VA DE...Batiburrillo literario

domingo, 16 de junio de 2024

PONERSE MUY VISTA en el Diario JAÉN de hoy

 

(Mujereando recuerdos en aquel Jaén de mis 18 años)

    Este mes toca doblete. Por segunda vez el Diario Jaén me cede un lugarcico en su tercera página dominguera desde el que poder vocear recuerdos, pero, sobre todo, desde el que agasajar a los personajes que hacen de mi memoria un mullido baúl-de los-recuerdos al más puro estilo Karina nuestra de cada día.

Hoy, en mi columna, me ocupo de aquellas pioneras que fueron “Las niñas pum” de los 60; y, como siempre, lo hago según se me indica: en 4000 caracteres, incluidos espacios y excluido título

    ¿Recordáis lo que suponía para una mozuela de 18 años, y por aquellos años 60 del siglo pasado, que se nos endilgara lo de “ponerse-muy-vista”? Os aseguro que por entonces nos dejamos demasiados pelos en la gatera para que ahora venga alguien a meternos la marcha atrás en la caja de cambios de las mujeres.

Aquí no se ha acabado ninguna fiesta

 



PONERSE “MUY VISTA”

103/2024

Sigue teniendo Jaén ese vaho, más de villa que de corte, en el que todos se conocen, si no por su nombre sí que “de-vista”, se reconocen como vecinos y se saben al dedillo la vida y milagros del más pintado, sin que ello suponga carga o baldón. Al contrario, revela una celosa manera de cercanía vecinal tan útil frente a esos desmanes que ya en el S. XVIII, llevarían a Jeremy Bentham a idear su famoso panóptico, y que, en la actualidad, se ha consumado con la omnipresencia de los GPS y la red de cámaras callejeras que, con su ojillo fisgón, nos guarda hasta de nosotros mismos.

Más o menos, como entonces, pero sin cableado.

A ver si consigo recordar detalles, y fijar pormenores de aquellos tiempos en los que pasear dieciocho años por las calles de Jaén más de dos días seguidos en semana era suficiente para que se nos pusiera la etiqueta sambenitera del “si-pero”: “Si, la muchacha es apañá, pero…está muy vista”.

¡Ponerse “muy-vista”! Venía a ser algo así como salir a la calle a cuerpo gentil antes de las doce de la mañana, a no ser que el velo de tul bordado en la cabeza mostrara que el destino fuera la misa de la capilla del Sagrario, y no el de cualquier pindonga dispuesta a provocar carrera abajo con unas piernas sin medias, o una falda-tubo sin el forzoso complemento de la faja con ballenas que apretujara y cubriera las pecaminosas formas íntimas a los ojos y a los repizcos de los pobreticos presuntos sementales. Porque, bien mirado, para los cerriles afectos a los “Principios-Fundamentales-del-Régimen[1]”, dentro de la sospecha de “desafección”, unas y otros quedamos reducidos a eso: provocadoras irredentas y sementales sin redención.

Quiero yo hoy rendir homenaje a dos muchachas que ya tengo mentadas por ahí con verdadera reverencia inmemorial, y de las que ni siquiera sé qué fue de ellas. Las llamaban “las-niñas-pum”, porque, fueras a donde fueras, pum, allí estaban ellas, sin molestarse en simular ir a misa de alba, a la plaza del mercado o al campo de “La Victoria” con los correspondientes indicadores: el velo de tul bordado, el cestón de la compra o las famosas wambas de Pirelli. Ellas, espigadas, desenvueltas y sin corsés, iban a lo que iban: respirar aire fresco en unos tiempos demasiado espesos. Y, ya de paso, pararse a tomar el vermut, aunque no fuera salida de misa mayor dominguera, entrando del bracete al sepultado Café Ideal, encima del teatro Cervantes, o en Río Chico, en el callejón conocido como “la senda de los elefantes” por las trompas que se agarraban en tan corto trayecto.

Pero, si había una figura cuyo recuerdo, como al mentor del Piyayo[2], “a mí me da pena/ y me causa un respeto imponente”, es la de “el macho guardián”, aquel NovioOficial obligado a partirse la cara con cualquiera que mirara a su novia mientras tomaban el aperitivo en “La Española” a riesgo de que, de no hacerlo, la novia lo plantara por no sacar la cara por ella y los parroquianos lo tildaran de “consentidor”, que en los del género opuesto era casi tan malo como el de “ponerse-muy-vista”.

Ser mujer de dieciocho o veinte años en aquel Jaén de los años 60 necesitaba de mucho valor para salir a la calle sin cestón, sin wambas, sin velo o sin macho-guardián. Casi tanto como el que tuvo doña Emilia Pardo Bazán para ensañarse con Pérez Galdós con aquel “adiós, viejo chocho” como respuesta al saludo de su tosco amante, “adiós, chocho viejo”.

Visto desde lejos, fueron mujeres como aquellas arrojadas “niñas-pum”, capaces de salir a respirar a pulmón libre, las precursoras de quienes ahora se pasean enseñando cachetes si se les antoja y meneando tetas sin miedo al qué dirán.

