VA DE...Batiburrillo literario

domingo, 11 de octubre de 2020

LA MAESTRA Y SU LINTERNA

 

(La Maestra) -1142020-

         Distraídos con el centelleo de los peces, se nos echó la noche encima sin avisar, y había que regresar al pueblo antes de que las buenas o menos buenas gentes se inquietaran y echaran a tocar a rebato las campanas de la torre parroquiana.

Aquella noche sólo yo llevaba linterna. Por eso me coloqué a la cabecera de la rezagada expedición, enfocando el haz de luz hacia atrás para que los chiquillos pudieran seguirme trocha alante sin descalabrarse.

Ya sabía que mis pupilos sólo podrían ver mi espalda; pero ni siquiera la hubieran visto de haber optado por iluminar mis propios pasos.

Según avanzábamos, no podía evitar sentirme como un calco de flautista de Hamelin sin flauta y con linterna, devolviendo a la chiquillería a su pueblo con las rodillas indemnes y sin desolladuras y los pulmones llenos de travesías más o menos firmes.

Salcacañete (Cuenca) 1966

Visto desde la distancia del tiempo, pienso que, para quienes estaban más cerca de alcanzar la condición de adultos recién estrenados de lo que ellos creían, no era tan difícil seguirle los pasos a una maestra que apenas ayer mismo había cerrado las rejas de su infancia sin acabar nunca de echar el candado. La única diferencia entre ellos y yo estaba en que la que tenía que avanzar a oscuras, iluminada sólo por su recuerdo del camino a seguir, era yo. Cierto: podría haber enfocado la luz hacia delante; pero, por delgada que fuera la franja oscura, lo que hubiera proyectado hacia los que me seguían era mi propia sombra.

         Bien pensado, quizá la tarea de la docencia no sea más que eso: introducirse en la oscuridad, al regreso de cualquier incursión en una noche repentina, y buscar la vuelta a casa dirigiendo la luz de la linterna hacia quienes nos siguen para que puedan ver el camino que nosotros ya nos conocemos por haberlo andado antes, asumiendo el riesgo de tropezar en alguna piedra desconocida.

 En CasaChina. En un 11 de Octubre de 2020

 

lunes, 5 de octubre de 2020

LUNES DE ROGATIVAS: ¡PAREN YA!

 

113/2020

Ando yo en busca de silencios alargados y de luces intermitentes que me indiquen que la oscuridad no es para siempre, y no hay manera de encontrar ese sosiego mínimo donde poder reposar de tanta estulticia propia y ajena.

        Ahí afuera hay una interminable pelea de gallos que va a desplumarnos a quienes vivimos en este corral llamado Mundo.

De repente me asalta una frase escuchada en la radio, así, como de paso, donde un “entrevistado”, revestido de la pompa de gran sacerdote de la siempre enfermiza democracia, alerta, apocalíptico, sobre los peligros de descreernos de la política, y anuncia la vuelta a los oscuros tiempos de las dictaduras.

Si no fuera porque una servidora tiene la manía de pensar, me entraría el canguelo. Pero me recompongo de inmediato al pensar que la realidad es que las gentes de a pie no nos descreemos de la políticA, sino de los políticOs (no de todos), y de sus insufribles grescas institucionalizadas, más propias de estibadores de puerto jamaicano del s. XVIII que de los asientos tapizados de nuestro Parlamento pantocrático.  

Para mí que algunos (demasiados) de estos querulantes muchachos, paladines de conceptos sin digerir, andan herrados (lo escribo con “h” con plena conciencia de lo que escribo).

 “Cultura democrática” 

no puede confundirse con 

“bronca sistemática”.

Es demasiado el ruido en el que nos están envolviendo. Y los que vamos a pie necesitamos un poco de silencio para centrarnos en lo que de verdad nos ocupa.

Así que, ¡paren ya!

¡Por sus muertos y por los nuestros!

¡Paren ya!

En CasaChina. En un 5 de Octubre de 2020

domingo, 4 de octubre de 2020

RESTAURANTE BERLANGA EN MADRID

110/2020

(Lugares donde yantar en condiciones)

         Ayer, más o menos prófugos del verdín recrecido sobre la piel en que se está convirtiendo este largo encierro al epílogo de nuestra vida, los tres mosqueteros de lo añoso nos fuimos a ver qué se decía por esas calles de este Madrid, recién sitiado de nuevo por una Orden Ministerial en entredicho.

         Vaya por delante que “los tres mosqueteros” somos tres viejendades, en estado de buena conservación, que seguimos amando la vida con la pasión justa para no pedirle más de lo que ya no nos puede dar tras casi siete décadas de uso, ni menos de lo que el cuerpo aguante.

         Raimundo, −que así se llama el encargado de otear horizontes y avizorar singularidades−, jurista él para lo del pan nuestro de cada día, y explorador impenitente por instinto, parece que había descubierto un singular abrevadero de arroces y vademécums, (alimento de estómagos esmerados y mentes ávidas) justo en la acera de enfrente de la franja este del Retiro, esa zona de Madrid a mitad de camino entre la viejuna memoria señorial y las andanzas domingueras de barrio con patinete, pavos reales despeluchados y pelotas de las narices.

         El otro mosquetero, mi primo Jóse, el mismo que se desmandó de las buenas maneras de la familia sin perder los buenos modales de los ancestros, es algo así como mi inseparable sombra inmemorial de toda una vida, a quien cualquier cosa le parece bien con tal de no molestar ni ser molestado. Con los años, se está reconciliando con un silencio ante el que poder hablar de cualquier cosa sin escuchar el “anda-que-tú” que nos avasalla.

         Por mi parte, yo soy lo que soy, que no es poco: la parte mujeril de esta mixtura que no acaba nunca de naufragar a pesar de que las crujías están ya muy usadas y los huesos, al mínimo vaivén, dejan tras de sí un chasquear cansino y algo torpe.

         Y aquí nos tienen a los tres, tras un periplo de vehículos de los que el Ayuntamiento saca sus buenos cuartos en pegatinas estigmátizantes y etiquetillas de parabrisas, arribados y a resguardo de un buen puerto, aposentados por fin en una mesa del recién inaugurado restaurante Berlanga, −parece que abrió pocos días antes de lo de la pandemia− degustando un arroz insuperable del color de lo que debe ser, un vino de paladearlo más que beberlo a mogollón, una luz tamizada y cálida como una puesta de sol en La Albufera, un personal delicadamente accesible, a mitad de camino entre lo de estar cuando se necesita algo y no estar cuando hay necesidad de intimar más de cerca, y una media voz “municipal sin espesuras”, aposentada a su ser y quebrada entre mínimos tabiques y paneles, colocados con semejante talento como para dar la sensación de que se estuviera en un reservado con vistas, dentro del que poder contarse viejas historias recién inventadas para un guion de cinefórum.

         ¡Vaya! Una delicia sin ambages y al alcence de quien sabe ahorrar para un capricho.

         Vamos a ver si la vida me regala algún tiempo más. Porque, si es así, seguro que regreso a un lugar tan de volver como quien vuelve a casa.

https://restauranteberlanga.com/

En CasaChina. En un 4 de Octubre de 2020

 

TU DERECHO A DECIRLO

  (Periodiqueando)   ¿Tolerante yo? ¡Vamos, anda! A ver: ¿quién de nosotros nos atreveríamos a sostener que "toleramos" a quiene...