Dios me mando a este mundo con un hermoso vestido de andar por casa.
Con el tiempo, va ajándose poco a poco, aunque no tanto como para querer despojarme de él todavía.
Frente al espejo, ligeramente empañado, pienso que algo bueno ha de tener lo del virus: mañana no espero a nadie que me obligue a amortajarme con lentejuelas.
Cenaré sola.
En CasaChina. En un 23 de Diciembre de 2020
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