VA DE...Batiburrillo literario

sábado, 30 de marzo de 2024

TRES ERAN TRES

(ConVersionario a tres voces)

         01/2024- ConVersionarios

Así comenzó todo en este Tres eran tres.

Si hay serendipias literarias, los retazos (¿retozos?) de ConVersación que siguen podían ser una de ellas para el mundillo de las letras.

La cosa empezó con un breve texto de ese escritor maestro de escritores que es Enrique Gracia Trinidad, que el susodicho maestro subió ayer mismo, −JueveSanto por más señas− a un chat compartido, al hilo de una SemanaSanta sin santos, pero con muchas señas que vienen alertándonos desde hace tiempo sobre el maldito cambio climático que nos amenaza sin ahorrarse señales.

En secano llevábamos ya más de un año en este país nuestro (en los otros, también) sin verle las senagüas al agua del cielo desde la línea de puntos (y aparte) a donde nos alcanzaba la memoria cuando pasó lo que pasó, y que una servidora pasará a contar antes de rematar estos prolegómenos de indigencias hídricas.

Las carencias de las que hablo fueron aprovechadas, entre otros vegeteibols, por los olivos de mi tierra para revenirse en lo de engordar aceitunas a las que estrujar hasta sacarles el sagrado aceite; lo cual que, a su vez, fue suficiente para que las almazaras se agarraran como a un clavo ardiendo a la escasez de materia prima −léase aceitunas en sazón− para mandar al paro a las piedras de molino (que ahora me cuentan que ya no se usan desde que fueron sustituidas por unas más jacarandosas prensas hidráulicas); lo que, a su vez, fue aprovechado por los “Super” de cada barrio para cambiarle las hechuras a las etiquetas, poniendo los precios del aceite por las nubes, de tal manera que, salvo el habitante por derecho de aquellos pagos, el mismísimo DiosVerdadero, no quedó sobre el Planeta criatura capaz de apechar con los precios que ha alcanzado el LíquidoOleaginoso y demás pringues por escasez LíquidoElemento. Cómo no sería la cosa que hasta LosAltísimos −léase mercachifles− se vieron en el trance de apañarse sus particulares ÁngelesCustodios en forma de etiquetas con alarma para impedir que los menesterosos más audaces arramplaran con las garrafillas de OroLíquido para ponerse a hacer botellón graso en los fogones.

En esas estábamos cuando el personal, alentado (con “n”) por la solanera y alertado (con “r”) por el redoble de tambores destemplados, cargó los maleteros con sombrillas y sombrajos, llenó de gasufla a precio de aceite los depósitos, y se echó a las carreteras sin pensárselo dos veces, dispuesto a gastarse los préstamos en vacaciones de pisito de playa, de esos en los que las ventanas ajustan tan mal que dejan pasar por entre las ranuras hasta la más mínima ráfaga de malos humos que tenga a bien desmandarse, cualquier saeta trasnochadora que se desparrame a deshora o cualquier tamborrada marca joputa que tenga a bien dar la tabarra con sus despropósitos.

Llegado el personal a sus destinos, se sorprendieron ante la ausencia de lo esperado −los ruidos semanasanteros−, y se encogieron ante las desaforadas llantinas del cielo, que, tras arrancarse por peteneras de lluvias torrenciales y nieves desnortadas, arrancaron a su vez ayes de procesiones frustradas y remedo de llantinas en los ojos lugareños.

Fue entonces cuando el maestro −ya saben: Enrique Gracia Trinidad− escribió lo que escribió, a lo que la correcaminos oficial, Gloria Nistal, respondió lo que respondió, y una servidora, aquejada de incontinencia verbal crónica, terció de la manera que lo hizo.

El resultado, ahí lo tienen:

 

DE ENRIQUE GRACIA TRINIDAD: el Maestro

PARECE QUE A DIOS NO LE GUSTAN ALGUNAS COSAS

WhatsApp 29/03/2024

No sé por qué sospecho que al Altísimo no le hacen gracia las procesiones. Si no, no se explica que con tanta frecuencia mande a las lluvias caer sobre este país precisamente cuando en ciudades y pueblos de todo el territorio sacan a la calle palmas, encapuchados, esculturas y velas .

Y mira que cofrades, devotos y hasta turistas no paran de elevar sus miradas a los cielos entonando plegarias para que les permitan exhibir sus imágenes y capirotes y entonar saetas y otros cánticos. Pues nada, ni caso: lluvia al canto y lágrimas en las mejillas de penitentes, cofrades y nazarenos.  

