(Jaeneando)
89/2023
Este verano se está desangrando en carne
viva por la arteria femoral de lo femenino sin que parezca que nuestros colegas
machos perciban que la sangre derramada es algo así como el agua: escasa, vital
y de todos. Pena da ver cómo, tras los primeros ayes, espurreados en la
solanera de esos sofocantes minutos de silencio municipal, cada cual seguimos a
lo nuestro, dándole al abanico del “y-tú-más” que caldea el aire ya de por sí viciado
de testosterona, aguza los rejones de la lidia y envida a pares, sin caer en
que los voceros del foro van de farol.
Luego, tras el degüelle, los matarifes se
quedan de nones, mientras que los otros pares simulan rasgarse las vestiduras
hasta que alguien venga a zurcírselas.
Como lo de leer es una compañía que no
suele acabar a navajazos, me pongo yo a buscar en los libros un algo que me
explique el porqué de esta hemorragia de mujeres muertas a manos de sus… (¿cómo
podría decirlo sin errar? Porque tales sanguinarios no pueden ser “compañeros”,
cuando son capaces de matar a sus compañas). Bueno pues sus “lo-que-sean”.
Lo cual que esos desangres me llevan a
gritar aquello que Federico García Lorca puso por escrito ante otra muerte:
¡Que no quiero verla!
“La vaca del viejo mundo/ pasaba su
triste lengua/ sobre un hocico de sangres/ derramadas en la arena,/ y los toros
de Guisando,/ casi muerte y casi piedra,/ mugieron como dos siglos/ hartos de
pisar la tierra”.
¿A ver si va a ser eso? ¡Que no queremos
verla! Que nos negamos a mirarla porque, en el fondo, nos sabemos cómplices de
lo que le está pasando a las mujeres que mueren a manos de esos “toros de
Guisando” que han aprendido a embestir a fuerza de escuchar cómo se tupen los
de los escaños.
Pasan por mis manos varios libros más que
me estremecen, cada cual por algo distinto: “Guirnaldas de la Historia”, de AGUSTÍN
SERRANO DE HARO, donde, bajo la dirección de batutas militarizadas e
inciensadas, se amaestraba a las mujeres de entonces a esquivar navajazos,
simplemente por vía de negación: evitando convertirse −en palabras de Adolfo
Maillo− “…en la intelectuala pedantesca” ansiosa de abandonar las “labores del
hogar”. Por desemponzoñarme, busco algo escrito por una mujer. Aparece el libro de DOROTHY CARNEGIE “Cómo
ayudar al esposo” (Ediciones COSMOS 1954) que me sume en la desolación, porque,
o se tiene un esposo legítimo con el que aplicar tan sibilinas y perversas enseñanzas,
o corres el riesgo de que te rebanen. ¡Uf, que repugnancia! ¡”Que no quiero
verla”! Vuelvo a la librería. Espero no equivocarme esta vez al elegir “Transformación
de la convivencia” (HUMBERTO MATURANA; GRANICA SA 2014, pág. 132) y comienzo
una desintoxicación intelectual que está bien en plan teórico, pero que no creo
que sea aplicable a corto plazo: “Los sistemas autoritarios jamás se
equivocan, porque, para equivocarse, uno tiene que aceptar que no es autoridad”.
¿Será que esos “matamujeres” mandan tanto que no se equivocan nunca? ¿Acaso
los mensajes que estamos recibiendo como un cañoneo de bombas de racimo
lanzadas por nuestros representantes de cualquiera de los tres Poderes del
Estado es que lo que vale es el poder a cualquier precio? ¿Será que los “simpoder”
no son otra cosa que despreciables perdedores”?
No, si ya verás cómo esto de andar
metiendo mis narices en los libros acaba por desangrame a mí las neuronas −pienso
mientras retomo ahora el libro de ANA MORENO SORIANO “El laberinto del
patriarcado” (UTOPÍA 2022) y me voy derecha a las palabras que fui anotando
mientras lo leía: mujer/ patriarcado/ estrategia/ respeto/ amor/ compromiso/
igualdad/ matices/ temple/ insumisión/ clase-género/ complicidad…”.
¡Albricias! Esa es la clave: ¡COMPLICIDAD! A ver… ¿cómo lo decía Benedetti?
“…si
te quiero es porque sos/ mi amor MI CÓMPLICE y todo/ y en la calle codo a codo/
somos mucho más que dos”. Ya lo tengo: se trata del lenguaje. Se trata de sustituir palabras
tales como “poder” o como ”lucha” por la de “complicidad”. Se trata de
“complicidarse” en un proyecto común.
En CasaChina. En un 20 de Agosto de
2023