(Jaeneando500)
99/2023
“¿Y tú de quién eres?” −se
preguntaba en mi pueblo, en lugar de interesarse por algo tan irrelevante y
común a la hora de ponernos identidad como era el nombre propio−.
La respuesta −¡lógico!− nunca incluía
echar mano de nuestro nombre propio aunque lo tuviéramos. Lo que contaba era el
mote del clan igualitario y consanguíneo. O el apellido más o menos rimbombante,
si es que una se creía directa descendiente de la pata del Cid.
Lo importante para existir era ser
hija/ hijo de…
Hay un apellido, −HIDALGO−, que
siempre me ha fascinado por los múltiples resquicios que implica eso de ser “hijo-de-algo”,
que es su sentido etimológico. Lo que, además de ser un “algo” “propiedad de…”,
viene a ser lo mismo que una especie de cosificación, de “desidentificación”
personal; un no ser nada propio, sino una especie de resultado de lo que otros hicieron
o dejaron de hacer; de lo que hicieron mis antepasados, sin pedirme permiso u
opinión, y por algo tan contundente, inelegible o inevitable para mí como lo de
ser mis antepasados.
Lo que quiero decir es que, por
alguna irreflexión inducida, nos rasgamos las vestiduras o nos echamos
flores por lo que otros hicieron in illo tempore, sin
pararnos a pensar que… a saber lo que hubiéramos hecho nosotros de haber
estado en cuerpo mortal allí y entonces.
Personalmente, prefiero verlo con
los ojos del aquí y ahora, y desde mis propias experiencias, y no como lo leo
hoy en el artículo de opinión de mi periódico de cabecera: “el Judas
Español” era hijo ilegítimo y sacrílego del clérigo. ¿Ven dónde pone las comillas el más que versado
articulista? Eso quiere decir que lo de …era hijo ilegítimo
y sacrílego del clérigo es de factura propia y actualizada
del escribidor.
Lo cual me lleva a reflexionar
sobre algo interesante, −y usted perdone, señor autor−.
Verá: con la que está cayendo sobre
abusos sexuales en la Iglesia, lo de hablar de hijos “sacrílegos”,
cargándole a los hijos el sambenito de lo que puedan hacer en plan coyunda
inconsentida un clérigo o una clériga saltándose a la torera la Ley del SÍ ES
SÍ, es tanto como “acogerse a sagrado” de manera oportunista y −esta vez
sí− sacrílega (en el sentido coloquial de la palabra, que diría un erudito. Una
erudita, NO. Vaya, que no lo diría).
Lo de “adulterinos”,
ahora que nadie se casa, y lo que se lleva, hasta en las realezas, es
arrejuntarse por detrás de la Iglesia, ya comprenderá que viene a ser como echar
mano de la viejísima “Novísima Recopilación”. O ir de boda con miriñaque.
Está bien. Pongámonos serios: digo yo que
no es necesario acudir a las evoluciones legales sobre filiación y su juiciosa
nomenclatura para saber que ser “un hijo de…” ya no es ni tan denigrante
ni tan relevante como lo de ser simplemente hijo o hija, con una historia
propia por escribir al margen de la de nuestros progenitores.
Que también…Con ellos. Y a pesar de…
En CasaChina. En un
19 de Agosto de 2023