Y a todos nuestros cronistas de SMB
(Dedicatoriendas con soneto)
Dedicatoriendas - 75/2025
La tarde comenzaba a cerrarse en gorriones cuando el actual alcalde de este pueblo mío, arreglado con un traje en tonos “puesta-de-sol” a juego con su pelo bermejo, arrancó el acto: la entrega de premios de la III Gala del Día de la Villa de Bedmar.
La Plaza de Arriba de siempre, a la que ahora le dicen “la Plaza del Ayuntamiento”, estaba a bosar de sillas al aire libre. Las dos primeras filas las ocupaban los inminentes agasajados entre quienes se encontraba mi anfitrión: el cronista oficial, José Manuel Troyano Viedma. Apenas hubo tiempo de darnos un estrujón de protocolo, tipo AbrazoInterruptus, ansioso de prolongarse hasta los anales de nuestra juventud ya en desuso.
Al fondo, junto a los senos de las carnicerías, hoy descubiertas pero guardando sigilos de lo que en ellas pasó en otros tiempos, un bullicio de infancias y de pájaros enruidaba la tarde agónica. Gentes de juiciosa estancia fija y gentes de paso –bien que a nuestro pesar– también habíamos; pero, hechos a callarnos cuando conviene (o cuando conviene al fausto del acto en donde estamos) no se nos escuchaba tanto como a la chiquillería, que jugaba sin cortapisas al pillapilla. O como a los pájaros, en busca de acomodo en la fronda de los plátanos orientales que han venido a sustituir a la cabina telefónica de la esquina izquierda de la Plaza, y al antiguo pilar de la esquina de la derecha, desaparecido hace tantísimos años ya. Algunos pájaros más huraños se disputaban cobijo en los pinos del jardín de la casa de DonCesáreo, esa casa que siempre se llamará así aunque el dueño que yo le conocí, aquel antiguo galeno de enjuta figura y aires distraídos, don Cesáreo, ya no pertenezca al mundo de los seres parlantes desde hace más de medio siglo, y la casa no sea ya mucho más que una ruina inquietante que sigue guardando con celo los fantasmas de siempre entre sus grietas y desconchones.
Tomó la palabra José Manuel y, mientras él, con ese saber hacer que da el ser grande a pulso entre los grandes, iba mentando por su nombre o por su mote a quienes hicieron palpitar las calles de este pueblo nuestro, me llegó una ráfaga de frescor como brotada de la superficie del agua del ausente pilar de la Plaza de Arriba.
Hago un incido para aclarar que Bedmar ha sido pueblo de manantiales magnánimos y pilares rumorosos que, lejos de incomodar, refrescaban los cuerpos y las almas de las criaturas agosteñas, pero que fueron sucumbiendo, unas veces a la desidia, y otras al alarde de rancias moderneces municipales de secano. Perteneciendo como pertenezco a la era de DonCesáreo, me pienso yo que todos los que somos de por aquí y aquí propagamos nuestra infancia sabemos lo que son esas bocanadas de aire que, en plena canícula, llegaban hasta el pueblo desde las frescuras del río Cuadros, tras remontar la CuestaLeonardo, cruzar el barranco de LaSalina y meterse por ElMundoGráfico, para refrescarnos las tardes de tomar el fresco a la puerta de las casas y disiparle las bravuras al tamo de las eras en sazón.
Eso fue lo que yo sentí el otro día allí en la Plaza de Arriba mientras hablaba nuestro cronista: como una bocanada de aire fresco alentándome la memoria de aquella infancia en la que José Manuel Troyano Viedma, todavía con calzones cortos, se alargaba hasta los “cellajos” –así los llamó él– para escurrirse ladera abajo dispuesto a la aventura callejera.
Cómo cambian las cosas desde que el bar de Chicuelo, ahora durmiente al otro lado de la calle, era un bullicio de futbolines, y yo estrenaba adolescencias ya olvidadas.
No es de extrañar que la Plaza de Arriba del viernes me sorprendiera con sus dos turbadores huecos de las carnicerías, de las que tanto sabe el homenajeado y tanto callamos el personal. La Plaza de Arriba, con esa fachada de un ayuntamiento cuya llana belleza pueblerina le arrancaría a cualquier Marqués de Santillana una “serranilla” conmovida, en cuyos sótanos hubo un recinto carcelario que le dio nombre a la antigua Calle de la Cárcel y ahora dicen que aloja legajos que nuestro cronista supo recuperar, organizar y husmear con empeño propio de sabios.
Ay, este pueblo mío, que tantas vidas y tantas muertes enconadas en lo viejo ha sabido trocar en homenaje en vida a sus hijos más brillantes, como nuestro cronista oficial, José Manuel Troyano Viedma, que ahí anda, empeñado en rebuscar en los archivos de la vida la mejor manera de contar y ensalzar lo que los bedmareños venimos siendo en la VillaNueva desde que alcanzó la denominación de Villa, y cuya MEDALLA DE ORO se le imponía en el acto al que estoy refiriéndome.
Son grandes los pueblos que saben reconocer en vida a sus hijos más grandes.
En Bedmar. En un 10 de Mayo de 2025
AL CRONISTA
Sonetos - 33/2025
Al cronista José Manuel Troyano Viedma,
que seguirá contándonos aún mucho después de irnos.
Acaso con los últimos pedazos
de aquella desarmada adolescencia,
sin más impedimenta, sin más ciencia
que un revuelo de anales a retazos
cicatrizas, amigo, los zarpazos
que nos lanza la vida sin clemencia
robándonos con saña y a conciencia,
el tiempo, los recuerdos, los abrazos.
Pero la desmemoria rema en vano
contra ese empeño tuyo que recoge
las ultimas espigas del verano.
De nuestra tradición escrita a mano
eres fiel amanuense. Como un troje
que guarda nuestra historia, grano a grano.
En CasaChina. En un 14 de Mayo de 2025
Enhorabuena de parte de todos los Cronistas Oficiales de la Provincia de Jaén, por tu magnífico artículo y tu Soneto. !Gracias, Soco!
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