(ConVersionario a tres voces)
01/2024- ConVersionarios
Así comenzó
todo en este Tres eran tres.
Si hay
serendipias literarias, los retazos (¿retozos?) de ConVersación que
siguen podían ser una de ellas para el mundillo de las letras.
La cosa empezó
con un breve texto de ese escritor maestro de escritores que es Enrique
Gracia Trinidad, que el susodicho maestro subió ayer mismo, −JueveSanto
por más señas− a un chat compartido, al hilo de una SemanaSanta sin
santos, pero con muchas señas que vienen alertándonos desde hace tiempo sobre
el maldito cambio climático que nos amenaza sin ahorrarse señales.
En secano llevábamos
ya más de un año en este país nuestro (en los otros, también) sin verle las senagüas
al agua del cielo desde la línea de puntos (y aparte) a donde nos alcanzaba la
memoria cuando pasó lo que pasó, y que una servidora pasará a contar antes de
rematar estos prolegómenos de indigencias hídricas.
Las carencias de
las que hablo fueron aprovechadas, entre otros vegeteibols, por los
olivos de mi tierra para revenirse en lo de engordar aceitunas a las que
estrujar hasta sacarles el sagrado aceite; lo cual que, a su vez, fue
suficiente para que las almazaras se agarraran como a un clavo ardiendo a la
escasez de materia prima −léase aceitunas en sazón− para mandar al paro a las
piedras de molino (que ahora me cuentan que ya no se usan desde que fueron
sustituidas por unas más jacarandosas prensas hidráulicas); lo que, a su vez, fue
aprovechado por los “Super” de cada barrio para cambiarle las hechuras a las
etiquetas, poniendo los precios del aceite por las nubes, de tal manera que,
salvo el habitante por derecho de aquellos pagos, el mismísimo DiosVerdadero,
no quedó sobre el Planeta criatura capaz de apechar con los precios que ha
alcanzado el LíquidoOleaginoso y demás pringues por escasez LíquidoElemento.
Cómo no sería la cosa que hasta LosAltísimos −léase mercachifles− se
vieron en el trance de apañarse sus particulares ÁngelesCustodios en
forma de etiquetas con alarma para impedir que los menesterosos más audaces arramplaran
con las garrafillas de OroLíquido para ponerse a hacer botellón graso en
los fogones.
En esas
estábamos cuando el personal, alentado (con “n”) por la solanera y alertado
(con “r”) por el redoble de tambores destemplados, cargó los maleteros con
sombrillas y sombrajos, llenó de gasufla a precio de aceite los
depósitos, y se echó a las carreteras sin pensárselo dos veces, dispuesto a
gastarse los préstamos en vacaciones de pisito de playa, de esos en los que las
ventanas ajustan tan mal que dejan pasar por entre las ranuras hasta la más
mínima ráfaga de malos humos que tenga a bien desmandarse, cualquier saeta trasnochadora
que se desparrame a deshora o cualquier tamborrada marca joputa que
tenga a bien dar la tabarra con sus despropósitos.
Llegado el
personal a sus destinos, se sorprendieron ante la ausencia de lo esperado −los
ruidos semanasanteros−, y se encogieron ante las desaforadas llantinas del
cielo, que, tras arrancarse por peteneras de lluvias torrenciales y nieves
desnortadas, arrancaron a su vez ayes de procesiones frustradas y remedo de
llantinas en los ojos lugareños.
Fue entonces
cuando el maestro −ya saben: Enrique Gracia Trinidad− escribió lo que
escribió, a lo que la correcaminos oficial, Gloria Nistal, respondió lo
que respondió, y una servidora, aquejada de incontinencia verbal crónica,
terció de la manera que lo hizo.
El resultado,
ahí lo tienen:
DE ENRIQUE GRACIA TRINIDAD:
el Maestro
PARECE QUE A DIOS NO LE GUSTAN ALGUNAS COSAS
WhatsApp 29/03/2024
No sé por qué
sospecho que al Altísimo no le hacen gracia las procesiones. Si no, no se
explica que con tanta frecuencia mande a las lluvias caer sobre este país
precisamente cuando en ciudades y pueblos de todo el territorio sacan a la
calle palmas, encapuchados, esculturas y velas .
Y mira que
cofrades, devotos y hasta turistas no paran de elevar sus miradas a los cielos
entonando plegarias para que les permitan exhibir sus imágenes y capirotes y
entonar saetas y otros cánticos. Pues nada, ni caso: lluvia al canto y lágrimas
en las mejillas de penitentes, cofrades y nazarenos.
No deja de
sorprender que con la tradición de sacar al santo o la virgen de tantos pueblos
para convocar la lluvia, en el preciso momento en que se pretende sacar a los
de la Semana Santa, los aguaceros se pongan bravos y lo impidan.
También cabe
pensar que Dios sea antitaurino, al menos en los madriles, porque en cada feria
de san Isidro abre los cielos y jarrea de lo lindo dejando la Monumental de las
Ventas hecha un bebedero de patos y a los taurinos echando de menos verónicas y
chicuelinas. Además, siendo el tal Isidro campesino de secano por excelencia
aún es más sospechosa esa costumbre de llover allá por los alrededores del 15
de mayo. ¿O es que de tanto sacarlo en siglos pasados para ahuyentar a la
sequía, el santo labrador mozárabe se ha
acostumbrado y nos manda la lluvia cada vez que llega su fiesta? Me estoy
preguntando si pasa lo mismo en otras ferias taurinas como la de la Maestranza
de Sevilla, los toros de Ronda, la Macarena de Medellín, la de Puebla mexicana
y otras tantas. En mi próximo viaje por carretera preguntaré a algún toro de
Osborne a ver si él tiene información privilegiada.
