Algún
día tendré que irme. Y ese día me gustaría que fuera Manuela Rosa quien saliera
a la puerta a despedirme. Para semejante trance, me pido a Manuela Rosa.
Verán por qué lo digo.
Nada más echar el
primer vistazo esta mañana el DIARIO JAÉN leía que Miguel Ortega deja el
periódico porque se jubila.
Como de
costumbre, dejé los artículos de fondo para después de la merendilla, y, entre
ellos, pasé por encima de las páginas dedicadas a esta jubilación, sin
apercibirme de quién lo firmaba hasta que por fin llega la hora de la lectura
alargada.
¡Vaya! −me digo
según repaso demoras− hoy toca buen periodismo.
Si se van a la
página 12 del Diario Jaén de hoy, 30 de diciembre de 2023, comprobarán ustedes
lo que es una periodista de raza: Manuela Rosa.
“El
mismo año que hice la primera comunión empezó a trabajar él en el Diario JAÉN.
No quiero con esto ni más ni menos que romper el hielo del comienzo de un texto
que tampoco sé cómo terminaré, pero, como todo en la vida, lo importante es
empezar, dar el primer paso, como hizo Miguel Ortega Bueno (Torredonjimeno,
1958) aquel día de 1984 que decidió cambiar la pizarra y la tiza, esa que ahora
no se usa, por la máquina de escribir, objeto de reliquia”.
¿Es o no es un comienzo impecable, propio
de una periodista de raza, para abordar con señorío algo tan delicado como despedir a un compañero
de trabajo que se jubila?
La semblanza que hace del colega que se
va es para que se quede para siempre, párrafo a párrafo, letra a letra, entre
los anales del periodismo intimista/descriptivo.Ni una arruga en tan buen
paño.Ni una falla que deje sin contar toda una vida, y de explicarla, sin prisas,
pero sin pausas que se dice.
Este chico −me refiero al jubilado− tiene
que haber sentido un íntimo e inenarrable júbilo al comprobar cómo su paso por el
periódico ha dado buenos frutos.
Y que toda una Manuela Rosa salga a despedirlo a la
puerta, y le dedique su mejor abrazo, es un lujo al que ya me apuntaría yo, ya.
Con los ojos todavía “clisados” por el buen
dormir, abro mi periódico de cabecera en busca del número de la página.
¡La 10!
Paraquienes estén ya enganchados a este
juego de adivinanzas, que sepan que hoy, 30 de diciembre de 2023, lo de las
Mujeres Enganchadas de un Hilo, hacedoras del Árbol de Mágina, sale en la
página 10.
Sigamos con el acertijo −me digo a mí misma a
falta de mejor interlocutora con quien pegar la hebra, y nunca mejor traído−. Vamos
a ver a qué pueblo de Sierra Mágina le toca hoy.
No me digan que no tiene su emoción este crucigrama
en el que se ha convertido lo de tratar de adivinar sobre cuál de los pueblos de
nuestra comarca tendré que escribir cada día mientras el Diario Jaén quiera
mantener vivo el encomio a las manos de las Mujeres Tejedoras…
¡La Guardia! Hoy salen las Mujeres Enganchadas de
un Hilo de La Guardia.
Y me da un repullo que me
lleva directa al espejo:
−A ver, nena, no vaya a ser que los años te la estén
jugando, no sea que te dé un bitango y acabemos el año en un estravío: ¿tú
no habías escrito ya sobre lo del El Árbol de Mágina en la Guardia?
La del otro lado del espejo, que está muy bien
enseñada por mí misma, responde como corresponde y trata de poner paz:
−Tranquila, que lo que pasa es que El Diario
Jaén ha vuelto a sacar a las deLa Guardia y su Árbol de Mágina,
aunque esta vez la croniquilla la firme también un Francisco; ese que tiene el
segundo apellido como el primero tuyo, Juan Francisco Marín Mármol, en
lugar del otro Francisco Gaitán del día 27.
−No, si ya decía yo que por ese pueblo ya
habíamos pasado…
−Así es. Pero, claro, La Guardia, como
cualquiera de los dieciocho pueblos de Sierra Mágina, tienen tanto que ver que
no basta con una visita para llenarse los ojos de magias.
−¿Y por qué te piensas tú que han vuelto a salir en
el periódico las Mujeres Enganchadas de un Hilo de La Guardia?
−¡Pues por qué va a ser, mujer! Porque nuestras Mujeres
Enganchadas de un Hilo de La Guardia, como las de cualquiera de nuestros
pueblos, han estado demasiado tiempo calladas, y ahora hay que compensarlas de
tanto silencio.
−Se lo merecen. Son tan… tan… tan…
−¿Tan primorosas?
−¡Eso mismo! ¡Tan primorosas!
−Lo mismo pienso yo. ¡Mira, si no, ese castillo!