No deja de sorprender que con la tradición de sacar al santo o la virgen de tantos pueblos para convocar la lluvia, en el preciso momento en que se pretende sacar a los de la Semana Santa, los aguaceros se pongan bravos y lo impidan.  

También cabe pensar que Dios sea antitaurino, al menos en los madriles, porque en cada feria de san Isidro abre los cielos y jarrea de lo lindo dejando la Monumental de las Ventas hecha un bebedero de patos y a los taurinos echando de menos verónicas y chicuelinas. Además, siendo el tal Isidro campesino de secano por excelencia aún es más sospechosa esa costumbre de llover allá por los alrededores del 15 de mayo. ¿O es que de tanto sacarlo en siglos pasados para ahuyentar a la sequía, el santo labrador mozárabe  se ha acostumbrado y nos manda la lluvia cada vez que llega su fiesta? Me estoy preguntando si pasa lo mismo en otras ferias taurinas como la de la Maestranza de Sevilla, los toros de Ronda, la Macarena de Medellín, la de Puebla mexicana y otras tantas. En mi próximo viaje por carretera preguntaré a algún toro de Osborne a ver si él tiene información privilegiada.

Pero hay algo que es todavía más incomprensible y que como escritor me tiene seriamente preocupado; y es que al Sumo Hacedor le caigan mal la lectura, porque cada vez que se celebra la Feria del Libro de Madrid, lectores, autores y demás gentes de letras se la pasan mirando al cielo, esperando que, según la costumbre no escrita, llueva con ganas igual que aquel día que enterraron a Zafra.

Dado que la fiesta de los libros en el Parque del Retiro es celebración más de editores y libreros que otra cosa, podría suponerse que son ellos los que no le caen muy bien a la divinidad. No se sabe si es que quiere castigarlos por dejar frecuentemente a los escritores a dos velas con los derechos de autor, disimular el número de ejemplares publicados, beneficiar sólo a los más famosos o a los que salen en televisión o ningunear a los poetas como es su costumbre.

Para la próxima feria de Madrid —en ningún otro lugar me ha llovido tanto— me propongo preguntar si alguien sabe por qué los libros convocan a la lluvia, pero, por si acaso, aunque caiga un sol de justicia, me llevaré el paraguas.

(E. Gracia Trinidad)

 

 

LLUVIAS DE SEMANA SANTA

(De Mí para el Maestro, Enrique Gracia Trinidad)

 

Tú lo has dicho, mi querido colega: debe estar tan acostumbrado el Altísimo a que, en cuanto se plantan dos geranios, el personal se eche a la calle con un santo en angarillas demandando lluvia, que cada vez que escucha cornetas y tambores, despacha orden general de jarrucheo, y manda abrir las tornas, sin darse cuenta de las fechas.

¡Si es que pareciera que Dios, con ser tan Dios y ejercer de Tal, no está a lo que hay que restar! Ni se para a poner la atención debida al fiestorro con el que sus partidarios le celebramos su epopeya propia.

 


DE GLORIA NISTAL: la CorreCaminos

😂[1] (se ruega leer la nota a pie de página)  😂😂sois geniales los dos, mis queridos escritores. Pero lamento contaros −y no quiero ser aguafiestas como El Salvador del que habláis− que las frías estadísticas delatan que hay más años de procesiones y ferias del libro en secano que jarreando. Creo, sencillamente, que dios[2] (se ruega de nuevo leer la nota a pie de página)  está a sus cosas (que, por cierto, ignoro totalmente cuáles son) y si llueve o sale el sol es cosa que ni le va ni le concierne.

Eso me hace recordar que el verano siguiente a la muerte del dictador[3] (se ruega por tercera vez leer la nota a pie de página)  diluvió con tal fuerza que se podría haber escrito la “Historia de Noé segunda parte” y algunos decían el chascarrillo de “con Franco teníamos verano”. Yo creo que los que están en el más allá (a donde yo, de momento, no quiero llegar), no se preocupan de nuestro calendario. Igual que nosotros, alocados, no nos preocupamos demasiado por el maltrato a la naturaleza y la tenemos muy desconcertada.


 

A GLORIA de Mí

 

Entonces, seremos criaturas del desierto. Nos desplazaremos en dromedario, en lugar de hacerlo en coches de gasoil; plantaremos dátiles en lugar de césped de campos de golf; esquiaremos en las dunas, en lugar de hacerlo en la nieve (por falta de); pescaremos días, en lugar de peces.

