VA DE...Batiburrillo literario

viernes, 29 de noviembre de 2024

EL ALIENTO DEL PARQUE

 

(RepliCuentos)

Réplica al cuento de Juan Revelo Revelo

EL FANTASMA DEL PARQUE

204/2024

Dicen sin mucho fundamento que desaparecieron de la ciudad como habían aparecido: sin que nadie lo notara.

Salvo el árbol. Aquel árbol a cuyos pies se diría que nadie hubiera segado la maleza durante largos años, y en cuya corteza seguía endureciéndose y degradándose el grabado de los nombres de sus abuelos junto a un corazón atravesado por un dardo.

Meses antes el último superviviente que llegó a conocer en todo su esplendor el Hotel Alférez Real, tras un nostálgico paseo vespertino en el que tuvo un encuentro con su memoria, había escrito algo sobre la extraña muerte de su abuela en 1956, arrastrada por las aguas crecidas del río Cali, tras precipitarse al vacío desde el Puente Ortiz, sin aclarar si fue un accidente o algo distinto. En eso que escribió apuntaba la posibilidad de que el fantasma del que tanto se habló a raíz de la muerte violenta del jefe de vigilantes del Hotel Alférez Real de Cali fuera el del pobre empleado del hotel, asesinado, según se especuló, por un marido celoso; o, acaso el de su abuela, muerta de forma tan sin explicar.

Parece que poco después de haber escrito acerca de tactos imperceptibles sobre su hombro, de susurros ininteligibles y de presencias fantasmagóricas en el Parque, se recibió una citación, firmada por el juez del distrito, demasiado joven para entender, recién incorporado a su puesto, y dispuesto a aclarar de una vez por todas la identidad del fantasma.

Pero la dirección reseñada en la citación ya no existía, a pesar de lo cual llegó a su destinatario.

La citación iba a nombre del escritor, y le conminaba a presentarse en el Juzgado “con cuantos elementos probatorios obren en su poder o tenga a su disposición sobre la identidad de la voz que dijo que le había susurrado al oído no sé sabe qué, que igualmente deberá aclarar”.

Había también una última frase que el escritor interpretó como una velada amenaza: “…bajo riesgo de incurrir en delito de desacato si no se presentara”.

Nadie sabe decir con certeza por qué no se presentó.

Cuando el alguacil fue en su busca con los grilletes dispuestos, no encontraron a alguien que pudiera dar razón de él; también él había desaparecido de la ciudad como había aparecido: sin que nadie lo notara. Salvo el árbol, a cuyo pie, y oculta por la broza, removida esa misma mañana después de tantos años por si se encontraba allí escondido, hallaron una minúscula lápida de piedra, herida con lo que parecían ser dos nombres ya en desuso, y un epitafio desgastado por el tiempo.

El árbol, siempre dispuesto a cobijar con su sombra de siglos a vivos y muertos sin descubrir su presencia, sí que se prestó a declarar voluntariamente:

−¿Qué puede contarnos usted de las presencias invisibles?

−Señoría: ya sabe cómo son los escritores.

−¿Cómo son?

−Muy, muy poderosos, señoría. Parecen inofensivos, pero se valen de armas que, cuando ellos así lo deciden, pueden resultar letales.

−¿Y usan esas armas con licencia o sin licencia?

−Yo diría, señor Juez, que ese detalle se les ha escapado a quienes tienen el poder de prever cuáles sean las armas que necesitan licencia.

−¿De qué armas me está hablando usted? Le conmino a que sea más… más concreto.

−Me refiero, señoría a la palabra.

−¿Qué trata de decirme?

−Trato de hacerle comprender que todo lo que escribió el aliento del parque estaba previsto para que a usted le ultimara aquel infarto inducido por lo terrorífico de sus palabras; tan reveladoras para usted sobre sus propios antepasados… y gracias a las cuales está usted ahora entre nosotros.

−¿Nosotros? ¿Se refiere a los fantasmas…?

−En este parque, a estas horas, no hay más fantasmas que el suyo. Claro que, si usted lo desea, según vaya declinando el día, le puedo ir presentando algunas sombras rezagadas…”.

−¿Y el fantasma del hotel? ¿Qué me dice del hotel?

