(Tres eran tres y ya no lo son)
Ayer lo encontraron en su cama, inmóvil, sin vida.
(Muerto). (¡Uf! Por fin lo dije)
Me refiero a su cuerpo, esa habitación de paso en la que a veces pernoctaba, y que algunos días festivos utilizaba como coche de punto para desplazarse y repostar yantando en cualquiera de esos restaurantes pijos recién descubiertos, de los que a él tanto presumía y nosotros nos aprovechábamos.
En Nápoles 2019 |
(Primera jeremiada: ¿Quién nos buscará a “nosotros” ahora restaurantes pijos por descubrir?).
(Segunda jeremiada: mi primo Jóse aún sigue ahí. Pero, sin Raimundo… ¿Dónde
busco yo ahora
un procurador de los de antes?)
−El próximo verano nos vamos a Lesbos −soltó como quien dice “vamos al bar de la esquina”.
−¿A Lesbos? ¡Anda ya! ¿Se puede saber qué hay en Lesbos además de alambradas y vergüenzas?
−Mira que sois ignorantes. Todavía no sé por qué os saco a la calle. Yo estoy hablando de esa parte de Lesbos donde este “body” y yo pasamos los veranos en cuerpo y alma desde que tengo memoria.
Él, el verdadero él, se permitía desde unos cuarenta años atrás regalarle a su cuerpo algo más que la vergüenza del incendio oportuno, y de las cercas recién levantadas para ponerle coto al afán de seguir viviendo que sólo algunos locos son capaces de buscar a costa de su propia vida embutida en una patera.
“Esa es la vergüenza del mundo con nombre propio” −decía si se le pinchaba en condiciones−. “Pero Lesbos es mucho más”.
Entonces, enfocaba sus ojos en una lejanía con paisaje invisible para el resto de los mortales, y tomaba la palabra, eximiéndonos a Jóse y a mí misma del esfuerzo de buscar un qué-decir cuando ya se ha dicho tanto. En esos momentos era él quien hablaba durante horas, más de lo humano que de lo divino que era trasladarse a sus veranos con olor a bosque, a salitre y a brea de puertecillo sin yates; y del recóndito y familiar hotel Votsala, (https://www.votsalahotel.com/), y de la barquichuela crujidora que se podía alquilar “por-dos-reales” para ir a cenar al otro lado de no sé que lado de la isla.
O de la mesa del desayuno
hundiendo sus patas en la arena de la playa
Desayuno en Lesbos |
Nuestra última incursión por Madrid, arrastrando nuestros tres cuerpos mortales por mitad de la desolación del confinamiento recién aparcado, fue un domingo. Él nos convocó en un restaurante que, a manera de “nuevo mundo” de fogones, acababa de descubrir; y yo lo puse por escrito en mi blog como suelo hacer cuando me quedo sin palabras: https://soco-marmol.blogspot.com/2020/10/restaurante-berlanga-en-madrid.html
Le envié el enlace a él, al hombre que siempre hablaba de Lesbos, a Raimundo. Y mantuvimos una breve conversación por WhatSapp:
[11:40, 4/10/2020] Raimundo Ramírez Ocaña: Oye Soco precioso escrito. Me encanta es buenísimo. Perfecto artículo sobre la ambrosía. Me encanta el equilibrio entre lo descriptivo y lo sentido
Muchas gracias
[11:41, 4/10/2020] Soco: pues sigamos haciendo croniquillas. Me falta el vino (el nombre del vino). Y el lugar de los brebajes de la tarde.
[11:42, 4/10/2020] Raimundo Ramírez Ocaña: El vino, bellísimo nombre, “Pétalos”.
[11:42, 4/10/2020] Raimundo Ramírez Ocaña: Y el lugar, Miranda.
[11:43, 4/10/2020] Soco: oh, gracias.
[11:43, 4/10/2020] Soco: acabo de corregir algún errorcillo tipográfico en lo del restaurante
[11:53, 4/10/2020] Raimundo Ramírez Ocaña: ¿Soco se lo has mandado a José?
[11:58, 4/10/2020] Soco: nor
[11:58, 4/10/2020] Soco: pero lo he puesto en Facebook y él entra
[12:00, 4/10/2020] Raimundo Ramírez Ocaña: Ok
(Tercera jeremiada: ¿Por qué tuvo que ser un “OK” tan breve lo último que escribía para mí, si no estaba dispuesto a cumplir con la palabra empeñada de ir a Lesbos?)
Ya no hay vuelta atrás. Esa fue nuestra última conversación virtual tras el último cuerpo a cuerpo en el que hablábamos de ir a Lesbos el verano que viene.
Hoy, mientras mis ojos, por su cuenta, le lloran a la muerte de su cuerpo, yo, por mi cuenta, rebusco un arrimo con el “él verdadero”, y cavilo en que la palabra dada hay que cumplirla. Así que, si antes no me encuentran a mí de semejante manera, este verano me voy a Lesbos, al hotel VOTSALA, a desayunar en la mesa de patas hundidas en la arena de la playa, y a ir a no sé dónde en la barquilla de pescadores que se alquila “por-dos-reales”.
Ya lo he hablado con mi primo Jóse.
Y con Gloria.
(Tres serán tres)
En “CasaChina”. En un 24 de Octubre de 2020