VA DE...Batiburrillo literario

domingo, 7 de enero de 2024

EL ÁRBOL DE MÁGINA EN LOS CÁRCHELES

  

06/2024

Me cuentan que EL ÁRBOL DE MÁGINA, depositado en cada uno de sus DIECIOCHO AYUNTAMIENTOS, con su enramado de ganchillo que le da significado a cada uno de sus DIECIOCHO PUEBLOS, está siendo visitado cada día por muchos más viajeros de los que cabía imaginar cuando comenzó la cosa.

En los Cárcheles, también.

Ahí las tienen. Cinco mujeres como cinco primores que, espoleadas por el liderazgo de Cristina Vico −técnica de la Asociación Cultural ADR− y enganchadas de un hilo, han recreado con la maestría de sus manos los elementos esenciales de sus municipios.

¡Cómo lo harán! −me maravillo cada día. Y yo misma me respondo: ¿Acaso no fueron siempre las mujeres de estos pueblos de Sierra Mágina las encargadas de recoger y atesorar nuestro patrimonio rural más representativo, por inmaterial que sea?

 

Las de Los Cárcheles, también.

Vean, si no, cómo, con cada cadeneta de las que tejen, con manos talentosas y pacientes, nos están invitando a poder conocer esos dos núcleos serranos que se elevan hacia el cielo y se asoman sobre río Guadalbullón desde un mirador inigualable. Como se dice en el Himno de Mágina:

“…En tu suelo se escribe la historia

y en tu cielo navega el honor”.

  

    Si, además, se cuenta con un eco tan generoso y resonante como el que el DIARIO JAÉN le presta a estas mujeres y al proyecto EL ÁRBOL DE MÁGINA, entenderemos que nos encontramos entre gentes de especial sensibilidad y talento como para saber descubrir lo que de verdad hay que valorar.

En CasaChina. En un 7 de Enero de 2024

TRANVÍA, SÍ, PERO...

 

(Jaeneando)

00/2024

 No soy urbanista, ni paisajista, ni política. (Aquí iba a escribir y no lo hago esa palabra obstructiva, castradora y adversativa gramatical que detesto tanto como evito: “pero”). Lo que sí que tengo, más o menos en uso discontinuo, es algo de sentido común. Por tanto, mi opinión sobre el tranvía de Jaén carece de cualquier base científica, pictórica u oportunista que la sustente. (¡Oh, cielos! Otra vez me acosa un “pero” dispuesto a desmentirme a mí misma como si, cada vez que me pongo a hablar por escrito, me convirtiera en mi peor enemiga).

Bueno será que antes de seguir adelante repase las conjunciones adversativas españolas con las que me contradigo, me acoso y le pongo cerco a mis propias convicciones como si estuviera continuamente haciéndome perdonar por ser una librepensadora libertaria. Si no me equivoco, eran estas: mas, pero, aunque, sino, sin embargo.

El “mas” conjunción, sin acento, no es que me inquiete demasiado, porque, ni suelo usarlo, ni va por ahí en plan petulante y adverbial, queriendo hacer de menos a su entorno “menos” a quien más se eleva. Lo del “aunque”, con su chispa de vacilación, lejos de incomodar me aporta un respiro para pensarme dos veces lo que se me viene a la boca, entre otras cosas, con lo del tranvía de Jaén. “Aunque”, bien mirado, alguien tendrá que decir algo sensato sobre semejante insensatez como la de cablear el cielo raso del universo para impedirle el paso a los pasos de Semana Santa entre otros inconvenientes paisajísticos. Lo del “sino”, por su hermanamiento con la idea de “oposición”, parece que sea indispensable en el acontecer político parlamentario del día a día. “Sin embargo” es la única conjunción adversativa que necesita de dos palabras, como los seres humanos necesitamos de dos piernas para salir corriendo después de tropezar dos veces en la misma piedra. Pero el “pero”¡Ay, el “pero”! La cantidad de bofetones sin manos que podemos llegar a dar con un simple “pero” aunque vaya precedido de un “sí” que se convierte en “no” antes siquiera de haber nacido.