-¡Y tan Mujeres sin
fronteras! Por algo el que echó el pregón del proyecto, el director del
periódico donde están sacando cada día lo del Árbol de Mágina, dijo lo que dijo
de ellas:
“…mujeres
emprendedoras, brillantes, valientes, extraordinarias, humildes y responsables
y cariñosas y serviciales, y fantásticamente guapas, por supuesto que sí…”.
−Pues ya sabes: a seguir con esto hasta que no
quede ni un solo hombre, fuera o dentro de nuestra comarca, que todavía piense
que lo de estas Mujeres tejedoras del Árbol de Mágina no está rompiendo
fronteras y remendando desbarajustes fronterizos.
−Si es que, lo que no remienden las mujeres,
puntada a puntada…
−¿Hablas de nuestras Mujeres Enganchadas de un
Hilo en Sierra Mágina?
−Hablo de todiquiticas las mujeres, so
enganchada.
−Y yo, se diga lo que se
diga, de lo que hablo es de seguir visitando El Árbol
de Mágina de cada pueblo de Mágina aunque pasen las Navidades y lo de salir en
el periódico cada día. Que van a ver lo que es la magia.
Entonces,Cristina Vico,esa dinamizadora cultural
de ADR, y "enredadora" de las Mujeres Enganchadas de Sierra Mágina
−entre otras y bien variadas actividades− con la que estoy en
perpetuo contacto, va y me dice:
“Que dice Bely que, ya que han tejido lo que han
tejido, que a ver si escribes algo sobre el Pilar restaurado en la Plaza y
sobre la categoría inmemorial con la que se desempeñaron los borriquillos en la
historia de Jódar.
Y voy yo y le digo:
“Dile a Bely que bueno, que voy a ver lo que se
puede hacer”.
Y voy yo y pienso para mis adentros:
“…de ese Pilar tengo ya mucho escrito; pero de los borriquillos de Jódar, no se
me había ocurrido a mí escribir. Si es que la Bely es una ojo- avizor
empedernida.
Pero…, ¿qué puedo yo decir de los borriquillos de
Jódar que no sea que, al igual que sus gentes, valían para todo:
para ir a la sierra a por esparto,
librando a las criaturas de deslomarse teniendo que cargar a cuestas semejantes
pinchoserías cuando el esparto era el pan de cada mesa; para acarrear aguaderas,
con sus cuatro cántaros de agua como cuatro soles gorgoteando glugluses
calle adelante, en aquellos tiempos en los que el agua de beber se llevaba a
las casas a golpe de anca de mujeres desde cualquier pilar de los de Jódar; para
subir hortalizas desde el vergel y tener algo que echarse a la boca en los
años del hambre; para arrastrar sus dos
orondos capachos en tiempo de aceituna amarrados a la albarda con tomizas
bien majadas; o, llegada la Feria de septiembre, libres los pollinos de los
arreos de trapillo y enjaezados con jáquima tachonada de borlas de colores y cascabeles de bronce, para
pasear por el ferial a una pareja de zagalillos vestidos de flamencos, aunque
sus galas fueran de percal comprado en “Tejidos Nieto”.
O para regodearse a contraluz a la puesta de sol,
con su arriero despatarrado sobre el aparejo, azadón en ristre, y su perro a
pie tieso con las manos en la collera, desafiando la fuerza de gravedad,
atravesando con parsimonia campesina el caer de la tarde.
¡Tantas cosas que ver, que escuchar, que recordar
y que contar sobre Jódar…!
A Jódar llegué con calcetines tobilleros y uniforme de
colegio de monjas, −¡tantos años ya!− ese que estaba frente a la honrosa casa
del canónigo Domingo Arroquia
En Jódar pasé la segunda parte de mi infancia, que, con la
muerte de mi padre, dejó de ser mi verdadera patria
En Jódar está enterrado mi padre
En Jódar quedó aquella casa de la calle Méndez Núñez, 7,
sobre la que llevo escribiendo ya varios años
(Del año que comienza no pasa)
¡Cómo negarle a Bely lo de escribir sobre Jódar!
De tan vigoroso término municipal son las laboriosas
Mujeres Enganchadas de un Hilo en Jódar, a
las que tan justamente encomió en su pregón Juan
Espejo.
Ellas, aguja de ganchillo en ristre, han
recreado, punto a punto, ese PILAR DE LA PLAZA que una piqueta catetilla e
ignorante se empeñó en desmontar, y ese rucio panchista que tanto servicio prestó
a las criaturas de Jódar en el siglo pasado.
Ellas me lo pidieron. Y yo, que allá por los años
noventa del mentado siglo pasado fui titulada en Buenos Aires, por mi amiga
Cati Cobas, como la “Mágica Señora de Mágina”, escribí lo que me salía de las
entretelas: un soneto.
Porque, si por señorío de un lugar ha de
entenderse abrigar
y cultivar una eterna disposición de servicio a un lugar y a sus gentes
aquí estoy yo para serviros con lo que sé hacer: escribiendo.