CasiCosas de Piturdo – 4
Si era o no verdad lo de que los aviones
habían venido a Jaén a vengarse del ataque de los milicianos en Córdoba era
algo que le interesaba más bien poco a Piturdo. Su único delito era haber
ayudado a su padre a esconder a la señora vieja y a la señorita Casilda en la
bodega para que los milicianos que fanfarroneaban por Jaén pensaran que se
habían ido. Eso, y bajarles por las noches cualquier cosa con la que mantenerse
hasta que pasara lo peor de la guerra o tuvieran noticias del señor desde el
frente. Cuando los aviones comenzaron el espurreo, Piturdo atravesó el jardín
corriendo, justamente en el momento en que una bomba hacía saltar por los aires
la casucha del fondo con sus padres dentro, y otra atravesaba la casa grande
estallando dentro de la
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bodega. A lo mejor, si él hubiera corrido más, le
habría dado tiempo de retirar los sacos terreros de delante del portillo del
encierro, y las dos mujeres se hubieran salvado. A lo mejor, si él se hubiera
quedado en la casilla del huerto, sus padres hubieran sido los que salieran a
socorrer a las señoras. Pero la vida tuvo la mala sombra de dejarlo como el
único superviviente. Y, bien pensado, no sabía muy bien qué hacer con su vida
sin tener a quién dedicársela. En eso estaba pensando, envuelto en polvo y en
sangre de rasguños, cuando escucho los gruñidos del Canelo y vio al Miau
escabullirse por debajo de los escombros.
Y supo que tenía que seguir vivo por alguien.
Y supo que tenía que seguir vivo por alguien.
En “CasaChina”. En un 27 de
Septiembre de 2018
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