el vivir nuestro de cada día.

BENDITOS ENTRE LAS MUJERES

 

Puse yo en marcha lo que había ido a decirles, según constaba en el programa de LA SEMANA CULTURAL DE ARBUÑEL y, cuál no sería mi sorpresa cuando, al terminar de hablar, me sentí envuelta en un uno y único abrazo universal de todos los brazos allí reunidos para eso: para el abrazo.

…Y BENDITOS SEAN LOS ABRAZOS UNIVERSALES

 

        Por un momento, mientras me envolvíais en amor, me tendíais las manos, y me pedíais el texto escrito de lo que había dicho, tuve la sensación de que me demandabais un puñado de palabras a granel, como cuando mi bisabuela instaló la fábrica de la luz en Bedmar y, al día siguiente de inaugurarla con una bombilla de alumbrado público, se montó aquella caravana de mujeres que, desde el pueblo hasta el Barranquillo, la casería que le servía de hogar, y recipiente en ristre, demandaban que les echara un cazo de luz para el apaño de la casa.

Las palabras son luz. Qué duda cabe.

 

        Imposible negarme a entregaros mis palabras escritas con lo mejor que de mí tengo. Aquí están. A vuestro servicio.

 

CHARLA EN ARBUNIEL





SECA − TIERRA HÚMEDA

Arbuniel, recitado y amado a un mismo tiempo

120/2024

Os preguntareis que a qué viene una forastera ya entrada en años y salida de la nada al pueblo de Arbuniel, pueblo que, por otra parte, no me negareis que tiene muchos más años que una servidora.

Os diréis que de qué va a hablar una servidora en este lugar donde ahora estoy como si estuviera puesta en jarras en una plaza pública a la espera de las primeras lluvias; o como si yo fuera una sacamuelas sin carromato con sus farolillos y sus flores de papel, o una vendemantas zamoranas sin camión con apertura trasera; o una predicadora de bendiciones a granel sin sotana.

Bueno, vaya por delante que, entre otras cosas, que a lo mejor tiran menos, soy poeta.

¿Y qué pinta una poeta en mitad de una Semana Cultural de un lugar de Sierra Mágina?

¡Paciencia! Algo tendré que contaros, después de haber hecho cientos de kilómetros para llegar hasta aquí, aunque sólo sea porque las iniciales de Sierra Mágina coinciden con las de mi nombre y apellido: SM son las de esta tierra y las de esta mujer que comparece ante vosotros, dispuesta a mantener como verdad de fe algo que no debierais olvidar: que quien no tiene un poema en su vida, y algún o alguna poeta de quienes echar mano en cualquier apuro, debiera buscárselos. Porque un poema acaba con cualquier rescoldera y una poeta acaba siempre con cualquier cosa torcida, porque su lenguaje es el lenguaje del amor.

No sé si estáis conmigo, pero, dicho lo dicho, no nos va a quedar otra que hablar en lenguaje poético, que, entre otras ventajas, tiene la de ser más corto que las proselerías,  y hasta pudiera ser menos cansino que el de esas conferencias de eruditos para las que yo no acabo de encontrar el norte.

        Por eso, dejadme que comience diciendo que yo no vengo aquí a “colocaros” un discurso de cumplido, ni un sermón de misa mayor. Vengo a deciros, al más puro estilo de Manuel Machado, que he atravesado soles implacables y caminos llenos de “…sangre, sudor y lágrimas/ por la terrible estepa castellana”, para poder llegar hasta la tierra que me vio nacer hace algunos lustros ahí mismico, en Bedmar, como quien dice ni a diez leguas de aquí, detrás de esos cerros que más que fronterizos son abrazadizos, y por cuyos ocultos atajuelos y tabucos subterráneos se saludan entre sí las aguas benditas de toda Sierra Mágina.