Ignoro si tuvieron que pagar algún precio por aquel pionerismo de “ponerse-muy-vistas”. De lo que estoy segura es de que a mujeres como ellas les debemos mucho de lo que tenemos y somos las mujeres de hoy.



[1] Ley Fundamental de 17 de mayo de 1958 por la que se promulgan los principios del Movimiento Nacional.





domingo, 26 de mayo de 2024

DE HÉROOS y HÉROAS

 

(Jaeneando)

 Dedicado a la Academia de la Guardia Civil de Baeza, y sus 180 años de servicio, avance e inclusión.

75/2024

       Lo de héroes y héroAs −con perdón de la RAE y salvadas sus sesudas reglas genéricas− viene a ser como lo de zorros y zorras: los “ellOs” fueron tenidos inmemorialmente como criaturas sagaces y avispadas, dispuestas a partirse la crisma con quien fuera, y a matarse por lo que fuera, y provistos de cartilla militar con cierre inapelable para “el mando”: “valor, se le supone”, lo que los convertía en dignos de la mayor consideración por el simple hecho del colgante fruto inguinal.

      Las “ellAs” eran harina de otro costal −y recuérdenme contarles alguna vez de dónde viene la excluyente frasecilla en cuestión de ser “harina de otro costal”−. Ahora, volviendo a las “ellAs”, no me negarán que está sobradamente documentada su consideración como incapaces de otra cosa que no fuera el expresado en el carné de identidad al uso: las inespecíficas y siempre sospechosas “labores-propias-de-su-sexo”. O, en caso de duda sobre sus desquerencias del hogar, lisa y llanamente, putas.

      Por cierto, permítaseme el inciso de aportar mi propia definición de puta, con perdón de las idem. Puta: “producto” de carne y hueso, de rentabilidad garantizada para terceros, de uso clandestino y abuso temporal intermitente, sin cuya demanda machirula se acabaría el puterío”.

      Reducido el asunto a tan aparente y personalísima trivialidad, pongo en relación lo enunciado con lo insinuado para afirmar que, si a lo largo y ancho de la historia hay más héroOs que “héroAs”, es porque, a lo largo y ancho  de tal historia, incluida la más próxima a nosotras, no parece que estuviera bien visto que una “aspiranta” a la heroicidad (como −un poner− esa agente que usa tricornio y viste de “Verde-GuardiaCivil”) pretendiera salir de los fogones sin escuchar a su espalda la tilde sambenitera. Más impensable aún era que tan “Benemérito Cuerpo” admitiera en sus filas, más o menos prietas[1], a mozas públicas “desertoras de los mandiles”, por mucho que a los ellOs los tildaran por entonces de “desertores del arado”. Haberlas, húbolas, −me refiero a las “héroAs”; como, hablando de meigas, haberlas dicen que hailas en Galicia, y más concretamente en la célebre Fraga de Cecebre, que hay que ser muy héroO para atravesarla, si no es con el alma en vilo, el bozo hirsuto y el ánimo en un ay. Y si no me creen, −lo de las héroAs, digo− que me digan a mí cómo hay que calificar, −un poner−, a la gabacha Juana de Arco, a la Pola colombiana, o a nuestras “productAs” nacionales, Agustina de Aragón o Mariana Pineda.  Pero, claro: es que, ovarudas −que no cojonudas− donde las haya, a ellas les importaba tres pitos que las llamaran zorras por el simple hecho de abandonar sus encomiendas domiciliarias, o sus ancestrales tareas de desollar conejos, para echarse a la calle a gritar “NO-sin-nosotrAs”, como ahora se oye, incluida la luminaria, la orquestación vocinglera y el acompañamiento coreográfico: ¡ZorrA, zorrA, zorrA!

      ¡Cómo han cambiado los tiempos! In illo témpore, en mi pueblo se consideraba a la vulpes un animal tan dañino, que hasta pagaban unos dineros por la entrega de un hopo rabero en el cuartelillo de la Guardia Civil. Hoy, a Dios gracias, ni el Cuerpo de la Guardia Civil es tan cerril como para privarse de la igualdad inclusiva, ni las “GuardiAs CivilAs” tienen la obligación reglamentaria de llevar las patitas al aire, colgando del bajo de falditas-tubo, y rematadas en zapatos de tacón medido al milímetro.

      Ni las zorrAs son “zorrAs”, ni las “zorrAs” son “productos” de carne y hueso que cotizan al alza para un puñado de “accionistAs” tratantes de gana’o.

      ¡Ah! Lo de las héroAs, ¿no? Las de siempre, aunque no se les permitiera la entrada oficial en calzones de machos… ¡Las EllAs! Las encontrarán en cualquier esquina de nuestros pueblos, dispuestas a seguir siendo aquello para lo que en este país ha sido la mayor heroicidad: ¡Mujeres!

      La diferencia está en que, mientras ellOs machacaron durante demasiado tiempo con lo de “CON-vosotrAs, NO”, nosotrAs no nos cansaremos de gritar: NO SIN vosotrOs.



[1] PRIETAS LAS FILAS fue una canción recogida en el Cancionero “Himnos y Canciones” en 1942, adoptada como himno por El Frente de Juventudes durante el periodo franquista, de cuya letra fue autor J. Villanueva y la música de A, Cabañas.

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