(Como acto de contrición por mis propios silencios)
128/2024
−¡Otra más!
−Claro, dice mi
hermana. Y yo no puedo creer que nadie lo haya pensado antes en voz alta. Desde
que existen registros, 2003 hasta ahora, ONCE AÑOS, han muerto más de 1270
mujeres a manos de sus parejas. Las víctimas del terrorismo de ETA en TREINTA Y
SIETE AÑOS de existencia −1968 a 1975− fueron 43 personas.
−Estremecedor
porcentaje −digo.
−Sí.
−¿Cómo se
explica entonces que, como sucedió con ETA, no se alcen a una todas las voces
de este país en contra de esos terroristas MataMujeres? −inquiero, intentando
sacudirme el estupor.
−Es fácil
adivinarlo −responde mi hermana con ese gesto que pone cuando algo lo ha
pensado hasta el agotamiento−: es una cuestión discriminatoria de
perceptibilidad negativa.
Ofuscada como
estaba yo con tan ácido hallazgo porcentual, me irrito contra mi hermana porque
me incomoda que acuda a un concepto tan manido como lo de la “discriminación”
−positiva o negativa, hombre/mujer− cuando es evidente que algo también tan
manido como ese machaqueo de “en-algo-nos-restamos-equivocando” no logra atajar
semejante sangría. Ella ha debido leerme la mirada porque, antes de que yo
pudiera polemizar, agrega:
−Me refiero a
que la percepción de temor frente a ETA era general e indiscriminada porque
ETA mataba indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños.
−Ah, −me enroco
a falta de palabras.
−La percepción
general frente a ETA −sigue− era que cualquiera podía convertirse en víctima de
aquellos criminales, mientras que, en el caso de la violencia de género, el
campo de riesgo se estrecha de tal forma que queda reducido a mujeres. Y no a
todas las mujeres, sino solo a las que tienen pareja. Y, de entre ellas, a las
que tienen una pareja con potencial MataMujeres, que no son todos; de
forma que el 50% de la población −los hombres− se siente inmune a tal
salvajismo. Otro 25% −las mujeres sin “compañero”− se sabe a salvo por su
soledad, obligada, elegida o adquirida. Y un pequeño grupo de “supervivientes”
muertas en vida ha sabido someterse de tal modo que ni se le pasará por la
cabeza a su “machito” desprenderse a navajazos de tan útil robot multiuso.
Como mi
silencio se prolonga, mi hermana sigue su discurso:
−Cuando todo un
pueblo se siente amenazado de manera indiscriminada, se echa a la calle con las
manos en alto pintadas de blanco. Pero, cuando la amenaza se reduce a las
trincheras, no hay muchos en retaguardia que se molesten en dejar lo que ahora
se llama “la-zona-de-confort” para meterse en follones ajenos. Como mucho, se
sale a la puerta de los ayuntamientos durante el tiempo preciso para hacerse la
foto y luego corren hacia sus madrigueras como conejos acosados −galgos o
podencos− dispuestos a seguir caldeando su poltrona.
“Mi zona de
confort soy yo misma” −había dicho yo pocos días antes, pensando en lo segura
que me siento en mi soledad, ajena al peligro de tantas y tantas mujeres. Yo no
estaba en peligro porque había sabido guardar distancias, poner muros allí
donde otras no…
NO ¿QUÉ?
Entonces
recordé la cita de Martin Niemöller: Primero vinieron por los socialistas y
guardé silencio porque no era socialista. Luego vinieron por los
sindicalistas y no hablé porque no era sindicalista. Luego vinieron por los
judíos y no dije nada porque no era judío. Luego vinieron por mí; y para
entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre.
¿Debía concluir
que, acaso, yo no era mujer y por eso no tenía nada que temer? ¡Silencio!
¡Craso error!
La clave estaba ante mis ojos: era una cuestión de DISCRIMINACIÓN DE RIESGOS y
de SILENCIOS CULPABLES.
Si todos nos
sintiéramos amenazados INDISCRIMINADAMENTE por el terrorismo de los MataMujeres,
como nos sentimos amenazados por el terrorismo de ETA, el país entero
saldría a la calle dispuesto a acabar con este nuevo terrorismo asqueroso.
Y no morirían
tantísimas mujeres como las que están muriendo.
Y nos
sentiríamos muy bien, derrotando este vil terrorismo sectorial que ha matado en
menos tiempo más mujeres que las víctimas de ETA.
Esto es cosa
de todos, señores. De no callar.
Ya
en los campos de Jaén… En un 18 de Agosto de 2024