(¿Malos humos?)
A FRAN MIRANDA. Que, con cuatro palabras de nada, me ha alegrado el día.
Algo así como ofrecerle a un ahumado un espacio libre de humos. Esa es la imagen que se me ha venido a la mente mientras leía tus líneas, Fran, esas que nos ofrece hoy el DIARIO JAÉN de andar por casa.
Quisiera dejar claro que este Fran Miranda, del que solo conozco esa imagen con la que se asoma a la ventanilla de la foto de su columna periodística, me ha alegrado el día nada más arrancar la lectura:
Cuando alguien no te juzga y te acepta tal y como eres, sientes que estás como en casa.
¿Se puede decir algo más lúcido?
Claro que eso de “estar como en casa” no es lo mismo que lo de “andar por casa”. ¿O sí…?
Veamos:
¡Estar como en casa! ¡Hummm!
Una se imagina de repente al “colegui” en plan juez-de-vacaciones, con barba de fin de semana, y en gayumbos, −que aquí, entre nosotros, es el atavío menos apropiado para ponerse puñeteramente “estupendo”−, echándose a juzgarme con sus propios códigos, como quien se echa el fusil a la cara dispuesto a disparar (con “erre” de herrado) un disparate (sin “erre” de errado), al que una servidora, en fuego cruzado de “alpargatas de andar por casa”, responda un “anda-que-tú” de tiro en la nuca. Y la guerra de “yoes” y “tues” esta servida en la intimidad de un andar por casa especialmente hecho para jueces de secano.
Vaya, que lo de “estar como en casa” no siempre resulta la mejor elección. Pero las hay peores, como tú, Fran, sugieres con tanta habilidad, aunque esas no sean elecciones propias. Como, por ejemplo, la de sentarse en el banquillo del gritón “usted-se-calla-y-habla-cuando-yo-le-diga”, y, ya en función “señalado-por-el-dedo-de-la-Ley”, no le queda otra que morderse la dignidad y la afrenta como mejor se pueda, amagar la cabeza, cerrar los ojos para no ver los vaqueros deshilachados que le asoman al “OrlandoFurioso” por debajo de la toga o del hábito, y acabar imaginándoselo en gayumbos, como un cualquiera sin puñetas a quien lo de “estar como en casa” se la refanfinfla y solo le vale para dejarse barba de dos días y los dientes sin cepillar.
Pero, volviendo al articulista, me quedo con ese cierre divino en el que nos advierte:
“La sociedad impone un modelo difícil de romper, pero no imposible. La vida y la felicidad serán −y perdona, Fran, por añadir y enfatizar esa puñetera “n” final− de los que se atrevan a resquebrajarlo para que, de entre sus grietas, salga la luz, libre de juicios y de jueces”.
Pues eso, querido Fran, que gracias por tan esperanzadora sugerencia. Vamos a romper moldes. Vamos a echarnos todos a resquebrajar modelos de dedo de señalar, aunque solo sea porque, cada vez que apuntamos a alguien con un dedo acusador, hay tres dedos cerrados que nos están apuntando a nosotros como vigas en ojo propio, y vamos a escarbar en nuestras propias grietas, a ver lo que encontramos sin que se nos salten las lágrimas.
Lo cual que eso que sugieres me recuerda a aquellas flores de amargón nacidas entre las grietas del asfalto de la pandemia y que le dieron nombre a mi poemario <FLORES QUE DABAN GRITOS>, y título a uno de sus poemas que he decidido dedicarte, en compensación por el “espacio-sin-malos-humos” que nos ofreces hoy:
En CasaChina. En un 11 de Abril de 2023
FLORES QUE DABAN GRITOS
48/2021
De cuando la pandemia
Nadie las escuchaba.
(Todavía)
Cuando afloraron
al urbano estupor de su nacencia
había mucho ruido de tráfico rodado.
(Y ruedas de molino
con las que comulgábamos ingenuos
antes de apostatar y descreernos
de tanta enormidad enmudecida).
Pero estaban allí.
Estaban.
Eran
breves consternaciones amarillas
gritando de pavor,
brotando en una grieta de ese asfalto
que le pone crespones circulares
a la plaza de toros de Las Ventas.
Eran −según dijeron−
descendientes legitimas
de un pendenciero diente de león del Buen Retiro
(el patio de recreo madrileño)
que voló sus cometas de pelusas
el verano anterior a la pandemia.
Era marzo.
O, por mejor fijar el día preciso,
era un trece de marzo
sin banda de clarines y timbales que advirtieran
la hora de la muerte,
la vuelta de la vida a los chiqueros.
Sólo algunos tambores destemplados
ronqueaban las calles sin sereno
sofocando rumores florecidos.
Y nadie imaginaba todavía
que apenas unos días
más tarde
se escucharía el grito de las flores
lidiándole al escándalo urbanita.
un turbador silencio urbanizado.
En CasaChina. En un 24 de Mayo de 2021
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