(Jaeneando)
¿Recuerdan la cancioncilla aquella del tal Clodomiro y los de Ipalacagüina? …Una libra de clavos y un formón… una libra de clavos y un formón… una libra de clavos y un formón…
Y, así, hasta el infinito.
Era el truquillo musical con el que el Clodomiro, dale que te dale, consiguió hacerse con lo que iba a buscar:
Una libra de clavos y un formón… una libra de clavos y un formón…
Recordarán también que mi particular “cloromidez” durante este año que se nos acaba ha sido lo del AVE de Jaén, desde allá, por el mes de enero, que arranqué comparando tranvías con trenes hasta este mes de diciembre, en el que −corto y NO cierro−, siguiendo a Los de Ipalacagüina”, y sin darme por vencida a pesar de mi aparente fracaso, le pongo versos en lugar de musiquita a mi obsesión y aprovecho esa página 3 dominguera que cada mes me regala el Diario Jaén para decir en verso lo que la prosa no ha conseguido.
Desesperar, no desespero. Ya me conocen. Pero −Dios no lo quiera−, si no superviviera una servidora a la llegada del AVE a Jaén, ¡por sus muertos!, no se me olviden llevarme razón del evento a donde quiera que me dejen dar de mano.
Y si así se les antoja, hasta pueden ir canturreando para recordar lo que tengan que decirme sobre un asunto que ya huele… ¡a carbonilla!:
Clodomiro, Clodomiro/ para dónde vas tan serio…
Porque el asunto del AVE (o del NO-AVE) a Jaén es más serio de lo que algunos creen.
¿O no?
Pues eso: …voy a dar un paseíto allá por el cementerio…
PERO… ¿QUÉ PASA EN JAÉN?
193/2024
¿Que ya estoy yo otra vez con lo del AVE a Jaén? Vamos a ver: ¿ha llegado o no ha llegado el AVE a Jaén a pesar de mis ruegos y preguntas?
No, ¿verdad? Entonces, ¿qué puede hacer una servidora que no sea seguir dando la matraca de los trenes a quien más manda en lo de los trenes? Es por si se ablanda y nos pone las vías para callarme la boca.
¿Pejiguera yo? ¡No señor, no es eso! Es que, a pesar de mis porfías en lo del AVE a Jaén, no solo parece que me ignoran sino que, además, como me apunta mi amiga Anamari, la alcaldesa pedánea de Arbuniel, parece que alguien, visto que ya no se puede contar con el bar del Hotel Rey Fernando −donde, por cierto, cuando todavía estaba la fuente de taza en la delantera, se tomaba la mejor ensaladilla rusa del mundo− decide ladearnos nuestra preciosísima estación de autobuses al Polígono. Encima, como también me apunta mi amiga Anamari, la alcaldesa pedánea de Arbuniel, el tranvía sigue flaqueando certezas, aunque tampoco es que el tranvía llegue al Polígono. Y los paisanos que cada día llegan de los pueblos para buscarse la vida no tendrán otra que darle a la alpargata para llegar a donde hayan de ir.
¿Ven? ¿Es o no es para echarse a rabiar con esto que pasa en Jaén cada día?
Claro que a lo mejor, lo que se espera de mí, como ganadora del Premio Internacional de Poesía del Diario JAÉN, es que lo ponga en verso. Pues… ahí va:
¿PERO QUÉ PASA EN JAÉN?
¿Pero qué pasa en Jaén
que tanto está cabreando
al personal?
Y voy yo, y cazurreando,
bípeda o bicicleteando
respondo entre dos vaivenes
de pedal:
En Jaén sigue pasando,
pardiez,
que sigue sin pasar trenes.
En Jaén está pasando
que los longevos andenes
que hicieron nuestros ancestros
y tanta vidilla dieron
con su trasiego de cestos
atestados de gallinas,
de paisanos, de vecinas,
de mocitos pintureros
y de muchachas bonitas,
de criadas, de monjitas,
de sorchis y de braceros,
de señores con sombrero
de damas “Heno-de-Pravia”,
de pillos zangolotinos…
¡Vaya!, de cien mil vecinos
que plagaban la estación
cuando a la estación llegaban
tantos trenes a granel
lo mismo que estrellas hay
en el cosmos,
están ahora en un ay
mesándose los tolondros
e inquiriendo montaraces
entre penosos lairenes:
¿pero qué pasa en Jaén
que tanto está cabreando
al personal?
Y yo, impaciente, respondo:
En Jaén sigue pasando,
pardiez,
que sigue sin pasar trenes.
Ni que Jaén solo fuera
la cenicienta del cuento…
−dice con acervo acento
un mozo en andén de espera.
Ni que el gobierno del centro se placiera,
gozara en darnos de lado
apacentando al ganado
como a perros callejeros.
O, acaso, los valijeros
radicados en Sevilla
se pensarán que esta villa,
tan sobrada de talento
y tan escasa de escucha,
careciera de posibles
para aviarles la hucha
o atiborrarles los buches,
y mejor fuera olvidarla
antes de mandarla al ruche.
Pero ojo al toro, toreros.
La cosa pinta muy mal
para quienes nos trastean
desplumándonos de trenes
con capotazos y pases
de mala lidia o mal quite.
Y encima nos tarantean
con banderillas de fuego
o con rejones de envite.
Porque todo tiene un límite.
¡Esto se va a terminar!
Cualquier día el personal
hace de su capa un sayo
va, se le levanta el gallo
harto de tanto maulero
y les retira el aceite.
(Ese de desayunar.
No vayan a pensar mal
y se echen mano al trasero).
¡Ay, Dios! Será por dineros…
Bien harían en escuchar.
De jaenera de a pie
a gente guapa y pudiente:
bien harían, jetas y gente
de remedo suculento,
en amarrarse los machos
y taparse las vergüenzas
con más AVE y menos cuento.
Porque ya está nuestra mente
empachá de tanto olvido.
Y en la cresta del sofoco,
mientras les podan el copo
a tan guasones vaivenes,
arremete a tutiplenes
al grito de un “a-por-ellos”.
(¡Ojo! Digo “a-por-los-trenes”).
Y van
y consuman su desmán,
les hacen el agarejo,
y les cortan el manejo
de urdir tanto pedecer
en mitad de los andenes
hartos de vociferar:
¿Pero qué pasa en Jaén
que tanto está cabreando
al personal?
Y yo
−siquiera sea el porfiar
“quien avisa no es traidor”−
persisto en mi soflamar:
¡Pues aquí qué va a pasar!
Ojo al parche y escuchando:
En Jaén sigue pasando
que sigue sin pasar trenes.
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