−Ah, el hotel… Esa es otra historia…

 

En CasaChina. En un 29 de Noviembre de 2024

 LO QUE ESCRIBIÓ JUAN

 

FIORELLA, HOTEL ALFÉREZ REAL Y FILCALI 2024

 En la presentación del libro de cuentos "FIORELLA" en la Feria Internacional de Cali, tuvimos un agradable conversatorio con el escritor Oscar Seidel frente a un numeroso público que nos acompañó a pesar del calor que apretó la tarde.

Uno de los cuentos breves que leímos fue el titulado "El fantasma del parque" que se desarrolla en el Boulevard del Río, en el lugar exacto donde estuvo el famoso Hotel Alférez Real de Cali, demolido en los años setenta cuando no existían leyes de protección del patrimonio histórico:

..............................

EL FANTASMA DEL PARQUE

.

Mi abuelo nos contaba, a mis hermanos y a mí, que una noche de 1956, el jefe de vigilantes del Hotel Alférez Real de Cali fue apuñalado en la puerta principal. El homicida resultó ser un marido celoso que sospechaba que su mujer le era infiel con el mencionado jefe de vigilantes.

“Desde entonces –decía mi abuelo–, su espíritu deambuló por pasillos y salones del hermoso hotel hasta que éste fue demolido por orden de alguien que tomó esa deplorable decisión”.

.

Años después, en ese terreno situado frente al río Cali y diagonal al Puente Ortiz, construyeron un parque adornado con esculturas de poetas famosos, y todo el mundo olvidó el crimen y la leyenda del fantasma del jefe de vigilantes del hotel. Sólo hasta comenzar el nuevo siglo, algunos transeúntes trasnochadores empezaron a ver, cerca de las esculturas de los poetas, una presencia extraña, como una sombra que se acerca a ellos y les susurra frases ininteligibles. Empujado por la curiosidad, anoche fui a ese parque y me llevé un gran susto al sentir que me tocaban el hombro derecho y me susurraban algo al oído. Con temor giré mi cuerpo para ver quién estaba allí, y no vi a nadie

.

Ahora no sé si la presencia que percibí anoche fue la del fantasma del vigilante asesinado, o el de alguno de los poetas del parque, o tal vez, fue el fantasma de quien ordenó la demolición de ese entrañable hotel donde mi abuelo pasó su luna de miel con mi abuela María Teresa.

.

Acabo de recordar que el mismo año que demolieron el hotel Alférez Real, mi abuela murió ahogada en el río Cali. Dicen que cayó desde el Puente Ortiz y que la corriente del río, que ese día estaba crecido, la arrastró varias cuadras, río abajo. Ahora que pienso en esto, me nace una nueva duda: ¿Será que el fantasma del parque es el de ella?

Juan Revelo Revelo.

.

 

jueves, 28 de noviembre de 2024

I. DESIMPORTANCIARNOS

 

(Mandamientos de la Ley del Escritor)

202/2024

Barrunto, no sin cierto embarazo, que el primer desafuero capital que cometemos quienes escribimos es la petulancia, esa ramplonería que nos hace sentirnos importantes ejercientes a tiempo completo, y mucho me temo que hace que los demás nos perciban como mindundis encopetados exhibiéndonos a tiempo parcial desde las repisas de una tómbola de feria.

Por si acaso padezco de eso, me pongo a buscarme un buen antídoto.

Bueno será, pues, comenzar por mapear el asunto.

Resulta que, por lo que veo, me parece a mí que, en cuanto escribimos un renglón a vuelapluma o creamos un poema a prisa y corriendo, antes de repasarle las rebabas y atusarles las greñas, salimos a la plaza en chinelas, hacemos chiflar cornetas de ferroviario, arremetemos con un redoble de timbales destemplados y nos ufanamos ante quien no haya alcanzado a huir antes, obligándolos a escucharnos y convencerlos de haber creado el mundo, sin caer en la cuenta de que ni el mismísimo Dios, con ser Dios, consiguió con las prisas, hacer algo más que un mundo guardoso y algo mediocre por falta de la lucidez para corregirse a sí mismo en lugar de andar pavoneándose por encima de las nubes con un “mira-lo-que-acabo-de-hacer”.