Y ya que me agarré como a un salvavidas a las palabras de uno de los Machado poetas, don Manuel, para hablaros de su …sangre, sudor y lágrimas, permitidme ahora echar mano de la voz del otro hermano Machado, igualmente poeta, de don Antonio, para poder expresar lo que sentí nada más salir de la Mancha y cruzar el paso de Despeñaperros:

Ya en los campos de Jaén,
amanece. Corre el tren
por sus brillantes rieles,
devorando matorrales,
alcaceles[1],
terraplenes, pedregales,
olivares, caseríos,
praderas y cardizales,
montes y valles sombríos.
Tras la turbia ventanilla,
pasa la devanadera
del campo de primavera.
La luz en el techo brilla
de mi vagón de tercera…

 

Vagón de tercera me parecía mi coche de lo lento que se me hacía a mí que avanzaba camino de este encuentro.

Encuentro que ha hecho posible para vosotros y para mí una sencilla alcaldesa de pedanía, la vuestra: Ana María, a quien algunos de los de “vestirse por los pies” a lo mejor quisieran echar de su silla pedánea −como siempre pasa con nosotras, las mujeres− pero a la que todos echarán de menos cuando ya no la tengan. ¡Tiempo al tiempo!

Pero vamos a lo que vamos, que no es un quitame allá ese sillonzuelo municipal.

Sabed que el poeta del que antes hablé, −don Manuel Machado− hermano de don Antonio, dijo de la tierra hermana y fronteriza, Granada, que era “agua oculta que llora”, cosa que a mí me hizo pensar en Arbuniel, que no iba a ser menos después de tantísimos años de rozarse los costillares con Granada, y fue y sacó sus aguas a la superficie para poder llorar sin ocultarse por todos los viajeros que pasaron sin ni siquiera saber que aquí hay que pararse, porque, como me gusta decir, y se lo tengo dicho a otra alcaldesa pedánea, Toñy, la de La Hoya del Salobral, después de sentarme a su mesa, una tierra no se conoce hasta que una no se sienta a la mesa de algún vecino y habla con la familia mientras come su pan, y bebe el agua de sus fuentes, y siente el fuego de su lumbre calentándole las melancolías.

Porque, decidme: ¿conocéis alguna fiesta o alguna pena que no se transite a fuerza de condumios y bebedizos?

Para cualquier cosa se organiza un cebero de pitanzas quizá por aquello de que los duelos con pan son menos.

 

Si lo sabré yo…

Sabed vosotros que, antes de que Arbuniel fuera casa, y vecindario, y lumbre y pan, y penas o alegrías, …fue río. Que no solo de pan vive el hombre, o eso debió pensar el Creador cuando nos puso las apetencias de ambas cosas.

Arbuniel: agua. Solamente humedad de río empapando su tierra seca. Solamente agua. “Agua oculta que llora”. Agua que libera del original pecado de haber nacido piedra. Agua de vida. Agua que le lava la cara a las sierras para que amanezcan esclarecidas.

Solo esencia de agua que, como dice el poema, nada se queda para sí y todo lo da al caminante de paso que se aleja de aquí llevándoos en su pensamiento:

Todo para ellos, todo, todo:

viñas, colmenas, pinos, trigos…

Yo bastante he tenido

con mi ilusión de luz

con mi acento divino.

He sido cual la rosa: todo esencia.

Igual que el agua: sólo desvarío.

Y fueron ellos

tierra sana a mi raíz ansiosa

y cauce humano a mi raudal altivo.

¡Todo!

Que si ellos no han amado nunca

qué pobres habrán sido.

 

Dejadme que reflexione ahora sobre eso que se dice, y Arbuniel lo desmiente: que el agua, como el tiempo, es un bien escaso.

Sabed que por algún sortilegio que os ampara,

ni el agua ni el tiempo son escasos en Arbuniel

porque Arbuniel es agua.

Y el tiempo se detuvo a mirar cómo el agua saltaba de piedra en piedra.

Hasta la eternidad.

 

Esa piedra seca con la que hicisteis eras, y muros y casas de caracol y…  Esa piedra guarda en sus entrañas una tierra fértil y húmeda a la que arrancarle lo justo para dar de comer al hambriento y posada al peregrino. Y justamente lo poco que el desamor acarrea.

Y ¡cómo no!, sombra de buen árbol de huerto bien regado, a cuyo pie se pueda reposar el caminante. Un árbol como el que vuestras mujeres levantaron punto a punto: el Árbol de Mágina de Arbuniel al que a la fuerza tuve que cantarle:

 

EL ÁRBOL DE MÁGINA en ARBUNIEL

00/2024

El sonido del agua es su lenguaje.