Cosa corregida y aumentada a efectos coloquiales son las llamadas “locuciones adversativas” que, con la ayuda de un manual cibernético, me permito enumerar sin ánimo de exhaustividad: sin embargo/ no obstante/ antes bien/ al contrario/ a pesar de/ si bien/ con todo/ más bien/ antes bien. Todas ellas vienen a ser como navajazos verbales con los que algunas personas instaladas en la eterna contradicción petulante se dedican a eviscerar −por llamarlo en plan finolis− el ánimo de cualquier interlocutor que ose aseverar algo en su presencia.

Tornemos a la idea inicial, que no es otra que la de la toma de posiciones ante lo del tranvía de Jaén, visto desde el lugar de una persona con sentido común, que ni es urbanista, ni paisajista, ni política.

No necesito ser urbanista para añorar aquel Paseo de la Estación de mi infancia, con bulevar central capaz de ofrecer a la chiquillería un espacio sin peligros de railes traidores.

Como potencial paisajista prefiero los carrillos de “PatatasPaco” fritas en aceite de oliva a precios convenientes, antes que ese cableado en plan tela de araña gigante que agobia lo suyo.

Lo de imaginarme “política” en ejercicio es punto y aparte. Pertenezco a la época del “aquí-mando-yo”, “usted-no-sabe-quién-soy-yo”, “y-ya-está”. Y, tras la llamada “transición”, tan llena de la cautelosa generosidad del tenemos-que-hablar, he desembocado la vejez, casi sin darme cuenta, en un “y-tú-más” para quienes, según las malas lenguas, se está empleando a conspicuos académicos a sueldo en fabricar un diccionario de sinónimos de insultos ad hoc que da miedo abrirlo.

Con mi sentido común, concluyo que esto del tranvía de Jaén es cosa de políticos. Y, por lo que tengo visto, en esta post-transición tan ramplona como “adversativa” y navajera que nos ha tocado sufrir, el paisaje es lo de menos; la urbanidad es un arcaísmo y el sentido común está de sobra. Así que, a ver a quien se le ocurre opinar.

¡No hay “pero” que valga!

En CasaChina.  En un 7 de Enero de 2024

viernes, 5 de enero de 2024

MI QUERIDA PROSERPINA

 

05/2024

A Marisol Esteban: la Mágica.

Al hilo de su relato “Más que un cuento”, que es una pieza magistral.

 

  Hay para mí algo impagable en lo que todavía creo: que alguien me regale una emoción y se me dé la oportunidad de agradecerlo. 

Este es el caso hoy.

Hace un rato me desperté, miré el reloj y comprobé que era demasiado temprano para levantarme, pero no tanto como para aprovechar y lanzar al aire mis deseos, a cara o cruz, para remediar esto de que se últimamente se olvide escribir mi carta a los Reyes Magos que ya no están.

En silencio, a falta de alguien con quien discutir las condiciones, he formulado mi querencia:

“Queridos Reyes Mágicos:” −escribo “Mágicos” con el pensamiento direccional puesto en estos ojos míos que tantas alegrías me dan cada día y que tantas lágrimas guardan aún para un porsiacaso− “…espero que os acordéis de una servidora, y que, si está en vuestras manos, me dejéis por algún rincón algo que me recuerde que esas lágrimas que almacenáis con semejante miramiento todavía valen para algo más que para recordarme que en el armario que yo no uso me quedan pañuelos de él con los que hacerles burla a los clines.

Esta que lo es y no os olvida”.

Terminada la silenciosa expresión de mi deseo, he rectificado la posición de mi espalda sobre los cuatro almohadones que utilizo a diario para apaciguar cansancios, he separado un poco el cojín del brazo derecho, me he ajustado las gafillas de la presbicia y he dejado que el cursor se deslice a cara o cruz por la pantalla del ordenador antes de que el dedo índice de la mano más hacendosa presionara por su cuenta el botón izquierdo.