Y, al caer la noche, veremos estrellas, en lugar de farolas.

Y yo, en lugar de soñarme princesa de las sirenas, apoltronada en un trono de inexistentes corales y cegada por las algas, me imaginaré mujer azul de todos los desiertos, de esas que nunca se detienen porque tienen la inmensidad de la nada a su disposición.

¿Quizá, mujer de los humedales, quieras acompañarme en esa sólida aventura?

 

DE GLORIA para Mí:


Pues estaré totalmente encantada. Y que sepas que en estos mismísimos momentos me encuentro escribiendo un libro sobre mis vidas en África. Anoche estaba conociéndote en Túnez en 2014, y hoy estoy en 2022 también viéndote en unos espejos del gran mercado central y entre las columnas de Dougga. 🤗

 

DE MÍ PARA GLORIA:

Me encantará que me cuentes mi vida desde donde tú la ves. Siempre me ha resultado fascinante pensar que, aunque lleve el corazón a la izquierda, quien me cuenta lo perciba a la derecha, aunque ni yo, ni quienes quieran contarme de frente, podamos vernos la espalda.

Eso, entre otros prodigios.

¿No es genial?

 

 


 Y esta es la historia a tres voces del

TRES ERAN TRES:

1.  Enrique Gracia Trinidad: el Maestro (con mayúscula)

2.  Gloria Nistal Rosique: la CorreCaminos (con suplencia de mayúsculas allí donde ella no quiere ponerlas)

3.  Y la Yo: con mi “Y” griega a rastras: que es como un delta desembocante y desparramado, que recuerda que “nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir…” como dejó dicho por escrito un tal Jorge Manrique, con miras a alcanzar la eternidad.

 

En CasaChina. En un 30 de Marzo de 2024



[1] NOTA DE LA REDACCIÓN: Pongo al cabezoncillo algo más grande para suplir la mayúscula omitida en el original.

[2] ¡Otra vez en minúscula! Ella −Gloria− sabrá por qué se reviene de semejante manera.

[3] ¡No hay dos sin tres! No por mucho “minusculear” se nos despinta a qué “dictador” se refiere la viajera. Porque, en este país nuestro, cuando alguien se refiere el “dictador” todos sabemos que “DictadorVerdadero” sólo hay uno. Como el DiosVerdadero: los nuestros.

martes, 19 de marzo de 2024

EL MILAGRO DE LA MULTIPLICACIÓN DE LAS VOCES Y LAS LETRAS

 

36/2024

¡Faltaría más! Pues claro que no puede una perderse lo que hay antes de la página 17 del Diario Jaén de hoy, 19 de Marzo de 2024. Pero ustedes me perdonarán si a una servidora se le remueven las pajarillas al leer el nombre de Noalejo, que de inmediato me trae a la memoria otro puñadillo de esos nombres de Sierra Mágina, que yo amo sobre todas las cosas como si fueran mis particulares vicarios de Dios en la Tierra.

(Cada cual con sus creencias y sus ídolos: que así se va pasando por esta vida, que es más de verbo que de sustantivo, y más de acción que omisión, a lo largo de diez páginas sin desperdicio).

Si, además, esa misma página 17 está presidida por fotos de personas, personajes y prójimos (o próximos por mejor expresarme) a los que amo como a mí misma, no les extrañará que dé por bien venido este día bendecido por el milagro de la multiplicación de las voces y las letras que, en forma de periódico provincial, y como el milagro de los panes y los peces, viene a alimentarnos el alma errante, en mitad del exilio urbanita, a quienes un día ya lejano, sin saber muy bien lo que hacíamos, echamos a andar calle adelante. Y, andando, andando, nos salimos del Pueblo. Y luego, de los linderos del Pueblo; y luego, de la comarca. Y después, de la provincia, hasta acabar perdiendo de vista la región, sin darnos cuenta de que esa distancia que estábamos tomando nos dejaba tan estragados que sólo echando mano de la palabra hablada y escrita de los que se quedaron se nos pasaba la rescoldera de estar más desterrados que aquel hijo pródigo que todos conocemos.

