VA DE...Batiburrillo literario

domingo, 17 de septiembre de 2023

ESTO DE VIVIR TANTÍSIMO (en su versión original)

Recuerdo que el día que, por parte de quien dirige el cotarro, se me propuso que escribiera una croniquilla mensual para ese periódico de cabecera que es el DIARIO JAÉN, sentí algo así como dos tantarantanes simultáneos: una GRATITUD INFINITA por incluir mi voz (algo cascada) entre tantas otras afinadas al milímetro, y un RESPETO REVERENCIAL ante la posibilidad de participar desde dentro en ese juego vertiginoso, en ese BATIBURRILLO EMOCIONAL que es “fabricar” cada noche un periódico para que, en cuanto amanezca, los lectores tengan en la  mano el trabajo de quienes no duermen.

Tras varias incursiones de respuesta a la propuesta, −que incluía el de “tratar de” no traspasar los 4000 caracteres− he descubierto que lo más apasionante es lo de calcular cada uno de mis trabajos para ajustarlos a esos 4000 caracteres exactos, contando guiones comas, signos, etc., de manera que la sintaxis sea cabal sin romper en sentido semántico y emocional de una frase. Ello obliga como quien dice a no mover ni una coma para no trastocar el sentido de una frase, ni confundir lo que se quiere decir.

Lo que sucede es que no debe ser nada fácil escaparse de las varias trastadas de los duendes que pululan por cualquier redacción, que van y trastocan los papeles, y mueven lo que una escribió, quitando aquí un guion y añadiendo allá un párrafo que hace dudar del buen juicio de la autora.

Eso es lo que ha pasado con mi colaboración de hoy, 17 de septiembre, lo que me mueve a valerme de este rinconcito particular que es mi propio BATIBURRILLO LITERARIO, y subir aquí lo que yo escribí de verdad, para que comparen, y puedan comprobar por ustedes mismos que una servidora no ha sido; que habrán sido los Minguillos, esos diminutos seres maliciosos, saltarines y retozones de mi tierra, capaces de aprovechar el mínimo descuido para atarnos los cordones de los dos zapatos en un solo nudo para que nos rompamos las narices contra el suelo de las prisas.

En cualquier caso, me reafirmo en mi gratitud a quienes me ceden esa ventanita periodiquera para poder hablarme con la gente de mi tierra, aunque sea a distancia y con interferencias minguilleras.

Vean y comparen las pequeñas diferencias entre lo que yo dije y lo que sale en los papeles.


(Jaeneando4000)

“No la toques más; que así es la rosa”. −J.R.J.

(Y la metáfora)

116/2023

De pronto me canso de tanto vivir.

¿Deprimida yo? ¡Ni hablar! La vida me parece bellísima; (una pasada, como dicen ahora), y está a bosar de ofertas para cualquier edad, incluida la de descuento. Y me quedan mil libros sin leer, y mil calles por caminar, aunque sea con el bonobús gratuito de mayores; y, por si se retrasa el autobús, tengo en el perchero de la entrada un bastón con pomo de plata repujada, en lugar de aquella garrocha de diez reales, que era lo más que podía gastarme en galguerías a los veinte años; y dos nuevas recetas de Arguiñano con las que agasajarme delante de mi plato solitario… Lo que pasa es que, sin público en la sala, se me hace algo cansino esto de seguir representando la tragicomedia de vivir.

Todavía recuerdo aquel regocijo solitario de mi infancia en la calle Méndez Núñez, 7 de Jódar, donde, como en cualquier casa que se preciara, había un pozo en el patio trasero. Me gustaba a mi doblar la cintura sobre su brocal y, con la cabeza colgando por dentro, lo que me obligaba a alzar los pies del suelo, aguardaba la largueza con la que el eco del pozo me devolvía duplicado el nombre del chiquillo que yo le gritaba a lo más hondo. Sé que, a pesar del imperio del agua corriente de ahora, todavía podría buscar un pozo, −alguno habrá− y abocarme sobre su brocal, y gritar el nombre residual que aún me gorgotea en la garganta. Lo que pasa es que procuro evitarme disgustos. Lo digo porque eso que refiero lo intenté la última vez que se cruzó un pozo en mi camino, y el eco me chasqueó con aquel “no busques ya aquí, donde no hay; el nombre que suspiras ya no está por aquí abajo. Voló a muy arriba hace ya algún tiempo”.

¡Y yo sin darme cuenta de que me estaban moviendo las baldosas debajo de los pies! Bueno, las baldosas, o lo que sea. Porque ¿cómo podría explicar lo que es estar hasta la coronilla del jueguecito del tiempo y, al mismo tiempo, saber que este tiempo se acaba sin acabar de acabarse, sin darnos tiempo a desaprovechar otro poco más del inasible tiempo que pueda quedarnos?