¿Su historia? Es un cruce de caminos.

Industriosos ingenios sus molinos.

Solad de quebrantados su paisaje.

 

Tan llano es, tan íntimo hospedaje

el que acoge los pasos interinos

que revierte en hogar de peregrinos,

y en ofrenda de líquido homenaje.

 

Con ancestral paciencia, sus mujeres

convierten este pueblo en un mantel

y de lana tejen amaneceres.

 

Porque en el agua embeben sus saberes

hoy le canto a las aguas de Arbuniel

y me abrazo a la luz de sus mujeres.

 

En CasaChina. En un 2 de Enero de 2024

https://soco-marmol.blogspot.com/2024/01/soneto-al-arbol-de-magina-en-arbuniel.html

 

Pueblo, o acaso menos, Pedanía. O, acaso, MÁS. Porque sois mucho más que sólo pueblo o solo pedanía. Sois los cuatro elementos esenciales con los que el Creador hizo el mundo: Lo seco, lo húmedo, lo caliente, lo frío: (Tierra, agua, fuego, aire).

Lo paradójico, en fin, para no ser de nadie siendo de todos.

 

Curioso, ¿no? Que careciendo de casi todo seáis capaces de darlo todo. ¿Os habéis preguntado alguna vez qué sería del mundo sin vosotros?

¿Qué sería del agua sin la tierra? ¿Y al revés? ¿Qué sería Arbuniel sin su aguas? ¿Y el agua de Arbuniel sin sus tierras?

¿Qué sería yo misma, eventual caminante, sin poder embeberme en vuestras palabras, y derramar vuestra tinta de vida en mis cuadernos?

¿Qué sería de la tinta sin el papel?¿Qué sería de la plumilla sin el palillero? ¿Y del palillero sin la mano que lo guia?

¿Y de la mano sin el pulso? ¿Y del pulso sin la palabra recogida al borde de cualquier camino…?

       Ganas me dan ahora de llorar contemplando vuestra tierra y sabiendo que, pasadas unas horas, deberé regresar a mis soledades con un hatillo de abrazos por desenvolver y una almorzada de recuerdos por ordenar.

      Y entonces me pregunto:

¿Qué serían las lágrimas sin agua?

¿Y del agua sin cauce?

¿Y el cauce sin azadón que sepa guiar los manantiales y abrir los chanquilones para que retocen los nenes en las horas de mayor calor?

¿Y del azadón sin las manos campesinas?

 

Hoy este pueblo es un manantial de fiesta y regocijo que nos convoca a un acto cultural, y aquí estoy yo: dispuesta para la voz y para el abrazo.

¿Existe mayor privilegio que este aposento?

 

Mientras imaginaba mi estancia entre vosotros, compartiendo vuestra feria de palabras, vino a mi memoria, cantada por otro poeta que supo ver en Andalucía, esa dureza semejante a la piedra seca con la que se oculta la más fértil tierra húmeda de las profundidades, donde cualquier cosa material pierde sentido comparado con la hidalguía que os adorna y con la que nos honráis a quienes aquí llegamos.

        Con las palabras de José María Pemán más que con las mías quisiera yo envolver estos últimos momentos, metiéndome de lleno en su…Feria de abril en Jerez a la que nada tiene que envidiar la vuestra, razón por la que me permito la licencia de traerme aquí de prestado esa feria suya para celebrar la Semana Cultural que nos reúne. Que, a fin de cuentas, esto es Andalucía, y Andalucía no sabe ni quiere levantar más fronteras que las del abrazo:

 

Y es que Andalucía

es una señora de tanta hidalguía

que apenas le importa lo materiá’.

 

Ella es la inventora de esta fantasía

de comprar y vender y mercar

entre risas, fiestas, coplas y alegría

juntando a la par negocio y poesía...

 

La feria es un modo de disimular.

 

Un modo elegante de comprar y vender.

 

Se lo escuché decir a un tratante:

—Hay que ser inglés pa’hacer un negocio

poniéndole a un socio un parte

con veinte palabras medías,

que cada palabra cuesta un dinerá:

“Compro - vagón - muelle - cinco toneláh.