Lo que me lleva a comparar, y a reflexionar sobre los riesgos del oficio de creador de lo que sea, a golpe de palabras. Eso del “hágase-y-se-hizo”, en lugar de ponerse a hacerlo como-Dios-manda, acaba como acaba: con un género humano capaz de exterminarse a sí mismo con tal de relucir o de aburrir hasta a las hormigas.

Esas reflexiones me urgen a concluir que el primer mandamiento de la Ley de cualquier creador, −y, por extensión, de cualquier escritor que se precie− debiera ser el de “desimportanciarse”. Lo que, traducido a la realidad del día a día, supone no ir por ahí haciendo top-les mental,  hablando de MiPoema…, MiLibro… como si, SinSuLibro recién horneado, el fatuo juntaletras de turno fuera un DonNadie zarrapastroso. Algo así como si el engranaje de la máquina de escribir nos hubiera absorbido, metamorfoseado y transformado en mazacote parlante, en picadillo de dicharacheros cantamañanas incapaces de pensar que en la superficie del mundo pudiera haber algo más importante que MiLibro.

Por ejemplo, TuLibro.

Tiempo al tiempo, coleguis: o nos ponemos a hacer músculo cerebral desimportanciándonos, o será el foro de pulgar circense y facilón e índice mojado en saliva de pegar sellos el que nos desimportancie a soplamocos limpio mientras que nuestra obra sin madurar acaba arrinconada por manifiesta indigencia de importancia a fuerza de la fatuidad en la tragonería mental de sus papases y sus mamases.

Lo dicho: tiempo al tiempo.

 

En CasaChina. En un 27 de Noviembre de 2024

domingo, 24 de noviembre de 2024

ABRIGO VUELTO

 

Periodiqueando

199/2024

Querido padre: No ando yo muy segura de dónde estarás desde que decidiste morirte aquel día de la Candelaria de 1959. Con semejante decisión tuya añadiste a mi escaso currículo de nena chica una nueva etiqueta: la de “huérfana”, que, a semejante edad, duele tanto como debe dolerle sobre la piel a una yegua todavía sin doma la marca del hierro al rojo vivo que le acuña pertenencias.

Desde entonces, las etiquetas han ido arrimándose unas junto a otras sobre este cuerpo ya incurso en fecha de caducidad casi hasta borrarme cualquier cosa menos mi nombre y tu apellido.

Sabrás que, pocos años después de irte, grabaron en un título oficial mi propio nombre avalado con el orgullo de la misma etiqueta que tu llevaste con tantísimo talento: Maestra Nacional. Qué lástima te hubiera dado a ti, padre, tan MaestroEscuela como fuiste, ver cómo, con el tiempo, nuestros colegas, los Maestros, se metieran en trastornos de medio pelo y reclamaran para sí la rimbombante etiqueta de “profesores-de-enseñanza-general-básica” cuando, con una sola palabra, Maestro, se dice tantísimo más.

¿A ti cómo te suena eso? A mí, cada vez que lo pienso, me rechinan los dientes más que a las probeticas almas del purgatorio de la Iglesia de San Ildefonso.

¿Tu te imaginas, padre, al “Divini Illius Magistri”, al Maestro por excelencia, con el titulillo de “profesor” en boca de sus apóstoles? ¿O a Judas diciendo “salve, profesor-de-enseñanza-general-básica” en lugar de aquel “salve, Maestro”? O, por acercarlo más a nuestro tiempo, ¿te imaginas que a cualquier Maestro de los gremios medievales se les cambiara lo de Maestro por lo de “Profesor”? ¿O que a un oficial gremial le soltaran que su magnum opus ya no lo habilitaría para presentarse como Maestro en la Plaza de Armas, sino como “Profesor”?

 

Lo dicho: yo sigo conservando aquella etiqueta tuya y mía de Maestra, aunque anoche mismo alguien me aconsejara por mi propio bien, que, si quería ser bien mirada, que pusiera en las tarjetas lo de “Abogada” antes de lo de “Maestra” porque quedaba mejor de cara al personal…

 

Para mí que, quitado un puñado de acomplejadillos sin palmeros, derogados de sí mismos, el “tanto monta, monta tanto” sigue plenamente vigente como etiqueta regia. Aunque te diré que la que más perdura es la etiqueta de “huérfana”. Esa no se me borra ni con ese quitamanchas abrasivo que es el tiempo. Sigo llevando la orfandad a tiempo completo como quien lleva una cicatriz queloide que engrosa por los bordes y se “endolorece” cada vez más con el paso de los años.