Lo dicho: no voy a perder más tiempo en explicarme para el público, aunque sí que quisiera darme a mí misma las explicaciones que yo precise.

Ahora que he llegado a donde estoy tengo la misma sensación que tiene alguien que está de pie durante horas haciendo cola delante de una ventanilla y, cuando llega su turno, cierran la ventanilla porque el ventanillero tiene que irse a comer.

Eso fue lo que sucedió hace ya tantos años que hasta iba yo de copiloto en lugar de tener que empuñar el timón por falta de enrolamiento. Volvíamos −qué extraño se me hace utilizar el plural− de pasar unos días de exotismo en Marruecos, ese país donde todavía quedan chiquillos jugando en las calles sin asfaltar, hombres avizores sentados en los cafés y mujeres laboriosas acarreando agua. Y muchos pozos a los que asomarse. Era Ramadán y, cuando nos tocaba el turno de control de pasaportes, se escucharon las voces de mil minaretes, y el zurupeto bajó la ventanilla: “es la hora que romper el ayuno” −y sacó un tazón de harira cuyo aroma traspasaba las barreras del cristal ventanillero y fronterizo.

Me telefonean desde un pueblo. Que si quiero ser pregonera de las fiestas. Digo que sí sin pensármelo dos veces; será la ocasión para hablar de todos los recuerdos atrojados. En cuanto cuelgo el teléfono me hago consciente de que ya no queda nadie que pueda acudir a la Plaza a emocionarse con la vuelta a aquel pasado. Los pocos que quedan están en la Residencia y los acuestan mucho antes de que comiencen los cohetes. Y a los que acudan a la Plaza poco les va a interesar lo que pueda decir alguien que añora las albercas con sus insalubridades de ovas, echa en falta el mosquerío que percudía nuestros pueblos cuando las caballerías se desesperaban sacudiendo las colas para espantarse los tábanos, y el agua se buscaba en los pilares o se sacaba de los pozos, con los veneros todavía plenos de abundancias.

Lo dicho: esto de vivir tanto, sin saber hasta cuándo, es muy cansino.

En CasaChina. En un 5 de Septiembre de 2023

miércoles, 13 de septiembre de 2023

ATARDECER EN LA MELLA

 

(Jaeneando)

127/2023

         En algún sitio lo tengo contado. Apenas tenía entonces 18 años. Era Maestra Nacional adscrita a la Campaña de Alfabetización iniciada en el curso 1963/1964. Me hospedaba en el desaparecido Hotel Suizo y, en otro mes de septiembre como todos los meses de septiembre en Jaén, un grupo de huéspedes del hotel subimos a la piscina de La Mella a refrescarnos un poco. Fue tan emocionante contemplar aquella puesta de sol…

    Hoy José Miguel de la Torre, con la foto de la Mella, junto a ese comentario en el Periódico, me recuerdan que les pedí que nunca olvidaran aquel instante.

         El tiempo hizo que cada uno tomáramos nuestros distintos caminos. Varios años después recibí el soneto que inserto más abajo, escrito por uno de aquellos acompañantes, y que nunca llegó a entregarme. Me lo enviaba el hijo del autor con una nota: “Mi padre ha muerto. Dejó este soneto escrito en un sobre a tu nombre”.

Recordad la belleza de esta tarde, dijiste,

y bien sabe el Señor que yo querría

saber cantar desde la Soria fría

para poder hacer lo que pediste.

La tarde que moría, una primera estrella,

tus ojos insondables, el sol de oro

y tu cabello suelto como verso sonoro,

un recuerdo insondable a espaldas de La Mella.

Más tú que sabes de la melancolía

que como carga me traje al alto llano

desde esas tierras de tu Andalucía,

piensa que en una tarde de verano

el corazón de un hombre que sufría

por una vez tuvistes en tu mano.

 

En CasaChina. En un 13 de Septiembre de 2023

 

martes, 12 de septiembre de 2023

¿SÍ ES NO?

(Mujeres tardías)

124/2023

Alegó que habían consentido ambos.

−¿No es cierto que le preguntó si quería antes de…?

−Sí, señor.

−¿Y qué respondió usted?

−Nada, señor, no me dio tiempo a...

−¡No hay más preguntas, Señoría! −atajó−.

Y concluyó: “es evidente...”.

 

“Que debo absolver y absuelvo…” −comenzaba la Parte Dispositiva de la Sentencia.

 

En CasaChina. En un 9 de Septiembre de 2023

 

LOS NUEVOS FLAUTISTAS DE HAMELÍN

(Periodiqueando) 162/2024 Caigo en mitad de esa doble página literaria tan llena de palabras mágicas, con la que nos encandila el Di...