Stop. Urge - envío... Stop”.

 

¡Qué cursilería!

En Andalucía

con veinte palabras no-hay ni pa’empezá...

¡Que ar trato hay que darle su poco de ...!

 

Lo de menos, quizás, es la venta.

Lo que más es la gracia, el aqué,

y el hacer que uno no vuerve

y vorvé,

y el darle al negocio su sal y pimienta

como debe .

 

Negocio y poesía:

¡Feria de Jerez!

(“Fiesta en Arbuniel”)

¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja

que gasta diez duros en vino y almejas

mercando una cosa que no vale tres!

 

(¡Arbuniel!)

¡Jerez!

Er cielo bonito se viste de oro y añil.

Lo mismo iba Joselito aquella tarde de abril

en la Maestranza, en Sevilla.

 

¿Te acuerdas?

¡Qué maravilla de tarde de primavera llena de luz y de olor!

De allí se fue a Talavera —¿te acuerdas?—y no vorvió...

 

Pero vorvamos al caso:

Móntate a la grupa mía.

No hay en to’a Andalucía

caballo de mejor paso

ni de andar más señoril.

 

Vamoh a echarle un vistazo,

niña, a la feria de (aquí) abril.

 

¡Qué filosofía la de aquellos mulos castaños!

El lote,

bajo la modorra pesada del día,

parece hecho en barro.

Por delante, al trote,

pasa un señorito, cruza un ganadero,

dos cocheh, un auto...

Nada leh asombra.

Cada uno busca su pizca de sombra

bajo las orejah de su compañero.

 

Y se empieza el trato.

Pinta un garabato la vara de “El Coli”.

Se apoya en el anca.

Saca su pañuelo —verde y raya blanca—

lo dobla,

lo guarda sacando la punta,

tose, escupe, pisa,

se para y pregunta:

—¿Cuánto… dah por ella, Currito Duran?

 

—De loh setecientos no subo un real:

eh gacha y rendi’a sobre el menudillo.

 

—¿Tieneh mal la vihta?

 

—La tengo cabal.

 

—¿No eh buena la jaca?

 

—Para un organillo.

 

—¿Lo dice la envidia?

 

—¡La formalidá’!

 

—¿Estáh ya… pintón?

 

—Tengo hiperclorhidria.

 

Pueh ve a Lanjarón...

 

Y rueda un lejano sonar de cencerros

y un mugir de vacas y un ladrar de perros.

Rebuzna un borrico,

grita un mayoral

Se ha escapado un mulo,

corren tres gitanos.

La yegua alazana se ha puesto de manos,

y ha encallao un “Austin” en un barrizal.

Zumba un rebullicio, largo y palabrero.

 

—Mira, tito Jaime, parece un inglés.

 

Y en un alazano pasa, caballero,

con chaqueta corta, don Pedro…, el Marqués.

 

Y hay un viejo negro, cenceño y enjuto,

que vende globitos,

y el que a dos reales retrata al minuto,

y el que ofrece flores

y el que vende pitos.

 

Y el gitano viejo que olímpicamente,

tratando sus burros, charla, llora y miente

con el gesto grave de un emperador:

ricitos de negra, mirada gatuna,

la cara verdosa como la aceituna

y los dientes blancos como el alcanfor.

 

Y aluego el paseo:

la hirviente cascada de coches y gente que orla las barracas.

Gritos, altavoces, tambores, matracas:

“¡Pasen, pasen, pasen!”.

“Vean la serpiente”.

“No hay peligro alguno”.

La entrada, un real."

“¡Pasen, pasen, pasen!”

“Costumbres de Oriente

vistas y figuras”.

“No hay nada que atente contra la moral.”

 

—Y cam, cam—campanas;

y tan, tan—tambores

y ta-ra-ra-ri-ra: trompa y cornetín,

y un puesto de tortas,

y un puesto de flores,

y uno de alfileres falsos en serrín.

 

Y gente y más gente que viene y que va.

 

Y una voz chillona que en los caballitos comenta inocente:

¡Qué gusto que da!

 

Y voces, y pitos:

“Pase el señorito, pase el caballero”.

