Antes de revelar el libro
que estoy leyendo, quiero hablar de las magias del que yo estoy escribiendo -VIRGO CLEMENS- que, junto a VIRGO POTENS (Sial Pigmalión -España- 2016 y Pijao Editores ‑Colombia
2017) y VIRGO
FIDELIS (pendiente de publicación inminente) forman una
trilogía sobre la condición femenina de los años de la posguerra en la Andalucía
profunda. Cuento esto porque, como explico en la introducción de VIRGO FIDELIS, la gestación de estos
libros ha estado llena de hechos verdaderamente inquietantes y mágicos, como
pudiera ser el que cuento en la introducción del segundo: cuando estaba
buscando documentación sobre la Guerra de la Independencia en la provincia de
Jaén, cayó desde lo más alto de mi biblioteca uno de los doce inmensos tomos de
Historia que guardo, quedando abierto por la última batalla del general Riego
en Jódar. ¡Precisamente en Jódar!, en cuyos aledaños se mueve la novela.
Así podría contar mil
anécdotas.
Olegario a la izquierda de la imagen |
Algo así me sucedió
anoche, cuando trataba de colocar piezas del bisoño VIRGO CLEMENS, cuya vocación
es escudriñar una forma de emigración de los años 40: la de los “perdedores” de
aquella Guerra INCIVIL que nos regaló la historia. De repente, apareció en
mi ordenador un mensaje de Olegario
González Prado, con el que no he tenido más contacto -ni menos- que el
haber sido convocada el pasado verano -a través de la Editorial Sial Pigmalión-
a visitar su pueblo extremeño, Santa Marta de Magasca, para participar en un
recital.
Olegario, hombre cordial,
divertido y magnífico anfitrión, nos dio de comer y de beber en abundancia, nos
acogió en su hermosísima y recia casa -un establecimiento a mitad de camino
entre el cuidado hotel rural y la simbólica hospedería de arrieros-.
En Santa Marta de Magasca 2017 |
Y lo mejor de
todo: me regaló su libro <LA VENTANA DEL REY>.
Anoche, -como ya he
adelantado- un año después de nuestro primer y fortuito encuentro, me encontré
en una ventana de mi ordenador una pregunta sencilla de Olegario: “Soco ¿has leído mi
libro?”.
Le dije que me ponía a
ello. Lo busqué. Lo encontré de inmediato -estaba en la cola de los libros por
leer-. Aparté a un lado el teclado del ordenador donde comenzaba a pergeñar
<VIRGO CLEMENS> y me puse a la
tarea. Y ¡Oh, maravilla! Nada más comencé su lectura, comprendí que era el
libro IMPRESCINDIBLE para que <VIRGO
CLEMENS> encuentre su camino.
Ya la dedicatoria es una
auténtica reafirmación de las esencias de Olegario:
“Sólo me siento capaz de ser yo cuando regalo
amistad. Si se me agotase ese elemento dejaría de ser yo, me convertiría en
contradicción y dejaría de ser feliz viendo huérfana mi obra”.
El prólogo de Lucio Poves
Verde habla de fidelidades familiares, de maletas de emigrantes, de trenes
acarreando miedos y miserias camino de una Europa que se lamía las heridas de
la Guerra Mundial, y de un muchachito, Olegario, con una misión muy concreta
asignada por la vida: encontrar a su abuelo solo por el hecho de encontrarlo.
Sin revanchas.
Sigo.
Esta
vez con la Introducción del propio Olegario que ya, desde las primeras líneas,
nos hace ver la luz de la humildad (…sin
herir sensibilidades”) y del ingenio.
Definitivamente, éste
es el libro imprescindible para que VIRGO CLEMENS vea la luz, porque me va a
ilustrar en el cómo ser emigrante sin sentir rencor y sin olvidarse de la clemencia.
De momento me quedo con
un “dicho” del padre del autor que me sujeta a una página del primer capítulo:
“El que habla, siembra. Y el que escucha, cosecha”.
Traslado esa frase al hecho de
escribir y leer:
“El que escribe, siembra. El que lee, cosecha”.
Estoy leyendo
el libro <LA VENTANA DEL REY> de Olegario González Prado, sin duda
dispuesta a cosechar maravillas.
Y a sorprenderme a través de
sus ojos de niño cuando, a la vista de la ronda de la pareja de la Guardia
Civil en bicicleta, que visita el prado donde él guarda las cabras de su padre,
se pregunta maravillado:
“¿Será posible que
paguen un sueldo por montar en bicicleta, cuando yo tengo que pagar dos pesetas
por dar una vuelta de cien metros en las bicicletas que alquilan
por las fiestas del pueblo?”.
Gracias,
Olegario, por aparecer justo a tiempo ‑¡mágico!- de decirme que, sin leer tu
libro, el mío, <VIRGO CLEMENS> se encontraría muy perdido.
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