Pero hay algo
que es todavía más incomprensible y que como escritor me tiene seriamente
preocupado; y es que al Sumo Hacedor le caigan mal la lectura, porque cada vez
que se celebra la Feria del Libro de Madrid, lectores, autores y demás gentes
de letras se la pasan mirando al cielo, esperando que, según la costumbre no
escrita, llueva con ganas igual que aquel día que enterraron a Zafra.
Dado que la
fiesta de los libros en el Parque del Retiro es celebración más de editores y
libreros que otra cosa, podría suponerse que son ellos los que no le caen muy
bien a la divinidad. No se sabe si es que quiere castigarlos por dejar
frecuentemente a los escritores a dos velas con los derechos de autor,
disimular el número de ejemplares publicados, beneficiar sólo a los más famosos
o a los que salen en televisión o ningunear a los poetas como es su costumbre.
Para la próxima
feria de Madrid —en ningún otro lugar me ha llovido tanto— me propongo
preguntar si alguien sabe por qué los libros convocan a la lluvia, pero, por si
acaso, aunque caiga un sol de justicia, me llevaré el paraguas.
(E. Gracia Trinidad)
LLUVIAS DE SEMANA SANTA
(De Mí para el Maestro, Enrique Gracia Trinidad)
Tú lo has
dicho, mi querido colega: debe estar tan acostumbrado el Altísimo a que, en
cuanto se plantan dos geranios, el personal se eche a la calle con un santo en
angarillas demandando lluvia, que cada vez que escucha cornetas y tambores,
despacha orden general de jarrucheo, y manda abrir las tornas, sin darse cuenta
de las fechas.
¡Si es que pareciera
que Dios, con ser tan Dios y ejercer de Tal, no está a lo que hay que restar!
Ni se para a poner la atención debida al fiestorro con el que sus partidarios
le celebramos su epopeya propia.
DE
GLORIA NISTAL: la CorreCaminos
😂
(se ruega leer la nota a pie de página) 😂😂sois
geniales los dos, mis queridos escritores. Pero lamento contaros −y no quiero
ser aguafiestas como El Salvador del que habláis− que las frías estadísticas
delatan que hay más años de procesiones y ferias del libro en secano que
jarreando. Creo, sencillamente, que dios (se ruega de nuevo leer la
nota a pie de página) está a sus
cosas (que, por cierto, ignoro totalmente cuáles son) y si llueve o sale el sol
es cosa que ni le va ni le concierne.
Eso me hace
recordar que el verano siguiente a la muerte del dictador (se ruega por tercera vez leer la nota a pie de página) diluvió con tal
fuerza que se podría haber escrito la “Historia de Noé segunda parte” y algunos
decían el chascarrillo de “con Franco teníamos verano”. Yo creo que los que
están en el más allá (a donde yo, de momento, no quiero llegar), no se
preocupan de nuestro calendario. Igual que nosotros, alocados, no nos
preocupamos demasiado por el maltrato a la naturaleza y la tenemos muy
desconcertada.
A
GLORIA de Mí
Entonces,
seremos criaturas del desierto. Nos desplazaremos en dromedario, en lugar
de hacerlo en coches de gasoil; plantaremos dátiles en lugar de césped de
campos de golf; esquiaremos en las dunas, en lugar de hacerlo en la nieve (por
falta de); pescaremos días, en lugar de peces.
Y, al caer
la noche, veremos estrellas, en lugar de farolas.
Y yo, en lugar
de soñarme princesa de las sirenas, apoltronada en un trono de inexistentes
corales y cegada por las algas, me imaginaré mujer azul de todos los
desiertos, de esas que nunca se detienen porque tienen la inmensidad de la
nada a su disposición.
¿Quizá, mujer
de los humedales, quieras acompañarme en esa sólida aventura?
DE GLORIA para Mí:
Pues estaré
totalmente encantada. Y que sepas que en estos mismísimos momentos me encuentro
escribiendo un libro sobre mis vidas en África.
Anoche estaba conociéndote
en Túnez en 2014,
y hoy estoy en 2022 también viéndote en unos espejos
del gran mercado central y entre las columnas de Dougga. 🤗
DE
MÍ PARA GLORIA:
Me encantará que me cuentes mi vida desde donde tú la
ves. Siempre me ha resultado fascinante pensar que, aunque lleve el corazón a
la izquierda, quien me cuenta lo perciba a la derecha, aunque ni yo, ni quienes
quieran contarme de frente, podamos vernos la espalda.
Eso, entre otros prodigios.
¿No es genial?
Y esta es la historia a tres voces
del
TRES ERAN TRES:
1.
Enrique Gracia Trinidad: el Maestro (con mayúscula)
2.
Gloria Nistal Rosique: la CorreCaminos (con suplencia de mayúsculas allí donde ella no quiere
ponerlas)
3.
Y la Yo: con mi “Y” griega a rastras: que es como un delta desembocante y desparramado, que
recuerda que “nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el
morir…” como dejó dicho por escrito un tal Jorge Manrique, con miras a alcanzar
la eternidad.
En CasaChina.
En un 30 de Marzo de 2024