(Oficios)
Yo apuntaba en todos los cuadernos, quizá con nombres confundidos, los mágicos oficios de mi infancia.
¿Recordáis?
Su escaparate daba a La Carrera.
Su tienda era un tic-tac oscuro.
Angosto.
Su rostro
se desangraba en grises ambarinos
igual que la hemorragia del estaño
antes de coagularse.
Sus cejas
cual dos arborescentes amenazas
escalaban los bordes de sus lentes,
y luego descendían a los infiernos
de unos mínimos ojos encendidos.
Se llamaba Preciso.
(Imposible encontrar un nombre más exacto
para tan minucioso relojero).
En su viejo crisol,
ahíto de metales más innobles,
después de liberarlo de adúlteros sobrantes,
derretía lingotes argentinos
con mineral paciencia de verdugo.
Después,
con el tiento de un pájaro alarife que esté tejiendo un nido
forjaba
impúberes anillos de deseos
para humildes muchachas casaderas.
En CasaChina. En un 1 de Diciembre de 2021