“Museo de Joselito, con la muerte de Granero...”.

 

Y un bullicio jaranero

que va y que viene, y que corre y anda.

Y el vals de “Luisa Fernanda” tocado con un trombón.

 

Y el quejido laaaargo de un acordeón.

 

Y una voz:

“El cieeeego: tened compasión”.

 

Y otra:

“Una limosna para el pobre manco...”.

 

Y los cencerritos que en el tiro al blanco

mueven unas tristes vacas de cartón.

 

Se luce el recluta junto a la niñera.

 

Y la mama obesa vestida de raso

lleva dos de largo y una tobillera.

 

¡Y qué dialoguillos se cogen al paso!:

 

−Y aquella barraca, ¿qué es lo que es?

 

—¿Qué dice el letrero?

 

Petit Cabaret.

 

—¿Y el cartel qué pinta?

 

—Pues una mujer en malla y camisa…

 

—¡Qué desfachatez!

Juana, Paca, Elisa: pasar más aprisa...

¡Esto no se ha visto (nunca en Arbuniel) jamás en Jerez!

 

Y así va la feria:

como en una noria,

una, cien mil veces pasa el cangilón.

 

Y así se va el día.

 

La noche ha cerrado.

 

Llega el farolero, gruñón y cansado,

que viene apagando la iluminación.

 

Y queda un borracho, que, de lado a lado,

va gritando:

¡Viva la revolución!

 

Pasó el rebullicio, pasó la alegría...

Así son las cosas de esta Andalucía:

la formas brillantes y el cajón vacío.

Pa tan corto cante, tan largo el jipío.

 

A menos negocio, mayor fantasía.

 

Así son las cosas de esta Andalucía:

más sal que sustancia...

(Fiesta de Arbuniel) ¡Feria de Jerez!

¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja

que gasta diez duros en vino y almejas

mercando una cosa que no vale tres!

 

      Va llegando la hora de callarme. Vayamos alzándonos del sitial, que digo yo que estas gentes querrán irse al baile...

      Pero, antes, y si la emoción de estar aquí me lo permite, permitidme una última licencia: la de dejar entre vosotros mis propias palabras, hechas versos a la vieja usanza, como lo es el soneto:

 

 

GENTES DE ARBUNIEL

 

Sois de Arbuniel un tiempo que transita

por ramblas de abandono inmemorial.

Raudales de desidia universal

que abruma, que enmudece, que encabrita.

 

Sois la palabra “olvido”, manuscrita

a golpe de dolor inmaterial.

Sois códice de roca y pedernal,

sois fértil humedal, agua bendita.

 

Agua, carrizo y piedra os circunvalan.

Y en vuestra reciedumbre se sostienen

los cauces que en honor os apuntalan.

 

Abridme vuestros brazos que ajornalan

antes de que los tiempos nos gangrenen.

Piedra, agua y largueza nos igualan.

 

En Arbuniel. En un 1 de Agosto de 2024

 

 

 



[1] RAE: alcacer  De alcacel.

1. m. Cebada verde y en hierba. Sin.:

  • cebada.

2. m. cebadal. Sin.:

  • cebada




estar ya duro el alcacer para zampoñas: 1. expr. desus. No ser ya el momento oportuno para la realización de algo. −//− 2. expr. coloq. desus. No estar ya alguien en edad de aprender o de hacer algo.

Sinónimos o afines de alcacer. cebada. cebadal.

martes, 23 de julio de 2024

DECISIÓN AJENA

 

(SM: Saberes de una Mediadora)

113/2024

Los saberes llegan a su destino como deben llegar.

Y cuando deben de llegar.

Nunca antes.

Ni después.

 

No es lo mismo nacer y criarse, un poner, en Coruña, donde el orballo enseña desde bien chicos a evadirse de lo húmedo como del mismísimo demontre, y obliga a apretar los ojos en mitad de la intemperie como un cegato afanándose por afinar la visión del entorno, que nacer, un poner, en Jaén, donde lo que ciega es el tamo, donde el secarral no da tregua, y las calorinas de la calima abocan a mirar de reojo mientras se busca a ciegas dónde poder echarse en remojo al más puro estilo aceituna de cornezuelo. (O de cornachuelo, que es como les dicen en mi pueblo a esas aceitunas precoces, de larguras espingardadas y hechuras semejantes al pitón de un morlaco, aunque visto en miniatura y coloreado en verde manzana).

