(Jaeneando)
Tiene
Jaén muchas cosas que nos llenan de orgullo a los nacidos en esta tierra, tan fronteriza
al más puro estilo José-Luis-Sampedro como “desfronterizada”; tierra en
la que cabemos todos porque esta tierra nuestra es de todos y de nadie. Un
poner: en Jaén tenemos un firmamento desmontable, en el que por las noches
ponemos estrellas a granel tamaño XXL y por el día apañamos condumios de tal
enjundia que hasta la Guía Michelín echa el freno y nos suelta tres estrellas
de las suyas como tres soles, que hablan por sí mismas de lo nuestro.
Jaén,
en su diversidad ancestral, es como un puzle de diez piezas, diez comarcas que,
una a una, son diez primores capaces de ofrecer de todiquitico. Juntas, son
como una España en miniatura.
En
ese Jaén del que hablo hay un árbol categórico cantado por Miguel Hernández
en plan inquisición distributiva: …de quién son esos olivos, andaluces de
Jaén. Olivas, en femenino, llamamos por aquí a ese árbol vareado y
ordeñado sin piedad por los hombres, mientras nuestras mujeres, de rodillas en
los ruedos a sus pies, recogían, una a una, las oraciones moradas que en
realidad son las aceitunas −que no “olivas”− con las que el árbol por
excelencia nos sostiene y nos iguala.
Si
hay algo mágico en la vida, algo que simbolice la dualidad de la existencia,
ese algo es un árbol. Un árbol hunde sus raíces en lo telúrico de la tierra
hasta donde ningún ojo humano alcanza, y se eleva hasta el cielo como anticipo
del último vuelo de las criaturas, que nos abrazamos a su tronco como si fuera
nuestra verdadera patria: la patria vegetal. Pienso que Juan Ramón Jiménez
estaba abrazado a un árbol cuando escribió aquello: Mis pies, qué hondos
en la tierra/ mis alas, qué altas en el cielo. / Y qué dolor de corazón
distendido.
¿Será
por eso por lo que las mujeres de mi comarca, las que han adoptado como santo y
seña el rótulo de “enganchadas de un hilo” se han empeñado este año en
tejer lo que ellas llaman El Árbol de Mágina?
Miradlas. ¿No son admirables?
Mientras que unos pocos necios se desgañitan tupiéndose por un pues-mi-pueblo-es-mejor-que-el-tuyo,
ellas, desde hace unos años, tejen todas juntas hilos de colores para darnos
las Pascuas.
Si Rafael Alberti levantara
la cabeza, en lugar de preguntarse eso de ¿Qué cantan los poetas
andaluces de ahora?, se asombraría a sí mismo escribiendo ¿Qué
hacen las mujeres andaluzas de ahora?
Ellas,
las mujeres de Mágina, con ese talento que sólo las mujeres rurales tienen,
este año han tejido nada menos que un árbol. Un inmenso árbol, con una
plataforma por cada pueblo de la comarca, sobre la que han colocado lo más
emblemático de sus lugares.
Indira
Gandhi decía: No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño
cerrado. Nuestras enganchadas abrieron sus manos para que de
ellas salga la luz.
Si
yo fuera una “mandamasa”, o una política de esas que deciden hasta donde le
llegan los dineros del presupuesto, o, simplemente, si tuviera una agencia de
viajes, ¿saben ustedes lo que organizaría sin pensármelo dos veces? Pues
organizaría algo así como la ruta de las tapas, sólo que, en lugar de ir
picoteando, engullendo y “ligando”, como se dice por esa comarca, me embarcaría
en la ruta de las enganchadas.
Queríamos
mantenerlo en secreto, pero somos muchas y nos gusta hablar entre nosotras en
lugar de partirnos la cara. Y, claro, ya se sabe que el día 12 estaremos en
Jaén presentando nuestro árbol. Y que allí cantaré yo a esas manos, que
igual acarician un hijo que tejen con un lúcido hilo lo mejor de nosotras.
MANOS DE MUJERES ENGANCHADAS DE UN HILO
Se afanan, se encanillan, se aceleran
enganchadas del hilo de la vida.
Punto a punto, suturan esa herida
en la que las ausencias perseveran.
Son manos de abundante sementera,
manos hechas al duelo en la partida
que tejen sin descanso la acogida
en ese hogar de paso y de frontera
Son manos de agasajos habitadas,
de entrega y de tesón en oleaje,
de abrojos y de aceite laceradas.
Son manos de mujeres porfiadas
que convierten el hilo en un paisaje
y el paisaje en utopías saciadas.
En CasaChina. En un 10 de Diciembre de 2023