De pronto, un espasmo fortuito ha acorralado el enlace y lo ha abierto de par en par:

 https://www.eldiariodemadrid.es/articulo/opinion/mas-que-un-cuento/20240104104331002904.html?utm_medium=social&utm_source=facebook&utm_campaign=share_button

¡Dios mío, qué joya literaria! 

“Gracias, OjosMágicos” −he pensado con automatismo. Y me he puesto a leer−. Hasta que la emoción, (posiblemente la “emoción” expresamente pedida) me ha empañado el avance de la lectura, obligándome a echar mano de uno de esos pañuelos de hombre ya sin dueño.

¡Vaya! −me he dicho− ¡Una emoción a borbotones! ¡Pero si todavía no ha llegado la hora de que pasen por aquí los ReyesMágicos! No esperaba yo semejante diligencia en dar cumplimiento a mi deseo. Lo menos que puedo hacer, además de enjugarme la largueza de estos generosos ojos míos, es darle las gracias a quien quiera que haya firmado este “Más que un cuento”.

Con los párpados anegados todavía, he buscado al final del cuento el nombre de persona tan mágica y exquisita que, con sólo juntar un montoncillo de palabras, es tan capaz de ponerse a chacharear con mis ojos de tú a tú y arrancarles sus ternuras.

Así es como he descubierto a la destinataria de este agradecimiento:

Mi querida Proserpina…

 

En un 5 de Enero de 2024.

jueves, 4 de enero de 2024

EL ÁRBOL DE HOYA DEL SALOBRAL

(Caras y Cruces de un mismo milagro)

04/2024

        Varias veces me puse ayer a escribir sobre El Árbol de Mágina en la Hoya del Salobral, y otras tantas me sorprendí a mí misma acosada por un extraño estremecimiento que me paralizaba, dejándome en suspenso, quieta, delante de la pantalla del ordenador que parpadeaba frente a mí, resplandeciente como una aparición, hasta hacer daño a los ojos, y con la página pestañeando en blanco. Era como si tuviera que esperar hasta que se me dijera por qué tenía que escribir sobre ese lugar.

        Tantas veces como lo intentaba, otras tantas volvía yo a entrar en trance.

        Tras uno de esos lapsos, y cuando ya había escrito la palabra “Árbol” y la palabra “Cruz”, sonó mi teléfono. Era Anamary, la alcaldesa de Arbuniel, esa joven mujer que tanto sabe de los padecimientos del alma, del poder sanador de la palabra y de la milagrosa herencia genética que nos hace semejantes. Quería agradecerme lo que había escrito poco antes en mi blog sobre El Árbol de Mágina de Arbuniel al hilo del poema que ella había escrito sobre las manos de sus mujeres.

        “Soy yo quien debe estar agradecida de poder contar lo que nadie podría creer sobre el tesón con el que las mujeres de Sierra Mágina se han convertido en custodias, guardianas y maestras de nuestro patrimonio artesanaldije desde mi más profunda convicción de lo que decía−. Y volví a mi estado de estupor paralizante.

        Estaba visto que algo estaba inmovilizándome a la hora de escribir sobre La Hoya del Salobral y sus mujeres, enganchadas de ese hilo invisible que, por la gracia de seiscientos pares de manos tejedoras, ya une a todos los pueblos de Sierra Mágina en un arco iris común que va más allá de donde el mundo acaba.

        Lo siguiente fue una llamada telefónica desde Colombia, a unas horas en las que allí se está en el primer sueño. La comunicante quería saber si −textual− “¿…podría mirar de a poquito si todavía conserva la foto de la cruz de La Teja?”.

    ¿La cruz de La Teja? −farfullé atónita, al tiempo que mil imágenes atravesaban mi cerebro como una lluvia de estrellas fugaces.

        ¡La cruz! Aquella cruz blanca y brillante que había captado mi cámara fotográfica cuando nos dirigíamos al pueblecito de La Teja en una “SUV”, una furgoneta, para asistir a una boda indígena en casa de la inmensa poeta colombiana, Marga López, y ya de paso, montar un recital en mitad de la selva.

        Quienes me acompañaron en aquel viaje, incluido un chamán nativo que ofició la boda, darán cuenta de que lo que aquí narro fue tan verdad como la fotografía.