Las decisiones sobre cómo mirar la vida, en un sitio o en otro, no pueden ser las mismas porque “el cristal con que se mira” tiene colores disparejos.

Decidir, aunque la decisión sea no-decidir, es lo más arduo con lo que se enfrenta cualquier persona en su día a día.

Lo único que ayuda a la hora de decidir es hacerlo desde los propios aprendizajes, los adquiridos desde la niñez, pulidos durante el expurgue de la madurez, y mantenidos como un último anclaje hacia el final de la vida, eso que en metáfora emocional viene a ser “vivir de las rentas”.

Tardé yo en aprender la esencia de la neutralidad adoptada como instrumento de excelencia en la ecología de las relaciones humanas. Sólo cuando asimilé como teorema que cualquier decisión ajena es respetable, pero no necesariamente venerable o asumible como propia, comencé a verme crecer en el desarrollo del entorno. Y, como casi siempre, el conocimiento me llegó de la mano de una situación concreta que pedía una decisión personal.

La cosa ocurrió así:

Sucedió que un día mi compañero de vida se resbaló y cayó a la parte más profunda de la piscina, que en nuestra casa de Marbella era muy profunda. Él no sabía nadar, porque su infancia transcurrió en tierras de costa demasiado frías como para atreverse a meter el pie en el agua. Se trataba de mirar al mar desde lejos y tal como lo que allí era: una hermosura inhóspita dispuesta a cuajar hasta el alma al menor descuido.

Crecida yo tierra adentro, en los dominios de las calorinas más secas y despiadadas, mi infancia fue una diaria búsqueda de albercas sin hondura conocida, donde poder resistir y subsistir en remojo, lo que supuso que pronto aprendiera a nadar como una rana, sin necesidad de dómine tutor ni adquisición impuesta de estilo ajeno. Se trataba de refrescarse; no de lucirse.

Cuando sucedió lo de la caída al agua de mi compañero de vida, ni por un segundo dudé lo que tenía que hacer. Decidí sobre la marcha echar mano de mis destrezas, tirarme de cabeza e intentar sacarlo del agua. Estaba en juego su vida.

Algún tiempo después, en la Pirámide del Sol, en México, mi compañero de vida, tras remontar sin demasiado entusiasmo tres o cuatro escalones, decidió negarse a subir más porque decía que la cima estaba demasiado alta, él desfallecía, y no le compensaba lo que hubiera de ver desde lo más alto. Yo, que sí que ansiaba mirar otros horizontes, quise ayudarlo a compartir lo que él no deseaba, y tiré de él durante algunos peldaños más que el pobre subió a trompicones entre jadeos agónicos; pero era patente que aquello no funcionaba. Cuando me convencí de que, de continuar empeñada en que él hiciera lo mismo que yo deseaba hacer, ambos nos quedaríamos a mitad de camino, y ninguno de los dos alcanzaría la cúspide, decidí seguir subiendo sin él, quien no por quedarse atrás moriría.

Aquel día aprendí y comprendí que, aunque esté dispuesta a tratar de salvar de la muerte (física o mental) a alguien, si puedo y creo saber hacerlo, nunca debiera sacrificar mi ascenso (físico o mental) a la holganza activa resuelta por terceros cuando en ello me va el ascenso propio sin beneficio para nadie.

La elección de quedarse atrás es su decisión. No la mía.

 

En CasaChina.  En un 21 de Julio de 2024

lunes, 15 de julio de 2024

EL ÚLTIMO MILAGRO EN LA HOYA DEL SALOBRAL

 


LA MULTIPLICACIÓN DE LOS POLLOS Y LAS PAPAS

117/2024

     Haberlos, haylos. Me refiero a que, en La Hoya del Salobral, donde resido desde anteayer y dejaré de residir mañana, siguen produciéndose los mismos hechos prodigiosos −llamenlos milagros o patrañas si así lo prefieren− que cuando el Santo Custodio vivía en esa casita que hay allí a mano izquierda, donde se ensancha la calle por la que se entra en la aldea y un árbol terminado en copa sombrea el pequeño monumento terminado en un ángel conmemorativo.