Pues eso: que ahí, a partir de la página 17 del periódico de hoy, y hasta la 27, están ellos, hablando y hablándose de lo nuestro: el Hombre de los Largos Silencios, −como gusto yo de mentar al director del Diario Jaén por razones obvias, porque, a fuerza de callarse, parece un acumulador de palabras aún por decir−, y el Hombre de la Mirada Infinita, que es como a mí se me representa el alcalde de Noalejo desde aquella tarde en que, en persona, me llevó a “mirar”, sin que me fuera dado alcanzar a terminar de ver, la inmensidad perdurable de todo lo existente a nuestros pies, desde la Tumba del Custodio hasta el perpetuo gris de la caliza, donde cualquier cosa que acaezca o que se sienta, por muy pasmosa que sea, es para siempre lo más “sobre-natural” del mundo.

Permítanme detenerme en la página 26 del periódico que hoy nos ocupa. Porque, si antes me emocionaba hablar de los “ellos” para abrir boca, hay una “Ella” con mayúscula, que es mujer de cuerpo entero, en la que se encarna la imagen viviente de la mujer rural. Me refiero a Toñi Rosales, la alcaldesa pedánea de la Hoya del Salobral, a la que todavía no le he puesto nombre, ni creo poder ponérselo, porque en ella se atesoran todos los nombres del mundo.

 Ella misma, la Mujer, es esencia, naturaleza y excelencia.

Algún día, si pasa lo que tiene que pasar, y paso yo por donde se me llama, me pondré a hablarles de La Hoya del Salobral con verdadero conocimiento de causa. Mientras tanto, …¡vayan y vean!

¡Y sientan…!

 Pero, volviendo al Periódico de hoy. Lo dicho: ya están alargándose al quiosco más cercano a hacerse con su ejemplar de este diario que hoy, hablando con la abundancia de ¡DIEZ PÁGINAS! de una tierra bendecida por los prodigios más simples, hace el milagro de la multiplicación de las voces y las letras, en boca de los mejores, para poder alimentarnos a los hambrientos de lo nuestro.

En CasaChina. En un 19 de Marzo de 2024

lunes, 18 de marzo de 2024

HASTA CUBRIR EL AFORO

(Jaeneando)

35/2023

Llegados al emplazamiento elegido, y tras intentar reponerse de otro vértigo repentino, no tanto por el precipicio que caía a plomo delante de sus ojos como por lo insólito del camino y del lugar, Fran se dispuso a aparejar su mesa de mezclas con el mismo preciosismo con el que un alquimista prepara sus redomas antes de dar comienzo al ritual de la alquimia. A fin de cuentas, aunque el rito de las mezclas de melodías y la selección de músicas fueran lo mismo de lo de cada noche desde que se dedicaba al oficio de disyóquey, el escenario de esta vez quedaba fuera de todos sus cálculos. No lo hubiera imaginado ni achispándose con una panzá’ de madroños maduros, como aquella que se endiñó tiempos atrás, sin conocerle todavía las malas artes a esas frutillas, fermentando en una siesta al sol del medio día.

−¿Pero tú ves lo que yo veo, Diego? Ya van otra vez por ahí los mismos de siempre −vocea Isidra desde la esquina de la Plaza de Pozo Alcón, mientras se hace visera sobre los ojos con la mano izquierda para que el sol de la mañana no la deslumbre, ni le impida tomar razón de lo poco que acarree hoy el nuevo día. No quiere ella perderse detalle del paso de la caravana, o churretear en el interior de los vehículos por si alcanzara a atisbar a sus ocupantes y poder comadrear más tarde con el vecindario como la “conocedora” oficial y oficiosa.

−¡A dónde irán esta vez esos demontres del Periódico JAÉN! Si es que no paran −responde Diego, al tiempo que da una intensa calada al cigarro que cuelga a un lado de la boca, sin advertir que hace ya rato que se le apagó. A fin de cuentas, en Pozo Alcón el tiempo no cuenta; y un cigarro no es mucho más que una disculpa para no tener que abrir demasiado la boca, si no es preciso que algo desabrido salga por ella.

“Llevan razón. ¡A dónde iremos con semejante locura de proyecto, con tanto ruido, y tan insuficiente público”! –se remueve Fran.

No en vano venía él abrigando extrañas sospechas, acuciado por premoniciones que jamás antes había vivido. aquella frase sin sentido se repetía con insistencia, una y otra vez, como un murmullo de aire pasando a través de un atochar en cuanto se permitía una cabezada: “esmerate, Fran, porque allí estarán a la escucha los espíritus del aire”.

A lo mejor lo de las loquerías de los del Periódico JAÉN son contagiosas −piensa el DJ− dudando si fue o no fue una buena decisión dar el visto bueno a algo tan… ¿Tan…? ¿Tan rompedor…?

