(Gramatiquerías)
Lo de comerse una coma cuando se escribe puede tener
consecuencias tan fatales como las que parece sugerir la escultura de esa plaza
de Berna, el tal Kindlifresserbrunnen, cuyo origen nadie ha sabido
explicarme hasta ahora.
No es lo mismo
decir “vamos a comer niños”, sin coma, que “vamos a comer, niños”, con una hermosísima coma entre “comer” y “niños”, que
libra a estos últimos de ser enguyidos por mandato de quien habla.
La regla es
sencilla: cuando se usa el vocativo -eso que sirve para llamar, pedirle, ordenarle
o preguntarle a alguien algo- HAY QUE PONER UNA COMA ENTRE LA PERSONA A LA QUE
SE DIRIGE UNO Y LO QUE SE LE DICE:
¿Estamos de acuerdo, colegas?