    Porque, vamos a ver: no me digan que no es un verdadero prodigio que en una pedanía perdida entre mil montes y diez mil vaguadas exista una alcaldesa pedánea, una tal Toñy Rosales que, ni corta ni perezosa, desde que está de alcaldesa, además de levantarse a la hora de las cabras para ir a analizar la calidad de los depósitos del agua, a revisar tuberías y a vigilar que los escasos doscientos habitantes puedan despertarse tranquilicos, va y se inventa ella una cena comunitaria para homenajear en buena compaña a la Virgen del Carmen que, por lo que le vi yo ayer mismo cuando entré a saludarla subida en sus andas, estaba con una miaja de enojo en la cara, recordando cómo se festeja a su “sosias”, la Morenita, con la que comparte ermita y devoción vecinal.

    Puestos a seguir refiriendo milagros, anoche fui testigo directa de algo parecido a lo de la multiplicación de los panes y los peces, pero con cambio de menú. Lo que anoche se multiplicó fueron los pollos y las papas. Convertir la explanada de la ermita en un comedor comunitario corrido, donde se sirvieron 200 raciones de pollo asado, no-sé-cuántas bebidas de las de alegrar las pajarillas con mayor o menor graduación, además de los entrantes y salientes, y una cacelotá con colmo de papas a lo pobre por cabeza, riquísimas por cierto, tampoco se hace así como así a no ser que media docena de ángeles se quiten las alas, se pongan los mandiles y se afanen en sacar adelante el dichoso milagro de la alcaldesa multiplicadora de pollos y papas. Porque, aquí, entre nosotros, no puede decirse que Toñy, la tal alcaldesa pedánea, cuente con un presupuesto ni siquiera medianamente holgado del que poder tirar para juntar y darles de cenar a sus doscientos convidados −entre los que tuve la suerte de encontrarme−. Por escasear dineros en estos núcleos rurales perdidos en nuestras carreteras locales y caminos del Patrimonio, debo informar de que hasta la marmita donde aviar el guiso tuvo que hacerla en plan artesanal su marido, Ángel, del que tengo para mi que apunta maneras, primores y humildades que me hacen pensar si no será él un escogido por las energías que emanan de las entrañas de estos parajes para remedar las proezas y buen hacer de su Santo Custodio.

    Esta misma mañana le preguntaba yo a Toñy que cuántas patatas pelaron para el avío, y las cifras se me borraron de la cabeza porque traspasaban los tres dígitos una cosa con otra, entre patatas, cebollas, pimientos y no está ya una para echar números. Con lo único que me quedé fue con que en el pote añadieron ¡un kilo de ajos!

    Milagroso fue ver al vecindario aposentado en las mesas trasegando gloria, y verlos después, como una fila de hormigas, desmontar y acarrear tableros, borriquetas y sillas, y retirarlas a hombros, en perfecta formación, para dejar la plazoleta expedita para el bailongo comunal que fue…¡Lo que fue y me callo!

    Algo de reparo sí que me da referirme al último milagro conocido en La Hoya del Salobral y verán ustedes por qué. Esta mañana se ha extendido por los corrillos del vecindario que, a eso de las cuatro de la mañana, en mitad del silencio que a esas horas campa a sus anchas por semejantes cimas y caminos de cabras, algunos vecinos escucharon cómo volaba por los cielos de la Aldea los sones, quizá algo desafinados o acaso aguardentosos, del “cumple-años-feliz” cantado a pleno pulmón por lo que parecía un coro mixto.

    −Venía como de la parada del autobús que queda en el cruce de la carretera de Frailes. Y cómo no sería que tentada he estado de llamar a los Civiles a que vinieran a ver qué pasaba el La Hoya a semejantes horas− le hemos escuchado decir a una vecina, mientras que a nosotras −y no diré los nombres de “las nosotras” por respeto a la intimidad e imagen de “autoridad”− se no ponía cara de “tío-tío-que-yo-no-he-sío”.

