88/2024
Esta noche,
tan llena de gloriosas naderías,
me niego al desconsuelo de todo lo sobrante
que tanto trampeaba a manos llenas en otros tiempos
y ahora me acongoja.
De lo que ya sin prórroga reniego.
Reniego de las doce campanadas
del día del fin del mundo que se anuncia
con ese rebullir de subterfugios
tañidos en panderos destemplados
que enardecen la ira de los títeres
en zona de trincheras.
Reniego
de ese estar al acecho, siempre alerta
al triste último día de los otros
para poder gozar del mal ajeno.
Reniego
de todos esos mundos de colores
que cuelgan sus esferas
de dócil y obligado regocijo
allí donde lo urbano de lo triste
está desesperándose de ausencias
que fueron arrastradas por el fango:
esa desaforada invocación en labios leporinos.
(“Pedid y se os dará” −dijo el oráculo−).
Reniego del champán.
Y de las uvas
exhaustas en vendimias trashumantes.
Reniego
de la cena de gala.
Y de las velas
prendidas en catástrofes anónimas.
Reniego de la fauna antropomorfa
comprada a precio alzado:
de la mula, del buey,
de los camellos…
De aquella lavandera confinada
en un cuerpo empachado de margas navideñas
de aviesa y excitante lencería.
De quienes se jugaron a los chinos
la suerte de esos niños vestidos de pastores
que apuran su indigencia entre las ruinas
de tierras devastadas
por el sórdido afán del desagravio.
Reniego sobre todo del río de platilla
que añora el chocolate de una infancia
perdida en la patera.
Reniego del poder encanallado
y del que se encanalla sin saber
que los bronces que tanto le divierten
están tocando a muerte un año menos.
Pero…
benditos sean los santos inocentes
que no pueden comprarse en el mercado
de lo de “lo-rentable”.
Bendigo el día a día con el que te amo
a ti:
Vida. Hombre. Deseo.
Libro. Tinta.
Distancia. Cercanía. Despertador.
Sábana. Zapatillas. Anteojos.
Lápiz. Papel en blanco.
Manos recién llegadas
al ávido declive de mis manos.
Casa.
Cosas.
En “CasaChina”. En otra NocheVieja. La de 2024
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