        Toda mi parálisis anterior se convirtió en actividad delirante. Busqué los álbumes de tomas americanas de 2011 y esparcí las fotografías por encima de mi escritorio hasta que apareció la foto de la cruz. Aquella cruz que nunca volvimos a ver a pesar de que al regreso buscamos en el paraje y frente a la casita donde la cámara la había captado.

Justamente en ese momento algo me obligó a revisar la reseña del DIARIO JAÉN, donde se daba cuenta del motivo elegido por las mujeres de La Hoya del Salobral para su árbol:


“En este caso, las mujeres de Hoya del Salobral han reflejado la importancia que tiene el Santo Custodio en su pedanía, siendo un lugar que atrae a un elevado número de visitantes. Todas ellas lo han recreado con una representación de la Santa Cruz y la imagen del Santo”.

        ¿Por qué, de repente, como en una especie de batiburrillo, recordaba las palabras de Anamary, la alcaldesa de Arbuniel, sobre la fuerza redentora de todas las mujeres de Mágina?

        ¿Por qué las mujeres de la Hoya del Salobral habían elegido ese motivo de la Santa Cruz para su árbol, y habían tejido otras diecisiete cruces para los otros diecisiete pueblos?

        ¿Por qué, ¡doce años después!, me habían telefoneado desde Colombia a semejantes horas para pedirme que buscara “de a poquito” la foto de una cruz luminosa, inexistente salvo para el objetivo de mi cámara de fotos?

        Esto último sí que podía averiguarlo.

        Marqué el número que había quedado grabado en mi teléfono poco antes. El tono de llamada se demoró. Luego, sonaron tres timbrazos, un chasquido y una voz:

“…el número marcado no existe”.

        ¡Cómo que no existe! Pero si me han telefoneado desde ese…!

¡Clic!

*   *   *

        Mientras remato, punto a punto, letra a letra, esta croniquilla sobre El Árbol de Mágina de la Hoya del Salobral, siento como mis dedos son recorridos por pequeños espasmos que le mandan a mi cerebro un mensaje inequívoco:

        “Tienes que volver. Aunque sólo sea una vez más, tienes que volver a La Hoya del Salobral, buscar el Árbol de Mágina, mirar de frente esa cruz en la que se afanaron sus mujeres, y reconocerles una a una, con nombre propio, su aportación al milagro de detener el tiempo con un simple hilo de lana”.

        Y hay que decirle al mundo por qué tienen que ir a La Hoya del Salobral. Allí todo es energía. Todo es un milagro.

 LAS CARAS

Aquí tienen a las hacedoras del milagro de las cruces de Hoya del Salobral:

 

1.  Maria Isabel Moya Martínez.

2.  Manuela Martínez Aranda.

3.  Filla Moya Martínez.

4.  Isabel Martínez Ortiz.

5.  Trinidad Moya Prieto.

6.  Placida Moya Castillo.

7.  Virtudes Castro Vela.

8.  Manuela A. Gálvez  Aceituno.

9.  Josefa Martínez Peláez.

10.  Aurelia M. Castro Ramos.

11.  Dolores Moya Prieto

12.  Encarni Serrano Villegas.

13.  Francisca Arriaza Cano.

14.  *Gregoria Villegas Pelaez.

15.  Antoñi  Ramos Villegas.

16.  Dominga Rosales Garrido.

17.  Trinidad del Moral Rubio.

18.  Maria Peláez Ortiz.

19.  Gabriela Arriaza Aranda.

20.  Isabel Martínez Peláez.

21.  Toñi Rosales Martos.

 

Y LAS CRUCES...

La estructura del Árbol y las cruces de hierro fueron obra de dos hombres implicados en el milagro:

* José Antonio Romero Cano.

* Ángel D. Moya Moya.

 

TU DERECHO A DECIRLO

  (Periodiqueando)   ¿Tolerante yo? ¡Vamos, anda! A ver: ¿quién de nosotros nos atreveríamos a sostener que "toleramos" a quiene...