Bastan cinco
minutos para soñar toda una vida.
Así de relativo es el tiempo
Mario Benedetti
Mucho antes de que Piturdo fuera ya muy,
muy viejo, fue muy muy joven…
Fue tan joven, que apenas era un rapazuelo
nacido en una de las mejores casas de uno de los mejores barrios de aquel Jaén donde
hacía tiempo que amagaba Guerra. La única guerra que debiera hacer que se nos
cayera la cara de vergüenza a unos y a otros en España.
Claro está que Piturdo
nació en la casilla del fondo del huerto, casi por las mismas fechas en que
nació Casilda, la nena de la casa principal, para la que, en cuanto levantó dos
palmos del suelo, Piturdo bajaba uvas de la parra y subía moras desde el rio
que pasa por el Puente Tablas, mientras soñaba en convertirla en su princesa.
Luego, cuando Casilda y él empezaban a mocear
mirándose desde la distancia que marca un jardín de por medio, llegaron los aviones,
aquel 1 de abril de 1937, y, en una ciudad con demasiados rencores rebullendo y
sin sitios donde resguardarse, los aparatos soltaron muerte a chorreones; una
muerte que se llevó por delante a toda la familia de la casa grande; y a los de
la casilla del fondo del huerto, menos a él. Pero nadie quiso echarle cuentas a
Piturdo, que se echó a la calle sacudiéndose el polvo y la pena de la muerte de
la señorita Casilda, sin tener a quien arrimarse que no fuera Canelo, el perro
de la casa, y Miau, el gato de su “ella”.
Así
fue cómo empezó Piturdo a formar parte del paisaje callejero del Jaén de aquellos
años en los que aún sonaron muchos tiros en el patio de la cárcel donde
encerraron a los rojos cuando ganaron los otros.
En “CasaChina”. En un 25 de Septiembre de
2018.