162/2023
Yo no andaría mentando a la bicha con
lengua viperina. Y mucho menos, mentando la soga en casa del ahorcado.
Verán por lo que lo digo.
“El pueblo querrá colgar por los pies
a Pedro Sánchez” −proclama ese hombre al que no puedo por menos que
agradecerle que me proporcione razones para reafirmarme en lo de que “por
ahí, no”.
Ya se sabe que las personas que, como yo,
dedicamos nuestros esfuerzos a entender y profesar en aquella frase de “odio
lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”, que
pronunciara Evelyn
Beatrice Hall, (que no Voltaire), siempre
estamos en un ay, dispuestas a encajar como podemos lo que unos llaman “tibieza”,
otros “templanza”, los menos lo identifican con la “tolerancia” y una mayoría
lo llaman pavura; en el mejor de los casos, poquedad.
Yo, en mi poquedad bien entrenada, lo llamo simplemente
cordura, que viene a ser esa posición vital tan difícil de mantener en
equilibrio cuando nos están dando empellones desde todos los flancos.
Se necesita ser muy cuerda para saber que las “cuerdas”,
sinónimas de soga, tomiza, ramal, maroma, etc., solo sirven para el espanto con
el que la
oclocracia aristocrática que predican estos señores del horror enterrado propicie lo que se hizo, sin
ir más lejos, con los suyos, allá por 1945, cuando, en efecto, colgaron por los pies a quienes predicaron las
enseñanzas de por dónde colgar a los semejantes.
Quien
avisa no es traidor. Créanme que quienes juegan con guitas acaban colgados. Y
quienes mientan la soga en casa del ahorcado puede hacerse acreedor de iras
direccionales tipo Salvaje Oeste.
Yo,
señor, si fuera usted, sacaría la goma y borraría lo dicho.
(Si es que puede. Porque no
siempre querer es poder).
En CasaChina. En un 11 de Diciembre de 2023
