36/2017
Aquí…Ahora…
VA DE…MEDIACIÓN
En nuestra formación como mediadores creo que aprehendimos algo que ya sabíamos, que teníamos aprendido desde siempre, y que se ha practicado espontáneamente, por aquello de que existe una sabiduría ancestral no escrita, previa a cualquier formulación teórica. Me refiero al valor sanador del RITO, esos actos puntuales con los que consolidamos una determinada situación nueva, dándole trascendencia oficial, y transfiriendo a niveles pública lo que antes permanecía en el campo de la privacidad.
De esta forma,
y dentro de nuestra personal cultura –otras culturas tienen igualmente sus
propios ritos tan importantes como los descritos- nos incorporamos al grupo
social, a la comunidad a la que pertenecemos (consciencia de pertenencia en
oposición a la lesiva conciencia de exclusión). Mediante el ritual del bautizo
se incluye al "neófito" en el grupo de las creencias. Traspasamos la
frontera de la infancia a la adolescencia a través del rito de la primera
comunión; pasamos de la situación de noviazgo a la de esposos mediante el rito
del matrimonio, o, acabado nuestro ciclo vital, se nos despide definitivamente
mediante el rito del funeral (honras fúnebres”).
Cualquiera de
nosotros conocemos y practicamos toda una cadena de ritos que nos valen para
consolidar “erga omnes” –ante todos- situaciones de hecho implícitas en la
conciencia de la colectividad, pero no oficializadas ante la comunidad
constituida e instituida. Por ejemplo, la petición de mano, la inauguración de
un local, la botadura de un barco o la despedida de soltero.
Curiosamente,
todos esos ritos se identifican con un elemento común que es el de la
exteriorización pública de un hecho detenido en la privacidad. Y todos se
sellan –por decirlo de alguna manera- mediante el acto omnipresente y más o
menos multitudinario y colectivo del banquete, del COMER y BEBER: es decir, un
compartir con la comunidad eso que es imprescindible para todos: el sustento
del cuerpo, sin el cual el espíritu se siente “desnutrido”.
En
definitiva, mediante la exteriorización ritualizada se consolidan certidumbres
identitarias de pertenencia.
Pero ¿de qué
certidumbres estoy hablando?
Aquí quería yo
llegar. Porque, no hablo por boca de ganso cuando digo que, a estas alturas de
la vida, he alcanzado una CERTIDUMBRE ESENCIAL, que no es otra que la de saber
QUE SOY CAPAZ DE SOPORTAR CUALQUIER INCERTIDUMBRE.
Decía
Kant que “La inteligencia del individuo se mide por la cantidad de
incertidumbres que es capaz de soportar”.
Pues
bien: yo debo ser inteligentísima, porque puedo soportar todas las
incertidumbres del mundo.
Se me tachará de petulante. Incluso habrá quienes, doblados por su propia incertidumbre, niegue que eso pueda hacerse.
Ya lo adelanto: la cosa tiene "truqui" y yo encontré un truco infalible.
Aunque
sea difícil de creer, la solución no puede ser más sencilla: se trata de
convertir la desestabilizante INCERTIDUMBRE en DOLOR manejable. Para
lo que resulta esencial saber distinguir, en no confundir “incertidumbre” con
“dolor”.
El dolor puede
soportarse, y antes o después acaba cediendo y ennobleciéndonos con el paso del
tiempo. Incluso yo diría que es necesario como elemento de contraste en el
reconocimiento de la felicidad. La incertidumbre enloquece y envilece a quien la
soporta hasta que su portador consigue convertirla en certeza, por mucho dolor
que esa certeza suponga.
¿Acaso
alguien puede asegurar que existe una pérdida cierta cuyo dolor no haya sido
remontado?
Dicho está: Yo
puedo; simplemente, se trata de hacer magia.
¿Magia?
Sí, magia.
¿Que qué magia?
Esa que todos
hemos practicado alguna vez: la del rito.
Ritualizar es protocolizar
determinados actos externos, más o menos solemnes, mediante los que ventilamos
las sentinas de lo incierto, elevando al nivel del consciente definitorio ese
“runrún” sordo e indefinido que nos desasosiega y nos paraliza convirtiéndonos
en inútiles.
Y
si hay algo necesitado de ritos sanadores es el apego: ese
sentimiento que nos impide gozar aquí y ahora de las cosas
actuales por el miedo a perderlas en un futuro incierto, o comparándolas con
imágenes idealizadas del pasado inexistente.
Pensando en
todo esto estaba yo cuando cae en mis manos un artículo que no puedo por menos
que compartir.
https://muhimu.es/…/3-ejercicios-te-ayudaran-liberarte-del-…
https://muhimu.es/…/3-ejercicios-te-ayudaran-liberarte-del-…
¡Genial!
Ayayay…Esto
necesita explicación.
Si tuviera que explicárselo
a la persona amada ¿cómo se lo diría?
Yo lo sé bien:
el RITO de “desapegarse” de aquellos a quienes amamos es el mayor acto de amor
que podemos ofrecerles, AMÁNDOLOS SIN CONDICIONES AQUÍ Y AHORA.
Así que mi
explicación, tras leer con atención ese artículo, sería descubrir si aquí y ahora, amamos
a esa persona a pesar de todo.
Poder decir:
Te amo a pesar
de todo.
Por encima de
todo.
Sin reproches
ni resentimientos pertenecientes al pasado.
Sin inciertas y
personalísimas expectativas de futuro.
Te amo como eres aquí y precisamente
ahora que te conozco, y no como yo te imaginé o como quisiera que fueses.
Porque, si no
te amo tal cual eres, sino como a mí me gustaría que fueses, NO te amaría a ti,
sino a mis quimeras.
Y a quien amo
es a ti.
Aquí...
Ahora...
Ahora...
En "CasaChina" en un
17/07/2017
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