Con mi etiqueta de huérfana de ti, pero no de tu apellido, te contaré que no me encontraba yo demasiado consumada por entonces si no añadía a mi piel tu marca del Abogado que fuiste; y allí me tienes, yendo a mi escuela durante el día −como hacías tú−, y quemándome las pestañas por la noche −como también hacías tú− para añadir a mis quehaceres de Maestra lo de vestirme algún día una toga y poder decir con empaque: “cada vez estoy más cerca del que se fue”.

Necesitaba tanto, padre, que te sintieras orgulloso de mí, aunque hubiera nacido nena en lugar del nene que tú hubieras querido…

 

Por eso, de lo que sí estoy segura es de que, estés donde estés, te gustará saber lo que sigue pasando por aquí abajo, con tu nombre como disculpa y tu apellido arropándome en esos lugares en los que tu abriste camino.

Abrigándome.

Como abrigó los últimos días de mi infancia aquel abrigo tuyo que dejaste a medio estrenar, y del que me hicieron un abrigo que me arrancó escribir los versos que tú ya sabes. ¿Te acuerdas?

 

 ABRIGO VUELTO

 

Con su abrigo

me hicieron un abrigo aquel invierno.

Un abrigo muy ancho

huérfano de su olor y muerto de tristeza.

 

Nunca entendí muy bien cómo un abrigo

tan suave entre sus brazos anteriores

pudo hacerse tan áspero y tan duro

con lo de arrodearle las costuras.

Nunca entendí del todo

que enajenarle el cuerpo a la medida

imponente de padre

pudiera entristecer tanto un abrigo

y enjaretarme a mí tanta mudez.

 

Porque a nadie le dije por entonces

que dentro del bolsillo

unas pelusas

seguían envolviéndome de pena

las manos ateridas.

  https://youtu.be/yc4KioVspB8 

A estas alturas, padre, sigo con las manos ateridas de ausencias que se suceden como gotas de plomo derretido sobre mi mundo. Ya sabes que la etiqueta de viuda fue otra de las que añadí a la maleta de mi viaje vital dejándome un vacío casi tan grande como el que me dejaste tú, pero con menos futuro por delante.

Aunque sabrás que no todo son pesares.

Porque ayer, padre, en ese mismo Colegio que fue tu Colegio, y gracias a no sé qué conjura entre dos alquimistas del tiempo, los del Diario Jaén y los del Colegio de Abogados de Jaén, −que, entre tú y yo, ya sabemos que saben conspirar como nadie para convertir en posible lo imposible−, con la disculpa de llevarse de jarana a mi último hijo literario −HABITANTES DEL PÁRAMO− y, durante algo más de un par de horas, me “deshuerfanizaron”, a fuerza de blandir, de traer y de llevar tu nombre y nuestro apellido por el espacio que nos cobijaba: el salón de actos de tu Colegio de Abogados de Jaén, padre.

Tendrías que ver lo que dijeron tus/nuestros colegas sobre ti, a pesar de los más de 60 años que han pasado desde que causaste baja en el listado de colegiados; desde tu muerte.

Tendrías que ver el calorcillo que desprende ahora la proximidad a esa Junta de Diputados de tu Colegio, con su exquisito decano, Manuel Martos, al frente, avisando de su irreductible voluntad de abrir aún más el Colegio de Abogados a la ciudad de Jaén a través de la palabra que, como bien sabemos tú y yo, es nuestra inembargable e inalienable herramienta de trabajo.

