58/2024
No se crean. Asumir un premio literario no es lo mismo que recibir un premio literario.
Asumir requiere de un movimiento voluntario de aceptación de algo que acaso se esperaba con tensión y quizá se temía que no iba a llegar.
Entonces, el vaivén emocional es aceptación/tensión. Y, si llega, lo mejor será tener el talento más sublime: ese que nos lleva a empaparnos de la suficiente humildad para saber que el dedo de la suerte que nos señaló al azar podía haber señalado en cualquier otra dirección. Hay en el mundo −y lo sé− por lo menos dos o tres docenas como yo. O mejores. Así que… menos humos.
Lo de recibir el premio (cualquier premio) es otro cantar. Son actos a los que todos van con sus allegados, y momentos en los que los premiados añoran desesperadamente a los que no pueden ya llegar.
En todo esto pensaba yo ayer.
Cuando ayer se me comunicó que había obtenido el Premio Internacional de Poesía Diario Jaén 2024, tras los primeros momentos de desconcierto, busqué y me agarré como una lapa a los talluelos de humildad que he ido cultivando con esmero a lo largo de mi vida como antídoto necesario contra las rebabas que crecen en este oficio de escribir, oficio que nos convierte en progenitores de criaturas que a veces son verdaderos engendros, sin que nosotros seamos capaces de verlos como tales solo por haberlas parido.
Yo, que deseo honrar a mi tierra con/desde este premio, solo lo conseguiré desde la humildad de la que hablo.
Llegará ahora el día de la entrega del premio. El momento de recibirlo. Ahí me quiero ver yo misma. Porque, aunque no estén, estarán todos los que contribuyeron a que el dedo de la suerte señalara en mi dirección y no en otra. Todos los que se hubiesen sentido orgullosos de mí en semejante día; todos los que se hubiesen sentado después del acto a vaciar un vasillo de vino conmigo.
Esta noche, mientras pienso en todo eso, sé que hay un puñado de personas que sí que están aquí todavía, y que me gustaría a rabiar que estuvieran. No las nombraré a todas. Pero sí a cuatro que fueron muy especiales en mi vida, en mi avance como escritora, que lo siguen siendo y que, además, son de mi pueblo: BEDMAR:
1. Luis Alberto Alcalá Martos, porque tiene más vocación de escritor que yo, y una chispa jovial que muchos quisieran para sí.
2. Jesús Moreno García; un chico tan considerado conmigo, tan atento como no lo ha sido ningún otro hombre en toda mi larga vida.
3. Marilo Cobo: tenaz como jamás he conocido a otra mujer, hasta trabajar como una jabata por ser autosuficiente.
4. Cristóbal Triguero López: el artista pintor más grande y más inquietante que he visto crecer a mi lado durante años. El que, cuando era niño, encantaba a los pájaros, y en Sevilla, cuando fuimos a presentar el libro de SIERRA MÁGINA, territorio literario, magnetizaba a las palomas.
Los cuatro tienen, además, un don que ya la quisiéramos alcanzar cualquiera de nosotros: carecen de maldad. Son el amor en estado puro.
En CasaChina. En un 23 de Abril de 2024