(Por qué no te callas…)
107/2024
La pintura es esa materia de la que se valen los pintores para embadurnar, colorear, sombrear, perfilar, matizar…crear.
Las palabras son esos sonidos articulados de los que se valen de manera exclusiva los seres humanos para hablar, acercar, galantear, enseñar, consolar… establecer comunicación.
Hay pintores que nacen artistas, y que se esfuerzan con denuedo en potenciar sus dotes naturales hasta convertirse en genios de la exquisitez creativa, como hay pintores de brocha gorda que, hechos a lo rústico, se dan por satisfechos con poder enjalbegar tapiales y disimular desconchones.
Hay seres parlantes esmerados, para quienes la palabra es la más pulcra expresión de su propia delicadeza interna, como hay seres facundos que, ni aun vestidos de seda como la mona del chascarrillo, consiguen sacudirse su garrulez congénita.
Es más: los hay que hasta hozan y retozan depurando las mellas de su rudeza.
En pintura, la cuestión está en el talento que se trae de origen; pero, sobre todo, en entrenarse en saber elegir con primor el calibre de la brocha elegida.
En la locución, la cuestión pudiera estar también en la idoneidad de origen, sin olvidar lo de tomarse el trabajo −penoso, por cierto− de afinar con escofina las rebabas propias de la naturaleza humana. Que cualquiera las tenemos.
Como sostenía Ramón y Cajal, tras pasarse años dibujando cerebros, todos podemos conseguir convertirnos en lo que no somos si nos empeñamos en ello y nos lo proponemos.
Aunque, bien pensado, visto lo visto, y oído lo oído, comienzo a tener mis dudas frente de ciertos especímenes. Y es que ya se sabe lo que hay esculpido a golpe de cincel en una piedra: Quod natura non dat, Salmantica non præstat. Lo que la naturaleza no da, no puede conseguirse en la universidad. Sobre todo, para quien se entrena a diario en ser como es porque cree que se le paga para eso.
Ya me dirán si no es demasiado esperar que salga un delicado sfumato tipo Leonardo da Vinci de alguien que, nacido bronco de serie según parece, (aptitud), se curte y adiestra cada día con creciente fervor portuario propio (actitud) en construir un discurso de paredón con chafarrinones descerrajados a lo bruto y disparos de brocha gorda.
Eso mismo pienso yo.
En CasaChina. En un 17 de Junio de 2024
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