Tendrías que haber oído al entrañable Diputado poeta, Francisco Moreno Medina proclamando que “la generosidad siempre vence” a pesar de los años. Tendrías que ver lo que soltó por su boca esa colega tuya y mía, adjunta a la dirección del Diario Jaén; hablo de Ana Gómez Martos, afirmándose en “el poder del oficio de abogados y de la buena usanza de la palabra para cambiar las vidas de las gentes”. Tendrías que leer con tus propios ojos lo que escribieron en el Diario Jaén, por boca de un elenco de Diputados, como el delicado y emotivo Fernando Garzón, el delicioso y cristalino Alfonso Moraleda, el comprometido y urgente Frenando Laguna o la mujer/Mujer, Manuela Rosa Ruiz, Secretaria del Colegio, que a posta he dejado para el final para poder recoger sus palabras textuales:

“Es un orgullo poder presentar la increíble obra de la hija de, como se suele decir, una de las grandes glorias de la Institución?

 ¿Te das cuenta, padre? Manuela dijo de ti que, aunque solo estuviste en aquella casa de la palabra desde 1949 a 1959, quedaste en tu Colegio como  “…una de las grandes glorias de la Institución”.

Y yo, con la garganta seca y los ojos enchortalados de emoción, recogiendo la cosecha plantada por ti en forma de insignia colegial, con pin para mujeres y no como la tuya, que solo se podía meter en el ojal de una solapa masculina; o copia de tus cartas al Colegio pidiendo cuartelillo para una cliente sin posibles; o un ramo de rosas blancas –“probeticas”, sajadas de su tallo antes de tiempo para venir a fenecer en un florero de mi solitario dormitorio…−. Y, de remate, un estuche de lujo, con una metopa en su interior, en la que brilla el escudo del Colegio, y con una leyenda conmovedora:

A Dª Socorro Mármol Brís

hija de nuestro compañero D. Ángel Mármol Torrente

Colegiado del 18-08-1949 al 31-01-1959

Jaén, 20 de Noviembre de 2024

 


        ¿Te has dado cuenta, padre, de que la sabiduría de nuestros colegas, señores del poder de la palabra, los mueve a escribir “Noviembre” con mayúscula como hago yo?

Como no podía ser menos. Porque ese 20 de Noviembre de 2024 es tan uno y tan único que bien merece la cicatriz recién cerrara de la divina mayúscula.

Por cierto, que ya me dirás a qué dirección puedo mandarte las fotos de todo lo vivido en semejante fecha. Que las tengo en abundancia pareja a la abundancia de la generosidad de quienes se inventaron ese día.

 

¿Y si te dijera, Padre, que, en el que fue tu Colegio de Abogados de Jaén hasta el 31 de Enero de 1959, tuve la certeza de que, en ese 20 de Noviembre de 2024 aún podría encontrar en alguna de sus togas los restos de tu tacto como si fueran las pelusas del bolsillo de tu abrigo que aquel día me caldearon las manos de niña?

Ay, padre: ¿Cómo contarte lo que me han hecho sentir los nuestros de siempre? Cómo poder decirte que, titubeando como siempre se titubea durante la juventud, y trastabillando ahora como se trastabilla a esta edad que tú no quisiste alcanzar, sigo siendo “la hija de don Ángel”.

Resulta, padre, que gracias a dos instituciones, confesas de maquinación manifiesta, sigo recorriendo los brillantes caminos que tú abriste. Ya sabes de quienes hablo:

Hablo del Colegio de Abogados de Jaén con su esmerado Decano, Manuel Jesús Martos, al frente, y del Diario Jaén, con su silencioso Director (con mayúscula), Juan Espejo, ejercientes y ejerciendo de conspiradores mágicos.

Pues eso, padre: que estoy segura de que, en aquellos tiempos en los que las mujeres abogadas eran pura anécdota de los Madriles, si tu deseabas por descendiente a un nene en lugar de a una nena era para que alguien recogiera lo que tú sembraste. Y ya sabes lo que dejó dicho Paulo Coelho:  "cuando se desea algo de verdad, el universo conspira para que realices tu deseo".

El universo ha conspirado contigo.

Y conmigo: fui profeta… en TU tierra. En TU Colegio.

Porque ellos, padre, tus/ nuestros colegas, me abrigaron las manos en tu nombre con un ramo de flores de todos los colores.

 

En CasaChina. En un 22 de Noviembre de 2024

TAMBIÉN ELLOS

  ( GitaneandoEnVerso ) Gitaneando en verso - 09/2025 También ellos… No es un grito fugaz y destemplado. Tan solo es un murmullo...