(Que levante la mano el inocente)
Por eso
bajamos la cabeza, y nos callamos.
No sé yo.
No sé yo…
¿Cómo contarle al mundo
que en este país se jaleaba
el paso del “caudillo”
–¡“Fran-co - Fran-co - Fran-co”!−
con la misma cadencia de dos tiempos
−¡pa-cum!— con que sonaban
tristes amaneceres justicieros
de tardíos evangelios sanguinarios?
Eso son
inconfesables secretos de familia.
Me cuentan en voz baja
que, desde el Arsenal de Cartagena,
en cada amanecer, se desangraban
las iras de fusiles sumarísimos.
Me cuentan en voz baja
que tiernos petimetres pintureros
repeinados en odio y brillantina
salía de humana cacería, pistola en mano.
Me cuentan en voz baja
que hubo por aquí mil cementerios
con inhumanidad de tiro al blanco
de zafio entrenamiento bendecido.
Me cuentan en voz baja
que perduran los juicios sumarísimos
contra la libertad de alegato o de expresión.
Que se afrenta, desde todas las tribunas,
lo mismo que a una puta mal parida,
al pensamiento.
Que andan fusilando a la palabra
por esas carreteras de doble dirección,
de ariscas ida y vuelta encerriladas,
de izquierdas y derechas montaraces,
y la dejan después abandonada en todas las cunetas
pudriéndose como un perro sin amo.
Cuentan, en fin, unos y otros, tantas cosas
de las que da vergüenza hablar
delante de la gente…
Y ahora,
tras quemar en la hoguera aquel martirio
de los confesionarios
¿pretendéis airear nuestras vergüenzas
en los papeles públicos?
¿O tras los pizarrones escolares?
¿O en las pupilas aún sin percudir de santos inocentes?
No es por justificar lo indecoroso.
No.
No es por ocultar tanta indecencia.
No.
Pero…
¿no veis que son afrentosos secretos de familia?
¿O ya no recordáis
que allí estábamos todos?
En CasaChina. En un 5 de Diciembre de 2021
AL HILO DE ESTE SUELTO: La memoria histórica, ausente en el nuevo currículo escolar: otra anomalía democrática española | Educación | EL PAÍS (elpais.com)
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