    Lo que sí que hemos hecho es alargarnos hasta la parada del autobús, no fuera a ser que anoche, con lo baldaicas que estábamos nosotras cuatro −dos alcaldesas, una técnica de una cosa que no miento y una anciana provecta como una servidora− y lo desafinados que estaban los dos que nos acompañaban −un ángel de nombre, hechuras y de hechos y un mandamás periodiquero algo encanecido− nos hubiéramos dejado algún resto de la celebración del cumpleaños de Toñy, que fue hace dos días pero que, con el jaleo de la multiplicación de los pollos y las papas para darle de cenar a una aldea entera, no hubo tiempo de celebrarlo, ni mejor lugar donde hacerlo que en un cruce de caminos donde otra vez se entonó lo del “cada mochuelo a su olivo”, mientras un paisaje de olivares comenzaba a enseñar amagos de aurora.

En un lugar de La Era de las Estrellas. 16 de Julio de 2024

   

sábado, 6 de julio de 2024

MEMENTO HOMO

 

(Periodiqueando con un “Eso no se hace…”)

114/2024

Si lo que leo hoy, 06/07/2024, en el DIARIO JAÉN es verdad…, ¡qué quieren que les diga! Que eso no se hace.

Pues ¿saben lo que les digo, ahora que la edad me admite decir lo que pienso? Que si lo que leo es verdad, lo que ustedes están haciendo es una cochinada propia de la cochiquera en la que residen, servidos a mesa y mantel con cargo al erario público.

Lo que yo les diga que, mientras me aguanto el coraje, me sacudo como puedo la aprensión que me entra patas arriba por purititas razones de solidaridad en lo provecto de mi edad, y me atuso con jaboncillo los pelos de la coronilla, que se me van poniendo como escarpias según voy leyendo la noticia, lo que se me viene a la boca es una letanía tan cansosa como apuntalada por lo que la vida me ha enseñado: Eso no se hace, eso no se hace…

¡Eso no se hace!

Si un ayuntamiento como el de Silex, tan rural y lugareño como lo son todos nuestros ayuntamientos de Jaén, va y monta una residencia de cercanía local para sus vecinos más ancianos, −aquellos que operaron y asistieron los logros de nuestra infancia y de nuestra juventud a costa de mil carencias propias, pero que ya no alcanzan a manejarse por su cuenta−, tengan un sitio donde vivir los años que les queden todavía lo más cerquita posible de su casa y de sus paisajes y paisanajes de siempre, no está bien que los que escalaron a gatas espacios de poder bien trajeado gracias al desarrapado deslome de sus ancianos vayan y se pongan a mercadear entre ellos con soledades indefensas.

Es casi lo mismo que lo de “externalizar” beneficios, con cargo al plato de lentejas de chiquillos sin comedor escolar o a pupas vivas sin servicio médico de urgencias en condiciones, o a centros de internamiento de menores puestos en  manos privadas, vendiéndoles a “fondos buitre” lo que ellos, los que mandan, consideran carroña, sin darse cuenta −¡NECIOS!− de que bien mirado, la carroña son ellos, y que… tiempo al tiempo, que …a todo cerdo le llega su sanmartín.

Tomo de nuestro paisano Julio Cruz García la LEYENDA DEL PEÑÓN DE URIBE y su simbología sobre “El culto al Rey Sagrado”, que ahí dejo como aviso a navegantes, no sin antes repetir la alerta del refrán aplicable a cualquiera por mucho parné que maneje ahora; porque hasta a los más epulones, de esos que a día de hoy pueden pagarse sanidad privada y servicios exclusivos −cualquier “servicio”− a domicilio, pueden montarles de un día para otro uno de esos “ERE” que los mande directamente a una “residencia” pública indeseada: memento homo…, que, aunque no podáis ni imaginarlo siquiera, marranadas las hay en cualquier sitio porque …quien nace lechón, muere cochino. Y ya se sabe: …a todo cerdo le llega su sanmartín.

  LA LEYENDA DEL PEÑÓN DE URIBE 

 https://youtu.be/pWhD9y-iB54?si=gZLow8CHJwLyhHC0

ALUCINACIONES

  169/2024        Quiero pensar que no es cosa de la edad, sino más bien de alguno de esos malhadados bajones de azúcar visual y auditiva ...