Mi homenaje a Andrés Ortiz Tafur
174/2024
¿Sabes por qué pienso yo que tú escribes tan primoroso, Andrés Ortiz Tafur? Pues por algo tan simple como que lo que tu haces cuando le das al teclado no es escribir, sino irte de jaraneo a algún momento ya irrepetible de lo que llevas vivido y echarle una foto a los recuerdos con tu máquina de inmortalizar palabras con las que luego venir a ponernos los dientes largos, a enseñárnosla a quienes todavía recordamos aquellos tiempos.
Claro que, ahora que lo pienso, tú escribes en clave de “acordarte de”, que, como bien dice Carlos Castaneda, no tiene nada que ver con lo de “re−cordar”.
Vayamos por partes. Lo primero que quisiera yo dejar claro es quién es ese tal Carlos Castaneda, antropólogo por más señas, del que ahora −desde hace año y medio más o menos− le estoy leyendo su libro “El conocimiento silencioso”. Por lo que veo por ahí, muchos de los que entregaron su alma a “La Ciencia” lo consideran una especie de cantamañanas, aspirante a sacar número en la fila de los condenados a la hoguera de las vanidades, encendida y alimentada por quienes saben tantísimo que no les queda tiempo para dejar de pensar y darse a sí mismos la oportunidad de comenzar a sentir.
La que avisa no es traidora. Dicho queda: Leer a Carlos Castaneda queda para otros cantamañanas de segunda categoría, como yo misma, que leemos desde el “a-cordarnos” de lo vivido, con ese prefijo “a”, que nos indica la carencia o privación de algo que a lo mejor encontramos leyendo a los locos, en lugar de “re-cordarnos”, con su prefijo “re”, del que se dice que induce a la 'resistencia' o 'negación' de cualquier cosa que no sea el catón modificable de los pobres cuerdos.
Por decirlo con palabras del tal Carlos Castaneda, copio, tal cual, lo que él dice en la Página 159 del libro mentado:
“…acordarse no es lo mismo que recordar… Recordar es cuestión del pensamiento cotidiano… Acordarse…[es hacer] …la recapitulación de sus vidas. De simplemente pensar en… [los acontecimientos] pasan a estar en los eventos mismos”.
Pues eso, Andrés Ortiz Tafur, que eso es lo que tú logras con cada letra que escribes: en lugar de hacer que re−cordemos de lo vivido para negarlo de inmediato y re−negar de todo aquel pasado sin vuelta atrás, hasta el esperpento de ir y ponerle una denuncia al vecino por tener un gallo canoro, lo que tú haces −repito− es llevarnos de la mano a a−cordarnos en carne viva de aquellos olores, sabores y ecos de lo que todavía llevamos dentro como tesoros eternos.
Hoy ha sido la palabra “recovero” la que me ha puesto un nudo en el pescuezo, la que me ha trasladado a una escena que tenía arrumbada en la cámara de la niñez:
Me he visto a mí misma, vestida de apenas siete años, escuchando a lo lejos la voz inconfundible de nuestro recovero ambulante en mitad de la sagrada sordina tan llena de murmullos que entonces había en el pueblo.
¡Trapeeerooooo…!
A continuación, me he a−cordado de mí-misma, buscando la suela de una alpargata vieja en la cámara de mi casa de la calle Méndez Núñez, 7 de Jódar para bajar en dos zancadas hasta la esquina de la calle a esperar al trapero, y cambiarle mi alpargata por un palo de aquel paloduz, de hechuras marrones y alma amarilla con la que el mago-trapero nos endulza todavía el re-cuerdo.
Según he leído tu palabreja −recovero− me he a-cordado de aquel brujo ambulante, con la suela de mi alpargata en la mano, calibrando el valor del caucho en unos tiempos en que se recauchutaba hasta el alma. Le he visto los ojos de buhonero avezado echándole cuentas a mis hambres de paloduz hasta que, con la misma mano de calibrar alpargatas, sacaba palos de paloduz del atarre del manojo donde los llevaba. Y he paladeado y ensalivado el gustillo algo leñoso de aquel día, en el que la suela de mi alpargata vieja se revalorizó y recibí dos, en lugar de uno.
¡Dos dulces palos de casi un palmo
en lugar de uno!
Cómo no habrá sido ese a−cordarme que hasta he tenido que deglutir un omeprazol para aliviarme de la rescoldera que me han provocado los re−cuerdos a punto de digerir.
¿Te das cuenta, Andrés Ortiz Tafur, de lo fácil que te resulta a ti hacer magia con las palabras cuando otras nos vemos y nos deseamos para meter en vereda a las nuestras?
Pues eso… ¡Gracias!
En CasaChina. En un 6 de Octubre de 2024
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