68/2023
Principiaba
el mes de julio guasapeándome con una de esas criaturas a las que, por
aliviarles nostalgias, les dicen “jurista-de-reconocido-prestigio”, magistrado
en la reserva por más señas, excusándome por no escribirle antes, y de cuyo
mensajeo rescataré algún parrafejo para justificar lo que en realidad quiero decir
sobre las “desder-h-echización”, que viene a ser algo así como un descreerse
del Derecho en estado puro y hechizarse por la Mediación, a la que muchos −juristas
y terapeutas principalmente− ven como la gran amenaza intrusista de nuestros
tiempos:
“Muy buenos días. Sí, de vez en cuando nos silenciamos. O tú o yo. Quizá
estos silencios sean necesarios para mantenernos vivos. Es como “cerrar-por-inventario”
la cañería de los afectos y así poder catalogar y ordenar distancias. Acertaste
al buscar compañía para este último trayecto; a veces los espacios de lo que
queda por vivir se hacen demasiado silenciosos. (Ya ves: vuelvo a lo de los
silencios)”.
Seguía mi
mensaje hablándole de los habitantes de mi jardinillo urbano “…pisito bajo madrileño…donde
viven un cerezo, propiedad exclusiva de las urracas; dos ciruelos "reina
Claudia", un manzano, un granado, dos cipreses, un abeto, un albaricoquero
−del que me han salido 15 frascos de mermelada−, tres olivos −picual, gordal y
cornezuelo−, un caqui, un níspero, un limonero, un celindo, un chopo, una
higuerita, un aprendiz de nogal, un avellano y muchos, muchos rosales, entre
otros matojos, apretujados unos a otros como Dios les da a entender. En un
mínimo cenador de la esquina he colgado un comedero de pájaros, y ahí están
ellos, pendencieros y glotones, sembrando alpiste en el suelo. El conjunto lo
cierra un estanquillo artificial donde malviven 4 peces que se comen las larvas
de mosquito y boquean al atardecer. Ay, esos peces sin palabras... Me hacen
recordar todas las palabras que se nos quedaron en los labios a los que hemos
vivido ya más de la cuenta…”.
Tras tan
deslavazada descripción, me ladeaba hacia mi querencia por lo de escribir: “Mientras
tanto, también yo sigo escribiendo, aunque no de Derecho. Cada vez estoy más
"desder-h-echizada" desde que vivo en la Mediación −que ya va para
casi un cuarto de siglo−”.
¿Pillan lo
de la “desder-h-echización?
Seguía mi
mensaje con una afirmación que es a donde yo quería llegar: “Lo de la Mediación
viene a ser algo así como un “mire-usted, que-esta-pelea-es-mía-y-me-la-apaño-yo”.
Y seguía: “Esta misma mañana pensaba que los juristas somos como traficantes de
armas: si no hay guerra, nos la inventamos para que no se detenga la cadena de
producción, empezando por los diseñadores de armamento hasta llegar a la tropa;
y, cuando digo tropa, me refiero a la de trinchera. A los que disparan al aire
de puro miedo a que, si lo hacen a ras de tierra, acaben matando al enemigo y
se queden sin clientela a la que seguir matando, y luego se quejan de que
caigan del cielo ángeles heridos de muerte”.
Necesitaría
yo un espacio mayor que este pedacico de hoja de periódico para poder referir
todo lo que hay que decir sobre la Mediación; pero es lo que hay: 4000
caracteres. Así que echemos hilvanes, que tiempo habrá dentro de poco para los
pespuntes.
Conocí la
Mediación cuando el siglo XX estaba dando las boqueadas, y yo comenzaba a
boquear con cierta fatiga en lo de las leyes en ese juego perverso de
ganadores/perdedores, repitiéndome cada día “no-es-esto; no-es-esto”. Me
apliqué a lo de mediar cuando algunos terapeutas del alma, conscientes de que
el conflicto es conflicto, pero no enfermedad, decían lo mismo que yo:
“no-es-esto; no-es-esto”. Cuanto más avanzaba en lo de devolverle a los
antagonistas su protagonismo dentro de sus querellas, entonando un convencido
mea culpa por la expropiación emocional, más me desderechizaba del mundo
del Derecho, y más me hechizaba descubrir la capacidad resolutiva de los
contendientes. Así fue mi conversión: como santo Tomas, me caí del caballo
cuando iba a cazar a mi Damasco legal.
Y aquí estoy:
Med-hechizada.
En CasaChina. Julio de 2023