104/2018
Seguramente, escribirá muy bien. No seré
yo quien lo ponga en tela de juicio.
De seguro que su novela se vende como rosquillas. Tiene él
antecedentes con otras cosillas ya escritas que dicen que no están nada mal.
Además, tiene un historial en lo de decires y saberes que
a una servidora la deja con la boca dislocada, abierta como la de los leones del
antiguo correos de Madrid, donde echábamos las cartas para el novio en los
tiempos en los que escribíamos cartas, y las metíamos en aquellas fauces de
bronce, siempre con el regomello de si al otro lado habría una saca de llevar y
traer quereres escritos, o un estómago metálico dispuesto a digerir nuestras
desesperanzas de lejanías metidas en sobres de medio luto, cuando media España
estaba saliente de una guerra en la que espurrearon muerte para cada casa, sin
miramientos.
Vaya que el ganador del “Planeta” no tiene la culpa de
que a mi me hayan dejado arrinconada, y a mi novela aspirante la vayan a meter
en alguna de esas máquinas de hacer tirillas de papel, (“los originales no premiados serán destruidos”) que tanto le han
dado a ganar a sus inventores desde que lo de la Ley de Protección de Datos le
está haciendo el trabajo sucio a los quemalibros inquisitoriales de aquellos otros
tiempos en los que se podía hacer una lumbre en mitad de cualquier plaza
pública, sin que apareciera la patrulla de retén de los bomberos, e incluso la
Armada Invencible, dispuesta a cañonear a los miserables pirómanos de hojas
otoñales.
¡Un torozón! Eso es
lo que a mi me ha dado en cuanto he leído el titular del CONFIDENCIAL: “Santiago Posteguillo gana el premio Planeta con una de
romanos feminista”.
¡Pero quién me mandará a mí olvidarme de escribir
sobre los romanos!
Ya digo: que no será una servidora quien vaya a
enmendarle la planilla a quienes lo han señalado con el dedo de hacer feliz a cualquier
juntaletras como yo; y, además de convidarlo al cenorrio de Barcelona, le
han soltado al tal Santiago Posteguillo (recordar leerlo de seguido) un cheque
de esos que una no acaba de comprender en su verdadero alcance de ceros, pero sí que nos redimen de tener que echar cuentas para calcular
con tiento cuánto tiempo dedicarle a lo de escribir, y cuánto a lo de ganarse
la vida del día a día.
No, si el chiquillo debe bordar lo que escribe. ¡Estaría bueno! Pero nadie me negará que, con lo
jovenzano que es, a él le queda más tiempo que a mí para lo de ganar premios y
esas cosas que tanto nos gusta a los escribidores, y que muy pocos conseguimos.
Y podía haberse puesto a la cola.
Porque, además, ¡yo estaba primero! Que me pasé semanas esperando que se abriera la veda (léase
la convocatoria del premio en cuestión) para disparar mi novela por correo
postal hasta el coto de caza de la editorial de mis entretelas.
Claro que, de la misma manera que, como dice el refrán, “siempre
hay un roto para cualquier descosido”, y que “no hay mal que por bien no venga”,
voy a tener que alegrarme de que me hayan ignorado en lo del “Planeta”. Porque, según está para los viejos lo
de la Ley, en lo de escribir en España, cualquier pensionista de
los de a pie (porque la pensión no llega para ir en coche) en cuanto gana un
premio de esos, le rebanan la mitad de la pensión por osado y por escribiente
galardonoso, cuando ya está de más en lo de producir, aunque sean ideas.
Así que, visto lo visto, más vale que el “Planeta” se lo
hayan dado a un jovenzano en activo que a cualquier vejestorio como yo, de los
que aún nos empeñamos en contar historias como si de verdad hubiéramos vivido.
Vivido más de la cuenta -digo- y tener el atrevimiento
de andar escribiendo, como si no nos acordáramos de que estamos viviendo de
prestado, y no debiéramos tener la audacia
de andar escribiéndonos a nosotros mismos al dorso del papel en el que cada año
nos comunican que nuestra pensión ha subido un euro, pero que, como cualquiera
de nuestros escritos tenga la mala sombra de ser señalado por el dedo de los dioses editores, nos mandarán
directamente al purgatorio de los viejos: el de la media pensión.
Además, y pensándolo con sensatez (que no es lo mío), ¿para
qué quiero yo tantísimo euro como los que escriben en ese cheque de marras si a esta edad, acostumbrados a
no ser gastosos por no tener de qué, no nos queda ya suficiente tiempo para
gastarlos?
(¿O sí…?)
¿A que todo lo dicho son buenos argumentos para
consolarme delante del espejo de perder?
Buenos son.
Pero…eso sí: yo estaba primero.
En “CasaChina”.
En un 16 de Octubre de 2018 (con resaca del “Planeta”)
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