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De cuando me da por recordar
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141/2023 - JaeneandoNoviembre
No hay mayor
terrorismo que el de quienes creen en sus ideas como si fueran el único DiosVerdadero
que, ante la menor duda, hay que dárselo a beber a cucharones a los impíos como
se daba antes el aceite de ricino en las plazas públicas para asearles las
tripas a los sospechosos de desafección.
A mí, que
tantísimo miedo me metieron hacia Dios a golpe de Ripalda, los dioses que más
me asustan son los de las siglas de los partidos político, esas que prosperan en
cavernas subterráneas, crecen como hongos, revientan como “pedos de lobo”, y se
extinguen como conejos con mixomatosis en cuanto deja de llover dentro de sus
bolsillos.
Lo que yo diga
que hay que ser muy valientes para apuntarse hoy en día a un partido político
de “nueva planta”. Es algo así como lo de los contratos fijos discontinuos: dan
para ir tirando, pero no sacan de pobre.
Hablando de
eso: recuerdo una vez, cuando todavía tenía edad para ser valiente −que viene a
ser algo así como tener licencia para matar y exhibirla con petulancia y
correaje a la mínima de cambio− yo me apunté a un partido político de esos que
tienen asegurada la derrota antes de que el cornetín de órdenes ataque las
primeras notas de La Marcha de Fusileros, (cuya letra, por cierto, no tiene
desperdicio a la hora de incitar a partirnos la cara los unos a los otros).
Volviendo a lo
de mi primer y único partido político, debo de reconocer que éramos cuatro
gatos, rodeados de tres o cuatro pelagatos, capitaneados por nuestro particular
gato-con-botas: Joaquín Satrústegui, que
más parecía un auténtico marqués de Carabás que un político en funciones.
Como en
aquella manada gatuna, sin llegar a epulones, todos teníamos nuestro propio
medio para llenar estómagos, y nuestro particular impedimenta cultural, −adquirida,
por cierto, gracias a no estar apuntados en las listas de sospechosos− no le
poníamos mayor atención a lo de los dineros ni sentíamos la necesidad que hacer
alarde de camisas de marca con la que tapar carencias; así que, aunque no pueda
creerse, nosotros nos creíamos lo del progresismo de la Alianza Liberal, −que así
se inscribió nuestro felino partido−. Y hasta sacamos un senador, Satrústegui,
del trío de “Senadores para la Democracia”.
La cosa −desde
la legalización en 1977 a su extinción en 1978− no duró ni un año, tiempo
suficiente como para aprender y comprender que, en el fondo, todos llevamos
dentro un doctrinario al que apretarle las bridas si no queremos que se nos
vaya de caña y acabe tirándonos al charco.
Quiero decir
que, cuando nos instalamos en una idea, por muy buena que parezca, hay que
tener mucho cuidado de que no se convierta en idea-con-apellido. Vamos, en
idea-fija. Eso lo aprendí de Joaquín Satrústegui aquella tarde en la que,
tomando un "oporto" recién traído desde Villa Giralda, en Estoril, hasta su casa
de Fernández de la Hoz, esquina con Bretón de los Herreros, nuestro particular
Marqués de Carabás nos soltó a quemarropa: “si un eventual interlocutor ha
sustituido las ideas por creencias, no debiéramos acorralarlo con nuestras
ideas propias, porque nos exponemos a fabricar un terrorista”.
“Los
terroristas nacen, no se hacen” −aventuré yo en plan petulantuelo y jovenzano
de bisoña treintañera, lo que mereció mi primera gran lección de aquel maestro,
árbitro de elegancias y de cautelas: No lo creas, querida. En mayor o menor
medida, terroristas somos todos, cuando llamamos a matar y morir por cualquier creencia
en lugar de pararnos a escuchar y a evaluar las ideas opuestas. Cada vez que
deslegitimamos al contrario en un cuerpo a cuerpo personal, estamos fabricando
terroristas. ¿Te das cuenta de lo pobres que seríamos si se instauraran las
ideas como moneda de curso legal?
Desde entonces
no hago otra cosa que tratar de hacerme rica. Rica en ideas, claro está. Tanto
me da que lo que guardo en la caja fuerte del cerebro o traslado al monedero
sean billetes de valor máximo o calderilla. El caso es tener siempre dinero de
bolsillo para intercambiar con mis interlocutores.
En CasaChina.
En un 12 de Noviembre de 2023