01/2020
Tintineaba en el piso de arriba,
tac-tác, tac-tác, con un sonido agudo, acentuado en el último tác, dejando
transcurrir un brevísimo silencio entre el último tac-tác y el siguiente.
Era su rito de
año nuevo. El rito de madre: sentarse en su mecedora y desafiar a los relojes
como un péndulo humano marcándole el tiempo a la vida misma.
Supimos que su
tiempo se había consumido cuando la mecedora dejó de sonar.
De este año no
pasa que me compre una mecedora en cualquier chamarilería.
Sorolla |
El piso de arriba
no puedo comprarlo. Vivo en el piso bajo de una casa de vecinos. Pero lo del
piso de arriba no importa demasiado; tampoco en el piso de abajo hay quien
pueda escuchar el agudo tac-tác de mi mecedora.
Claro que, a estas
alturas del tiempo, creo que lo importante es seguir arrancándole su tac-tác a
mi propia mecedora.
Aunque nadie pueda
oírlo.
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