−¡Onde irán estos con semejante balumba! Ni que “jueran” a hacerse los amos del mundo −recuerda que había murmurado una mujer, de hechuras de mochuelo y edad impredecible, con la que se habían cruzado poco antes de llegar a la meta, tras salir del asfalto e iniciar el ascenso por el camino terrero hasta el Mirador del Lirio. Luego la mujer, con una agilidad impropia de su volumen, se había amagado hasta el suelo, había arrejuntado allí un batiburrillo de plumas que él no había visto antes, y, levantándolas por encima de su cabeza, las echaba a volar por delante del parabrisas del coche con una mano, mientras que levantaba la otra hacia el cielo como si trenzara en el aire una consagración convenida.

“Para que luego digan que en estas tierras se acabaron las sanadoras, las santonas y las místicas” −había pensado Fran para sí mismo, sin atreverse a decirlo en voz alta, no fuera que sus acompañantes pensaran que el oficio y las bullas de los locales cerrados lo estaba trastornando.

Sería casualidad, pero luego sucedió lo de aquel pájaro que los sobrevoló con una calma pasmosa justo al bajarse del coche. Él había puesto los brazos en cruz, estirándolos sólo por desentumecerse, cuando, de repente, apareció el pájaro, alardeando delante de los recién llegados de una envergadura majestuosa y casi provocativa, a muy baja altura, y dejaba escapar unos graznidos llenos de una extraña armonía, semejante al sonido más bajo que pueda concebirse, ideado por Mozart para su ópera “El Rapto en el Serrallo”.

−¡Macanas! −pronunció con cierta vehemencia, haciendo que el colega, que apañaba el cableado del equipo, volviera la cabeza, encrespado, pensando que Fran censuraba su buen hacer.

−¿Macanas? Pues ya estás viniendo tú aquí antes de que nos despeñemos todos, para dirigir cómo armar este tinglado en mitad de la nada, a casi novecientos metros de altura, con semejante precipicio a los pies y sin un alma que nos ampare en caso de precisarlo. Porque no sé si te habrás dado cuenta, so camándulas, pero esto no es como lo de todas las noches. Estamos solos, en mitad de la nada y dispuestos a dar un concierto de tecno para nadie. ¡Para nadie!

−No si yo… no estamos tan solos…

−…y sólo a los del Diario JAÉN, que tienen la cabeza más p’allá que pácá, se les podía ocurrir otra de las suyas, como esto de subir a las nubes un teclado de discoteca.

−¡Para ya, chiquillo…!

−…y encontrar a un disyóquey chalado como tú para seguirles la corriente.

…Y el graznido de aquel pájaro allá en lo alto, como si, investido de sus galas de gran Pachá, estuviera sentenciando absolución para Costanza y Belmonte, con una largueza que sólo las óperas como la de  “El Rapto en el Serrallo” pueden poner en escena, con una voz salida de los mismísimos pulmones de la tierra, para tormento de Osmín.

−¡Cómo tengo que repetir que lo de macanas que no iba por ti, sino por… por…!

−¡Ah! Ya me pensaba yo que tenías algo que censurarme. Perdona, amigo.

−¿Perdonar?

Y Fran deja que sus manos tomen el control de un descontrol sonoro y desbandado que se expande por el aire, convirtiendo el universo en un hervidero de resonancias, de ecos mil veces repetidos y devueltos, de armonías y de notas musicales semejantes a una bandada de estorninos moviéndose en oleadas imprevisibles y bellísimas, como si estuvieran interpretando una imposible danza universal.

Algo le decía a Fran durante los días anteriores a tan desconcertante concierto que debiera de esmerarse ante semejante público alado. Aunque, si pensaba con la cabeza, su público no fuera otro que el equipo de grabación.

Y lo infinito.

Si el camino de ida, desde Jaén, había sido largo, −más de 150 kilómetros con una sucesión de paisajes, arrancando desde una ruta señalada con el tópico “mar-de-olivos”, hasta que, poco a poco, fue haciéndose serrano, para acabar por introducirse en blanquizales cual avanzadilla de una desertización feroz, en busca de los senderos más escarpados− el camino de regreso fue un prodigio. A la luz de los faros del coche vio cómo la misma mujer con hechuras de mochuelo y edad impredecible, con la que se habían cruzado poco antes de llegar a la meta, tras salir del asfalto e iniciar el ascenso por el camino terrero hasta el Mirador del Lirio, se arrimaba a la semiabierta ventanilla para agasajarlo en persona:

−Concierto rumboso donde los haiga, chavales. A nadie que no fuera a vosotros se le podía ocurrir semejante idea como la de montarle a los ángeles una verbena de lujo en el Mirador del Lirio.

