91/2021
(La hora de los pájaros)
Con un polvo finísimo en los dedos
la tarde se introduce entre los párpados
y aflige a la retina.
Su tacto es luminoso.
Breve.
Efímero
lo mismo que un destello pasajero
sobre la superficie del jarrón
que sueña con ofrendas de caléndulas
prendidas
en el delgado talle del crepúsculo.
Me llega la fragancia de la tarde
a bocanadas
lo mismo que un perfume sin origen.
Allá,
afuera,
huele mi jardinillo a sol de invierno,
a humedad escarchada de amarillo,
a carrera de nieblas nocherniegas.
Ahí,
al lado,
dormita mi cuaderno de estar sola
con unos pocos versos derramados
sobre un nombre borroso
que susurra.
Aquí,
adentro,
−dentro de este morir que es seguir viva−
resuellan con fatiga los recuerdos
asmáticos
como el inmenso fuelle de la fragua
que había a las afueras
de aquella adolescencia incandescente
junto al furtivo azul del primer beso.
Allí.
Ahí.
Aquí.
Incertidumbres
cargadas de certeza.
Adverbios de lugar que me transitan.
Lugares luminosos para el tránsito.
Transitables postales
desteñidas
con las que reconstruyo simulacros
de arcaicas sonrisas
solitarias.
Ahora.
En CasaChina. En un 30 de Diciembre de 2021
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