Ni que tuvierais aprensión a que se excediera el aforo…

 

En CasaChina. En un 17 de Marzo de 2024

martes, 12 de marzo de 2024

LA SUSTANCIA DE LA HOYA


Restaurante en las cumbres de La Hoya del Salobral

No me lo confundan, por Dios. Entre La Hoya (del Salobral) y las ollas que por allí bullen en el trajín de cada casa, hay lo que hay hoy en día: mucha magia, mucha sabiduría rural, y un buen saber gobernar (Toñi) y gobernarse (Enrique, Carmen, Ángel, y...), que sólo por allí he conocido yo.

Haber, lo que se dice haber de qué, no había mucho más a lo largo y ancho de la comarca. Por algo los llamaron “los años del hambre”. Había lo que en los corrales de cada casa pudiera criarse sin merma de las criaturas humanas, lo que los vergeles ofrecieran llegada la coyuntura, y lo que el campo quisiera dar de “fia’o” en cada estación del año: desde las majoletas, que los forasteros confundían, los “probeticos” míos, con los “apretaculos” de los escaramujos, hasta los alcaparrones, pesando por las setas de chopo, los níscalos de los pinares, las romanzas, los caretos, y algún “ro´al” de collejas en sazón.

Por aquellas trochas que envuelven, cobijan y abufandan el recuerdo de La Hoya del Salobral de los años 50, (hablo del siglo pasado) había lo que tenía que haber: cuatro casas cristianadas en su venero de aguas milagrosas, un empinamiento de despiadado acceso a la explanada anterior a la cueva en la que el Santo Custodio rezaba sin reconcomerse y sesteaba sin abandonarse, unos paisajes de horizontes imposibles, que para sí los hubieran querido los más opulentos, y unos apriscos de cabras cuidadas tan a cuerpo de reinonas que, puestos a elegir, cualquiera con una miaja de talento hubiera apostado por nacer cabra antes que humano, para dejarse querer en el diario manoseo de la generosidad de sus ubres a cambio de  poder ramonear de sol a sol entre el tomillo mejorana y el romero siempre dispuesto a otorgar olorosas bienvenidas.

Triscar roquedales balsámicos era y es lo suyo, que para eso nacieron cabras, bien enseñadas en lo de parir chotos de pupilas rectangulares y carnes aliñadas por el condumio propio.

La suerte de la Hoya del salobral estaba echada desde siempre: no podía ser otra cosa que lugar de solaz para colonos de cualquier hálito de lo consagrado, tierra de promisión para arrieros que emprendieran su periplo en riata, camino del paraíso, y ofrenda de buen alimentarse y saborear para exquisitos del paladar más que para voracidades de epulones.

Cuando hoy leo en la página 20 del periódico de cada día que ese lugar sagrado ha sido bendecido con un premio a sus condumios, no me causa la menor extrañeza: en La Mancha dicen que “con pan y vino se anda el camino”; allí, en La Hoya, debiera decirse que “con su queso de cabra y con su choto frito, hasta el más melindroso se recoge ahíto”.

Porque, si lo suyo es hacerse caminante, créanme que es en La Hoya donde convergen todos los caminos por andar. Es el lugar exacto donde tomarse un respiro antes de alcanzar el cielo, delante de un buen plato de chotillo, frito sólo con dos ingredientes: muchos ajos y tiempo; mucho tiempo, como cuenta hoy en la página 20 del DIARIO JAÉN la mejor condumiera de nuestro mundo de Sierra Mágina: ASCENSIÓN BRETONES CANO, a la que yo me encontré hace bien poco por uno de aquellos atajos de cabras, camino de sus sartenes.

¡Vayan y vean!

Y, mientras  se hace tiempo para poder arrimarse al yantar y meter mano a las sartenes -cucharada y paso atrás-, después de enjuagarse el gaznate en La Fuente del Santo, no estará de más echarse a la barriga unos chatos de vino de la tierra, rebajado con algo de ese queso del lugar, que −¡vive Dios−, sigue sabiendo a queso, porque Carmen y sus cabras saben darle el punto de lo rural y la alquimia de lo hecho con amor.

 En CasaChina. En un 12 de Marzo de 2024


 

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